REGRESO AL OESTE
16 de agosto de 2024Lecturas totales 532 , Lecturas hoy 1
JOAQUÍN ALBAICÍN
Colección Frontera, Ediciones Valdemar, volumen trigésimo… El enemigo ha de saber o, al menos, presentir que estás ahí, cerca de él. Ha de saber aunque no te vea, huela ni oiga que Joroba de Búfalo, jefe de guerra comanche con infinitos millones de gordos de la lotería y de bonolotos y cupones de ciegos potencialmente premiados entre los hombros, ronda la pradera donde restallan los relámpagos para ensartarle con su lanza. ¿El enemigo? El enemigo son todos esos texanos asesinos de niños mexicanos, que les arrancan el cuero cabelludo y venden sus cabelleras como si fueran de apache o comanche sin ni siquiera denotar la prudencia de engrasarlas para que puedan dar el pego ante el sheriff. El enemigo es, sobre todo, ese cuerpo de rangers integrado por la hez de la sociedad, los texanos definidos por Robert Duvall en Gerónimo, de Walter Hill, como “la clase más vil de hombres blancos”.
La Jornada del Muerto, de Larry McMurtry, es una novela sobre un bisonte hechizado, una novela sobre pieles rojas muy de secano -apaches- y un relato cruel sobre pieles rojas más crueles aún que los buenos, que son aquí eso, la hez. Y una novela acerca de cómo sobrevivir en un desierto pese a no sentirse uno seguro de que en realidad merezca la pena. Y sobre el influjo supersticioso de las arias de Verdi sobre los comanches no tan de secano y en pie de guerra. Y que incluye útiles lecciones sobre cómo enfrentarte a un grizzly como el que acaba con Brad Pitt en Leyendas de pasión.
El Oeste vive en nuestro imaginario como Isis en los crucigramas: hibernado, tal que Merlín en Broceliande. Y vive en el holograma no sólo gracias al hechizo de Viviana propiciado por esta y otras novelas como las de nuestra infancia, como aquellas de Zane Grey o James Oliver Curwood, lecturas de esa niñez para cuyo retorno basta, recuerda Savater, con desprenderse de la preocupación por el futuro. Lo hace también gracias a otras herramientas cotidianas en aquellos verdosos años, como el cómic, que antes llamábamos tebeo o TBO, clave asimismo también en nuestra formación como viajeros capaces de movernos intelectualmente con soltura en el Salvaje Oeste: Manos Kelly, el teniente Blueberry, Mac Coy… O merced también al cine con la citada Gerónimo, Pequeño Gran Hombre, La legión invencible o Soldado azul.
“Make America Native Again!”, clama desde la delantera de su camiseta Wes Studi, el por ahora último Gerónimo del cine. Eso no va a suceder, claro. Hace tiempo que los casacas azules triunfaron y que, desde la Casa Blanca, Langley y los despachos de los bancos y las multinacionales preparan, sin saberlo, su propio y ruin final, un jaque mate sin enemigos, sin combates a la antigua en desiertos o praderas, sin la grandeza de medirse con un grizzly. Entretanto, merced al sortilegio valdemariano y fronterizo, los pieles rojas… ¡viven! Y de paso, nos ayudan a nosotros a seguir en esta brecha y esta espera. ¡Ya queda menos!
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