PROVIDENCE NO ES DETROIT

PROVIDENCE NO ES DETROIT

19 de enero de 2024 1 Por Ángulo_muerto
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Las religiones más completas parecen ser aquellas en el que el elemento pesimista está mejor desarrollado. William James.

Dieciséis relatos (dos de ellos colaboraciones) y un breve ensayo integran esta primera y extensa antología de Matt Cardin publicada en español. Sin duda, como novedad bibliográfica (2021), es de las sorpresas más agradables que el tiempo me ha deparado en los últimos meses,confirma la suposición sin duda sesgada de que el genero terrorífico anglosajón se mantiene en buena forma.

El autor se define en su página web: soy un escritor de ficción y no ficción, desde hace tiempo me ocupo de la intersección e implicaciones mutuas de la religión, la espiritualidad, el horror, la creatividad y la cultura. También escribo sobre la no dualidad, lo paranormal y las tendencias culturales distópicas y apocalípticas.

Los textos incluidos abarcan desde 1998 a 2012. La cuidada edición de “Dilatando Mentes” tiene un formato estéticamente peculiar. Tanto el “Prefacio”, situado al final, como las ilustraciones son obra de Luís Pérez Ochando, a quien no dudamos en felicitar.

La visión que el autor nos da, en el breve ensayo con el que se presenta la antología, que fue publicada en inglés con el titulo de To Rouse Leviathan, es crudamente gnóstica, en la variedad marcionista, anclada en las convicciones seminales del judaísmo y el cristianismo. Muchos relatos exponen, de manera general, tramas bastante refinadas donde los personajes asumen existencialmente la farsa del mundo, entendido como voluntad y representación, explorando los contornos de una verdad imposible y atendiendo fundamentalmente a categorías como “abismo” o a los caprichos de una deidad poderosa, asaz terrible e inexplicable. Como se dice en algún lugar, creo yo que injustamente, la divinidad está loca y lo sobrenatural es su locura. Pero es preciso que llegue el escándalo, aunque ¡ay de aquellos por los que llega el escándalo!

En cierto modo podríamos caracterizar a este autor, que se mueve en el entorno de la Weird Fiction (a partir de ahora “ficción insólita”), como un Lovecraft que hubiera leído a fondo la Biblia dejando de lado su cosmovisión mecanicista y materialista. Todo ello en función de visiones personales y revelaciones místicas aterradoras que permiten atisbar en nuestro mundo, y en el devenir que experimentamos en él, “otra cosa”… una percepción de este como prisión carente de sentido. Lovecraft fue ateo pero Cardin no lo es. A destacar entre otras, con relación a esta última mención, las narraciones: La condena de la carne, Un nuevo corpus paulino o Apuntes de un copista demente.

Una reconstrucción pertinaz de lo dado en clave de desfiguración y deformidad, proceso en marcha que ya denunció Philip K Dick como parte del proceso entrópico de desontologización que sufrimos, y que constituye la joya de la corona de la abominación posmoderna (Uždavinys), añade novedad, exotismo e incertidumbre a relatos que cuentan en su mayoría con personajes bien construidos, muy alejados de lo estrechamente estereotípico tan común en el género. Muchas de las narraciones, de marcada orientación religiosa, se encuentran permeadas por un existencialismo de fondo de corte nihilista que desafortunadamente no bebe en Camus, que no fue nunca comunista ni antihumanista, sino en fuentes impuras como Heidegger o el anfibio estalinista Sartre. Ambos, curiosamente, favoritos del entorno académico norteamericano: una de las fuentes básicas de emisión de deterioro y negrura global perpetrada desde lo que antes fuera un gran país. La iluminación no es una gran broma amistosa, por mucho que se haya difundido esta memez entre los seguidores de una de las mentiras más aceptadas en los círculos bien pensantes del mundo occidental: el budismo zen. De ser algo, sería una broma pesada de la que muy difícilmente van a poder reírse, o aprender hacerlo, los afectados.

No es factible en cualquier caso deconstruir (desmenuzar) el Apsu aunque estemos viviendo, como se señala en algún lugar del libro, una guerra entre niveles de realidad… Lo que he calificado en otro lugar, con referencia al detestable “realismo especulativo”, de “insurrección telúrica”. Pero voy a permitirme una cita larga de Jacob Böhme, antes de proseguir la exposición, para que el lector pueda calibrar aquello de lo que estoy hablando:

Toda esencia y vida sensible ha venido del Mysterium Magnum como de un flujo y réplica de la ciencia divina; en lo que hemos de comprender dos cosas, la libre voluntad del abismo y el uno esencial de la voluntad, y cómo ambos son una réplica del abismo en cuanto fundamento de revelación divina, cómo son dos y sin embargo sólo uno, y de ellos ha salido el tiempo y el mundo visible junto con todas las criaturas y han entrado en una hechura. (La negrita es mía)

Y es que estos relatos, que se pueden y deben leer prioritariamente como disfrute, sin duda una de las maneras más inteligentes de estar en la vida, también son un indicador metafórico, para lectores avisados, del profundo nihilismo enmarcado en una intensa decadencia cultural, política y moral que afectaba a la Norteamérica de la época en que fueron elaborados. Poco antes del 11S y culminando con el núcleo de la presidencia de Obama, uno de los mayores farsantes que ha ocupado la Casa Blanca…lo que ya es decir. Por descontado continuamos dando tumbos, como cometas agotados, y las cosas siguen empeorando de manera acelerada.

La afinidad de Ligotti con el autor, que es mutua, se entiende en gran medida desde esta circunstancia histórica. Aunque las diferencias entre ambos, de las que no voy a hablar aquí, resultarán manifiestas para un lector mínimamente sensible.

Es recomendable empezar el libro por el ensayo introductorio de Cardin pero yo continuaría con el “prefacio”, situado al final, de Luís Pérez Ochando. En cualquier caso ninguno va a quedar decepcionado porque estas narraciones, alguna de ellas bastante largas son, casi sin excepción, de una gran calidad. No voy a destripar ninguno de los relatos, en la mayor parte de los cuales se explora el pánico ontológico, una manera cursi de referirse al horror cósmico, desde perspectivas laterales que muchas veces culminan en confrontaciones directas con el horror. Un ejemplo de lo que hablo es El dios de la hediondez.

Relatos de temática fundamentalmente clásica sobre cuestiones como el Diablo (El diablo y la deuda), el vampirismo (Parajes desérticos), lo apocalíptico puro (De quimeras y entes grotescos) o distopías futuristas sanitarias (Prometeo poseído) adquieren con el tratamiento que les da Cardin un aura original, esencialmente ominosa e inquietante, que absorberá la atención del lector. También “un hombre en llamas que grita en sueños” y peculiares revisiones de los textos sagrados seminales del cristianismo, perpetrados en ambientes diversos que conducen a la locura, podrían servir igualmente como ejemplo.

En todo momento está presente la consecuencia terrible que tiene para los protagonistas esa fantasmagoría del siglo XXI que resulta de suponer, sin fundamento alguno, una conciencia mejorada del mundo interior y exterior adquirida por desprendernos del ego, en la que estamos supuestamente implicados aquí y ahora como sociedad quizá incluso como especie. Lo peor como enemigo de lo malo comienza a reinar sin disputa y esto tiene graves implicaciones en la imaginación, no sólo literaria. Demasiada California para el cuerpo, amigos. Estos relatos están en las antípodas de Black Mirror, la serie de televisión que nuestra distopía en ciernes ha consagrado como “visión obligada” para mejor mutilar los recursos de la vida mental e interior a través de la mortificación y pulverización guiadas del genero fantástico.

Entre los relatos que más me han gustado están dos relacionados con la pintura, protagonizados por artistas que exploran en su quehacer creador las fronteras mismas del lenguaje y lo real. Ambos están coescritos con Mark McLaughlin y son extraordinariamente eficaces y curiosos.

En continuidad con la obra de Lovecraft (Providence) han surgido, tras la etapa de Arkham House, nuevas generaciones de escritores que trabajan en el campo de lo que ha sido dado llamar Ficción Insólita (Weird Fiction). El más conocido e influyente de estos, aunque no el mejor, es probablemente Thomas Ligotti (Detroit, 1953). Es sin duda en el ámbito de su influencia donde encontramos a Cardin. Aunque como puede comprobar el lector, la obra de este profesor de la Universidad del Norte de Arkansas supera muchas veces en riqueza, temática y calidad literaria al autor de Grimscribe.

 

Gran parte de los elementos esenciales del genero insólito están íntimamente relacionados con las psicogeografías, tanto externas como internas. Lovecraft habría perecido si hubiera continuado en Nueva York y no hubiera retornado a su antigua y querida ciudad nativa: su vida onírica e imaginativa estaba intensamente arraigada en el tiempo y el espacio histórico y arquitectónico de la vieja metrópoli. Lovecraft era un caballero y un amante de la tradición clásica, no un personaje desarraigado pletórico de convicciones funestas, producto en gran medida de la ingesta de drogas psiquiátricas (sin duda las más perniciosas) y/o de inmanencia charvaka y resentimiento. Ligotti no en vano nació y habitó una ciudad en su periodo más intenso de corrupción y derrumbe.

Para comprender mejor esto, la divergencia entre Lovecraft y Ligotti y la importancia que tiene tomar conciencia de ello para comprender el devenir de la Ficción Insólita como subgénero, recomiendo la lectura del ensayo de Cardin, The Master´s Eyes Shining With Secrets: H.P. Lovecraft, que puede ser consultado en la página de Ligotti. Allí se aborda una polémica sobre el fondo literario de Lovecraft que poco antes de morir cuestionó haber escogido en un determinado momento de su trayectoria literaria el género de horror sobrenatural, y se lamentaba por no haber adoptado como modo de expresión el poema en prosa. Ligotti, que prefiere la ficción anterior de Lovecraft, hace hincapié como modelo en el relato La música de Erich Zann (1921). Todo ello tiene como entorno una polémica entre Cardin y Joshi bastante interesante.

Con relación a lo que estamos insinuando hay que prestar especial atención a las diferencias que encuentra Cardin entre la ficción lovecraftiana y ligottiana. En Lovecraft hay casi siempre una referencia a los abismos cósmicos, a la Naturaleza, cosa natural, por su paganismo de fondo y su hostilidad abierta a las religiones establecidas que en su época eran una variante del judeocristianismo, aunque ya estaban a punto de ser fagocitadas por el paradigma supuestamente secular de “la muerte de Dios”. Estas preocupaciones no existen para Ligotti, cuyo pesimismo nihilista procede de una exploración deconstructiva del espacio interior muy del gusto de su tiempo; el nuestro vive ya sus consecuencias. No todas las exploraciones del espacio interior son deconstructivas o nihilistas, como es el caso de J.G. Ballard. Ligotti en cierta manera presta alas literarias a las contraontologías que son ya abiertamente postuladas desde el posmodernismo y el transhumanismo, y como apóstol de una variante de nihilismo no es rara su adhesión al socialismo.

Las contraontologías no son variedades de geometrías no euclidianas y, dijera lo que dijese Mark Fisher, la depresión psicológica no es un factor ontológico relevante. Y no lo dudes, querido lector, la influencia de Ligotti en la fantasía post lovecraftiana es mucho más perjudicial que la de August Derleth, demonizado por algunos por ser católico. También es cierto que el final del siglo XX y el primer cuarto del siglo XXI está manifestando una profunda y anárquica reordenación de las realidades que muchos califican ya de “posthumanas”, en un contexto creciente de enajenación mental y miseria moral. Estamos entrando, al menos de manera provisional, en una nueva edad oscura, y eso requiere de un amplio acervo de falsos profetas y profetisas. Muchas de “ellas” con pelo de colores.

La oscura senda de una ciudad muerta no es Providence…pero Lovecraft era ¡racista!

Terminamos con una cita de una entrevista de Cardin a Ligotti, que incluyo en mi reseña de Noctuario:

Posiblemente no pudiera escribir nada que no reflejase mi profunda aversión a todo lo que existe. Suponiendo que algo tuviera que existir, mi mundo perfecto será aquel en el cual todos experimentaran la anulación del ego. Lo que quiero decir es que nuestra conciencia como seres individuales y únicos tendría que desaparecer. Seguiríamos funcionando como seres humanos reducidos a sus necesidades básicas: alimentación, vivienda y vestimenta. La vida no será ya como es aquí y ahora. No sería necesario (2006)

HIZO DE LAS TINIEBLAS SU ESCONDITE

Matt Cardin

Dilatando Mentes Editorial (Alicante, 2021)

Postdata: Una nueva religion anda en ciernes desplegando sus tentáculos entre nosotros, fabricada para mejor uso de los designios del Foro de Davos y del papa Francisco, entre otras instancias voluptuosas y resilientes. Ligotti, y no solo él, constituye uno de sus blasfemos eslabones…