SHIN GODZILLA
29 de septiembre de 2023Lecturas totales 3,491 , Lecturas hoy 3
Frank G. Rubio
SHIN GODZILLA (Godzilla Resurgence. Japón, 2016; 98 min)
Director: Hideaki Anno y Shinji Higuchi
Intérpretes: Satomi Ishihara, Hiroki Hasegawa, Yutaka Takenouchi, Akira Emoto, Kengo Kora.
Guión: Hideaki Anno
Shin Godzilla, cuya traducción aproximada sería “el resurgir de Godzilla”, es el film número 31 de la serie dedicada al adorable monstruo marino (kaiju) que surgió de las profundidades de la imaginación del nipón Ishiro Honda (1911-1993) hace ya la la friolera de 62 años, en 1954. Curiosamente son 31 días también los que ha estado presente la película en las pantallas norteamericanas. Está dirigido por el creador del “anime” Neon Genesis Evangelion y por un destacado especialista en efectos especiales. Lo primero que hay que decir de este film es que pretende recomenzar desde cero la mítica eclosión del implacable monstruo-metáfora; como había propuesto hace un par de años uno de los dos Godzillas norteamericanos, en concreto el de Gareth Williams. No deja de ser interesante que la acción se desarrolle en un Japón donde nada saben de Godzilla, pues de lo contrario el desarrollo de la trama habría sido muy distinto; podríamos habernos ahorrado treinta minutos de metraje y no habríamos hecho otra cosa que ganar en agilidad expositiva y diversión.
Un yate navega sin tripulación por las aguas de la bahía de Tokio, abordado por las fuerzas de seguridad será el epicentro del evento mortífero en torno al cual girará la película. La emergencia desde las profundidades de un monstruo marino, que acabará llegando a tierra, mientras las autoridades hacen un seguimiento minucioso de su devenir y debaten que decisión tomar, será el punto de partida de una serie de vicisitudes que, en la medida que nos concentremos en la criatura y los efectos especiales que hacen verosímiles sus devastaciones, darán como resultado una aventura bastante entretenida.
El cruce de gorila y ballena, animales que tanto enternecen a la civilización occidental y no me pegunten por qué porque si propusiera alguna respuesta sólo podría ser provisional y ofensiva desde el punto de vista de las supersticiones “verdes”, era concebido hasta ahora, en el país del Sogun y Toyota, como metáfora de fuerzas devastadoras vinculadas al uso bélico de la energía nuclear. Una de las nada inocentes innovaciones en el guión de esta película, precedida en ello por la de Gareth Williams antes citada, consiste en tener como horizonte no los sucesos seminales de Hiroshima o Nagasaki sino los eventos del 11 de septiembre del 2011: el presunto accidente de la central nuclear de Fukushima y el maremoto posterior. En el cine, como en política, más cuando hay tanto dinero invertido y la fabricación de simulacros adormecedores para los usuarios de la cochinada llamada Nuevo Orden Mundial se ha convertido en auténtica industria, nada es casual. Gran parte del metraje muestra de manera crítica los procedimientos gubernamentales nipones, que andan tan enfangados en la burocratización de las decisiones como cualquier sociedad contemporánea. En la pantalla se combinan las devastaciones, que emulan en una primera fase los efectos del asunto Fukushima y tan convenientes son para las constructoras a posteriori, con la manera que tienen los dirigentes políticos y científicos de tomar decisiones. En principio esto no está nada mal por ser un vector satírico y sociológico que equilibra la acción, al menos durante la primera hora del film aunque termina por volverse reiterativo. Atención a la primera aparición de Godzilla: monstruo mutable que resulta, en su primera fase como de oruga, parecidísimo a los dragones que desfilan en el Año Nuevo Chino. Similitud nada inocente que destaco y que cobrará un carácter subliminal, como veremos mas tarde, en concurrencia con otros desarrollos. Porque nos encontramos con un film político por los cuatro costados, político-grotesco como corresponde a la generación eunuca y rampante a la que va destinado. Los héroes principales serán tres: un joven asesor ingenioso y tenaz, una moderna y descocada jovencita que resulta ser una norteamericana de origen japonés protegida del Presidente de los USA y las Fuerzas de Autodefensa de Japón.
En la primera etapa, antes que nuestro héroe (dada la entidad del personal bípedo filmado no puede ser otro que el monstruo) cambie a su forma más acorde con el arquetipo de siempre, la organización de los científicos y burócratas es festiva y abierta; como reflejan en su marketing ciertas empresas de Silicon Valley. Tras la obvia y triunfal resistencia del ente, por cierto el más alto de la historia de la serie (118,5 metros), a ser barrido por casposas armas convencionales todo acaba militarizado de un modo u otro. La apología de las Fuerzas de Autodefensa de Japón unidas a los norteamericanos, que no dudan en verter bombas a mansalva sobre el honesto dragón, es sistemática y resulta desagradable por la intencionalidad aviesa que esconde. Para el mastuerzo celtibérico medio esto no significará nada pero sospecho que un espectador chino sabrá sacar factor común, sin demasiada necesidad de doctorado alguno expedido en la Universidad de Shangay. Obvio imaginar a potenciales visualizadores norcoreanos, a los que supongo entregados a rituales perpetuos de genuflexión ante el Líder.
Película pues con metraje excesivo y excelentes efectos especiales, adobada con una carga política que, no por grotesca que sea, deja de estar presente a lo largo del film. Para los interesados en la componente política de esta película y, en general, de toda la serie de Godzilla confrontar el artículo de Jordan Zakarin. Como en todos los totalitarismos emergentes la aportación juvenil es imprescindible, al joven burro del siglo XXI se le gana con la tecnología, la autoestima engendrada en grupo de pares sesudamente intervenido y algún paradigma femenino de baratillo diseñado ad hoc (el simulacro eterno); como el encarnado por la deleznable criatura que acaba insinuando puede llegar a convertirse en Presidenta de los Estados Unidos en un futuro, sin duda, mega distópico. The Ugly American es una bella japonesa, adoptada y adaptada.
Vomitiva pues en muchos sentidos, salvo que todo sea una sutil sátira (¿podría serlo?), pero divertida en cuanto a los efectos especiales que, no obstante, carecen de la intensidad que en el pasado le otorgaban los anónimos actores disfrazados de T. REX chapoteando inarmónicamente sobre maquetas de ciudades desmoronadas. El monstruo queda postrado en situación de congelación provisional; como encarnación que es de la fuerza del destino y asimilado al vecino chino o norcoreano preludia sin duda ineludible secuela. No olviden retorcer la cola del Dragón…