FLAMENCO POR ZURBARÁN

FLAMENCO POR ZURBARÁN

6 de agosto de 2024 0 Por Ángulo_muerto
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JOAQUÍN ALBAICÍN

Sobrevuelan el mundo y se posan de árbol en árbol sobre él artistas flamencos que han hecho historia en el Carnegie Hall de Nueva York o sido la atracción bailaora de lujo del fundamental Café de Chinitas madrileño pero, sin embargo, aún no han debutado en Fuente de Cantos. Son cosas que, en un pueblo entrañable, pero -secuela de la Desamortización de Mendizábal- con poco árbol, se trata de ir solventando. De momento, ya se ha logrado -lo ha logrado Salomé Pavón- en estos dos casos, el de Jerónimo Maya y el de Jordana Pavón. Por cierto que la excentricidad de que, en el homenaje a Paco de Lucía celebrado en la Gran Manzana y en el Carnegie no figurase en el elenco Jerónimo, que sí compartió como solista cartel con él -y con Sabicas– y, además, precisamente en el Carnegie, es uno de los grandes enigmas de la temporada y casi diría uno que de la historia del devenir de lo hondo. No es cosa de ponernos a resolverlo ahora, claro.

Es ya la sexta Noche de Arte Flamenco de los estíos de la patria chica de Zurbarán y empiezan los artistas a concurrir en la Plaza de la Constitución, donde Luisa Durán, concejala de Cultura, aguarda con toda la logística puesta ya en pie. Ardiente en días pasados, la temperatura se ha morigerado un tanto e, imantada por el atractivo cartel, la afición afluye, abigarrándose en el lugar pese a celebrarse hoy en la villa dos bodas con sus subsiguientes saraos.

Se inicia la noche, como es costumbre en esta cita, con el cante desde los balcones de Salomé Pavón, Ismael Solomando y Alejandro Vega por toná, heterodoxa la de este último, más por Quintero, León y Quiroga que por los Pelaos o Manuel Torre, pero con su sello y, ya que tenía a su lado a la nieta de Caracol, su lógica.

Rota la salva de aplausos y ya vueltas las miradas hacia el escenario, se luce Jerónimo Maya, que viene de ofrecer en Sanlúcar un concierto por invitación de otro guitarrista de altura, Gerardo Núñez, con dos bulerías. La primera, el Corazón Maya de su más reciente disco, Pureza y solera. Y en las dos acompañado por Ostalinda Suárez, que con su flauta aviva los alvéolos de cada tema, y esa percusión fluida y sin fisuras de Josué Suárez, el más joven cajonero de la saga Porrina. Desde aquel concierto neoyorquino de su niñez, tiende uno -o tiendo yo- inevitablemente a asociar a Jerónimo con una época que por edad no vivió, la del Manhattan secreto de Sabicas, Mario Escudero y Manitas de Plata, pero de la que es indiscutible epígono y a la que pertenece por derecho propio.

Impresionan a ley a la afición congregada ante el escenario el incontestable peso de sus sugerencias y rasgueos, las genialidades sacadas por su zurda de un diapasón que es en sus manos una mina de cromatismos y todo un mundo de sonidos en gran medida inéditos, un arca del tesoro ilustrativa de las cotas alcanzadas a día de hoy en majestuosidad por el flamenco. Lo dice Juan Vargas en los camerinos: “Está Jerónimo, y luego estamos los demás”. ¡Fuente de Cantos se lo merecía!

Le sigue Ismael Solomando haciendo vibrar su garganta por malagueña para abandolarse después antes de regalarnos el oído por fandangos, fiado a las réplicas de las seis cuerdas siempre tonantes y viriles del citado Juan Vargas, guitarra de temple y punzadas. Cantaor rifado con razón para el baile en la tierra extremeña, es también sobrada la valía de Solomando en el cante alante y suenan con fuerza los olés y aplausos en su honor.

El baile llega esta noche de la mano de Jordana Pavón. Muchos apreciaron en su día en la televisión -y recuerdan- el carisma de aquel baile suyo en cazadora de cuero y con Antonio Canales que Youtube y las redes sociales han perpetuado. Su hermana Soraya -calco femenino de Caracol su rostro- se suma en el compás al resto de los artistas. Invoca el danzar de Jordana por soleá por bulerías el cante de este Ismael Solomando de personales acentos y la salida salvaoreña de un Alejandro Vega al que no solemos ver en la faceta del cante atrás y se acuerda de Caracol y Ramón El Portugués. Planta de bailaora de raza, morenos andares sobre el tablado, marcha hacia Egipto -como se decía antiguamente- vendiendo a dos reales pescaditos de la captura de 1992, la generación flamenca –Camarón y Paco- que ha vivido pese -y también gracias a- su entronque con Rafael El Gallo y la madre de éste, la gran Gabriela. ¡Una alegría volver a verla sobre las tablas!

Brilla luego como solista Ostalinda Suárez, reciente triunfadora en el homenaje a Porrina estrenado en Flamenco y Fado y hoy inspirándose en Ravel. Y llega el turno de Alejandro Vega y Juan Vargas por tangos y Levante, palos -tangos con ese deje portugués y minera tan doliente y, pensando en su sobrina Remedios Amaya, tan de la casa- por los que se ha convertido Alejandro en un diáfano referente.

Esta de Salomé Pavón con Jerónimo Maya a su izquierda es una de las veces -o noches, pues esto del flamenco es nocturno- en que con mayor intensidad y categoría hemos escuchado cantar y tocar por siguiriyas. Facultades, conjunción de almas, inspiración, imaginación, naturalidad, verdoso duende… Un todo, en fin, que viene a compensarnos de la reciente destrucción por un rayo del llamado Árbol de Merlín en el bosque de Brocelandia. Leeremos luego -en el Hoy, que es lo suyo- que un luthier extremeño ha viajado hasta allí para recoger parte de la chamuscada madera del roble y fabricar con ella gaitas. Con la del cante y toque por siguiriyas de esta madrugada podría tallarse un mágico violín.

Reciente aún el llanto por la partida de Luisa Ortega, igualmente en la soleá por bulerías hay en la garganta de Salomé y los rasgueos de Jerónimo peso y poder, y pensamos mientras los escuchamos en otra dinastía -esta, torera- surgida también de Sevilla y que llora desde la víspera la partida al Cielo de Pepe Luis Vázquez, a quien una sola faena convirtiera para siempre en consentido -que dirían en México- de la afición de Madrid. Y nos vienen a la retina las fotos en El Ruedo de Pepe Luis padre y Cagancho embarcando para México despedidos por Manolo Caracol… Un genio del cante a quien también gozosa e inevitablemente recuerdan Salomé y Jerónimo por fandangos tras haber encandilado además por alegrías y con el poema de Pareja Obregón dedicado a la saga de los Ortega, única sevillana -aparte, faltaría más, de la de Camarón– con sentido en un festival flamenco. Dúo incendiario, en fin, al que se espera a finales de agosto en Pamplona y en septiembre en el López de Ayala de Badajoz.

¡Parpadea ya en el firmamento la estrella del fin de fiesta! Como hay artistas que se han desplazado para asistir a la Noche de Arte Flamenco, tras anunciarse que la del año próximo estará dedicada a La Kaíta, se unen a sus compañeros en el escenario ésta, Paulo Molina, Carmen La Parreña y sus hijas Carmen y Manuela. Reluciente y dorado en el anular su anillo de Tutankhamon, nos regala La Kaíta -que estará también en Pamplona- enduendados espasmos por tangos en una de las mejores intervenciones que en los últimos tiempos le hemos visto. Inspira luego, con ecos de Lebrijano y Enrique El Extremeño, el eco poderoso y broncíneo de Paulo Molina el baile por bulerías de Carmen -ya bailaora en ciernes de subyugante estampa- y la pequeña, bella e inspirada Manuela. Y otra vez, despedido por una tempestad de aplausos, parte el elenco entero hacia Egipto al son del galope de los corceles de Lole y Manuel.

Noche de evocaciones de los Pavón y La Serneta, de aires ciganos, de plantes bailaores de esos de haber visto al Güito, de melenas rizadas por soleá, de olés y suspiros… llevados por el viento en volandas, por cada esquina y hasta el centro de cada corazón de la concurrencia, en el solar de un pintor de áureos claroscuros. No sé si será por tratarse del pueblo de Zurbarán o por organizar mi mujer el festival, pero a mí me gustan los flamencos que vienen a Fuente de Cantos, porque su rumorosa melodía y su regio zapateado me recuerdan igual al bordonazo de Ramón Montoya que al violín de Stephane Grappelli, al rasgueo de Los Amaya que al piano de Arturo Pavón o El Aspirina, al rajo de Juan Talega que a los andares de Dean Martin. Por eso, aparte de por cuestiones logísticas, siempre vuelvo… Y siempre les invito. ¡Hasta el año que viene!