LOS HIJOS TERRIBLES DE LA EDAD MODERNA
29 de septiembre de 2023Lecturas totales 916 , Lecturas hoy 2
Peter Sloterdijk
Biblioteca de Ensayo SIRUELA. Madrid 2015.
Libro brillante y ameno lleno de sorpresas y guiños, escrito con magistral ironía, que aplica creativamente la filosofía del viejo “cabeza de pólvora” a tratar de elucidar los horizontes en ciernes de una civilización desafortunadamente extendida a la totalidad del globo terrestre y que hace aguas.
Llegarán por centenares pero no por nacimiento.
R.A. Lafferty “Toda la gente”.
Frank G. Rubio
Desde la perspectiva de la deriva de las dinámicas civilizatorias este libro, subtitulado con precisión: Sobre el experimento antigenealógico de la modernidad, echa luz sobre la cada vez más evidente crisis que afecta ya no sólo a los países enfeudados al proyecto ilustrado europeo, nacido en la vieja Europa y trasladado manu militari por la vía de las finanzas a todos los pueblos por la filial norteamericana, sino incluso a lugares recónditos de este no mundo al que ahora denominamos “planeta”. Tanto en las profundidades oceánicas, como en las más recónditas cavernas del globo, se comienza a tomar conciencia de la mutación no generosa y delicuescente que está teniendo lugar en la “superficie”. No va ser fácil detener a la cucaracha humana sin un proceso drástico de desinsectación (esto, obviamente, no lo dice Sloterdijk)
Durante milenios los eventos básicos de transmisión de cultura eran provistos por procesos generacionales de sustitución que implicaban imitación, repetición y presencia virtual (?) de los antepasados, obviamente acompañados por abundantes errores de copia. Con la Modernidad, cuyo surgimiento se atribuye erróneamente a la Ilustración o al Renacimiento por muchos (este libro ayudará a desvelar la auténtica genealogía de la motilidad antigenealógica), se sustituye paulatinamente la imitación por la innovación; la moda sustituye a la costumbre.
La imitación no genealógica se denomina actualismo y en el límite, que ya estamos viviendo y que el autor se ocupará de mostrar analizando diversos pensadores significativos, vehículos destacados de la dinámica civilizatoria moderna, se llega al desiderátum de sustituir el devenir histórico por procesos sincrónicos. Esto último sólo puede hacerse sobre un suelo nutricio de difusión sistemática de lo anómalo y lo ambiguo, servido por los medios de comunicación audiovisual y el auge de la tecnociencia. La metamorfosis kafkiana como proyecto planetario se hace posible por alcanzar los vectores demográficos y comunicacionales determinada masa crítica, hay un aspecto etológico en todo esto del que desafortunadamente no se ocupa el autor. La catástrofe en ciernes empuja las velas hacia un no futuro que nos anuncia un determinado tipo de presente, no menos rígido que aquel al cual en el pasado lejano eran presuntamente arrojados nuestros ancestros, cuando imperaban las más estrictas reglas consuetudinarias dictadas por, quien sabe qué, fetichizadas memorias o presencias fundadoras; el detestado y mal comprendido patriarcado, sin duda.
Libro brillante y ameno lleno de sorpresas y guiños, escrito con magistral ironía, que aplica creativamente la filosofía del viejo “cabeza de pólvora” a tratar de elucidar los horizontes en ciernes de una civilización desafortunadamente extendida a la totalidad del globo terrestre y que hace aguas. Quizás porque no es fácil reconstruir al completo un barco en alta mar, como proponía el mentecato socialista Otto Neurath en los años 20.
Del après nous le déluge de la Pompadour, persona exquisitamente moderna por su superficialidad, su feminidad luctuosa, su desmedida influencia sobre el Poderoso (que diría Schmitt) y su ceguera, sin duda no aclarada por sus orígenes plebeyos…de “la favorita”, repito, a las idiocias “teóricas” asumidas por la Academia norteamericana, y gran parte de la europea, basadas en las concepciones rizomáticas del tándem Deleuze/Guattari, han transcurrido más de doscientos años de aportaciones intelectuales que ponen en cuestión descarnadamente la ascendencia como mecánica de transmisión y de conformación de las dinámicas psicocivilizatorias. Voltaire, Sade, Jefferson, Emerson, Stirner, Marx, junto con los citados parisinos del momento (ya rancio del 68), son explorados como eslabones básicos de un proceso de continua involución. Por descontado que ni el evoliano ni el aceleracionista, vinculado este último a la estulticia de moda denominada “realismo especulativo” y simpatizante de “la izquierda de la ruina”, convencidos de su propia y trascendental importancia en los procesos socio-cósmicos, pensarán así. Con estos pensadores, auténticos fuegos fatuos en aguas estancadas, y sus “aportaciones” se cierra un libro que se inició magistralmente mostrando la carga de profundidad que la noción de pecado original, elaborada por el peculiar platónico y ex maniqueo que fuera Agustín de Hipona, engendró en el imaginario occidental.
La deriva hacia el abismo de la bastardía como fundamento societario y la institucionalización de la ruptura entre generaciones y el borrado del pasado, evidente en los desvaríos de las vanguardias artísticas del siglo XX que aún pernoctan en grotescas y epigonales constelaciones de fealdad y oportunismo, legitimadas de un modo descarado por Bancos y gobiernos, son expuestas por el autor analizando la obra de diversos autores como De Maistre, Chernichevski o Nietzsche o explorando momentos significativos del devenir histórico que abarcan desde 1793, con la ejecución de Luís XVI (un acto repulsivo y “democrático”), hasta la consagración con Nixon en 1971 de la política de “cambios flotantes” que señala el comienzo de la epifanía del dólar como moneda mundial , sustituyendo al oro, de cuyos amargos frutos aún no nos hemos recuperado.
La Modernidad es la época en la que la heredabilidad de las desventajas se convierte en objeto de conflictos abiertos. En Europa se forma en el XIX la figura político dramatúrgica del proletariado, noble colectivo de bastardos llamado a la Revolución. Mito opiáceo que precede al entorno, en el que ya nos encontramos, de las vainas. La creciente eliminación de diferencias genealógicas, de la cual la Academia norteamericana se ha convertido en portavoz privilegiado, genera condiciones psicopolíticas a largo plazo que muy bien podrán poner en entredicho la coherencia y la supervivencia de la civilización. Una invasión sutil extraterrestre no operaría de una manera muy distinta.
El libro está lleno de hallazgos brillantes sobre esta cuestión de las generaciones, a la que tan interesadamente se ha desprovisto de atención por esa forma de brujería institucionalizada, y legitimadora de despotismos que no quieren decir su nombre, que llamamos “ciencias sociales”. No puedo evitar citar algunas jugosas referencias sobre el arte contemporáneo, fórmula asumida y prestigiada de difusión de idiocia vinculada desde el comienzo a las transformaciones de la economía: hacia la hegemonía de la sociedad de crédito y del capital financiero.
“Con la cesura de la modernidad se derogan en el ámbito de las artes plásticas los estándares conseguidos y se les escarnece como obstáculos “académicos” a libertades creativas. En lugar del círculo autorreforzante de la pericia aparece un régimen de infracciones autorreforzantes contra la regla, si, incluso una metarregla de las desviaciones autorreforzantes de lo esperado, hasta la rebaja petulante de todas las expectativas respecto a la esencia artística del arte. Desde entonces el segmento pop del negocio del arte actúa a la ofensiva al nivel de la basura, como si hubiera que practicar la doctrina de que sólo lo que es menos que arte puede ser ya arte auténtico, e incluso más que arte”.
Siempre en una huida/caída hacia adelante por mor de la bastardía universal.
Ya en la Antigüedad Alcibíades, con respecto a Sócrates, y Sócrates, con respecto a su amada polis ateniense, habían introducido profundas fisuras en los mecanismos de transmisión. Platón y Pablo, a su manera, siguieron ese camino endosando sus propias doctrinas a sus maestros que habían tenido el buen gusto de no existir o de no haber dejado nada por escrito.
El individuo “libre” europeo es el consumidor final de subversiones de cuyos comienzos nadie se acuerda. Los “hijos terribles” vienen precedidos de padres atemorizados que reniegan de sus descendientes por considerarlos imprevisibles. El caso de Edipo es analizado con inteligencia, saliendo por fin del marasmo teórico en el que el psicoanálisis sumergió al personaje. El mito psicoanalítico no es otra cosa que otra maquinación sacerdotal procedente del siglo XX que ha sido Eldorado de las medias verdades. Durante el XXI (esto es de mi propia cosecha) probablemente la humanidad en pleno, convocada por la civilización global y su fracaso, realizará su propio camino a Damasco, durísimo y contundente, en el que los supervivientes (que serán muy pocos) podrán levantar cabeza por fin, tras milenios de despropósitos, maquinaciones y locuras inducidas por las más tenebrosas escolanías de la desorientación que se atribuyen a sí mismas monopolios infundados y pedestres sobre la demiurgia.
La inmanentización artificiosa y forzada de la experiencia auspiciada por los antimetafísicos profesionales, recluidos en la Física contemporánea, la Cibernética o la Teoría de la cultura, se sostiene en paralelo al advenimiento de una sociedad global, generada por la imposición de las finanzas, de un régimen implacable de corte tecno estructural. Lo autorreforzante tiene un límite que ya se está alcanzando y que concluirá con la entrega del poder a las máquinas inteligentes y la fusión de los “últimos hombres” con lo mineral y lo discontinuo. Una petrificación avant la lettre (esto tampoco lo menciona Sloterdijk, pero no es contradictorio)
Guste o no escucharlo, el origen de la regresión/mutación psicocivilizatoria basada en la hostilidad a lo genealógico viene de la Edad Media y del cristianismo. Pero dejemos que sea el autor mismo quien nos lo diga con sus propias palabras:
“Grandes partes de la humanidad han perdido su orientación en el proceso de las generaciones. Ya no confían en la estabilidad de las etnias que ofrecieron desde siempre, gracias a la fuerza soberana de la reproducción, un contrapeso a los individuos mortales. La modernización genealógica, cuyos comienzos pueden localizarse en los movimientos místicos del “Occidente” tardo medieval- provenientes de los impulsos antigenealógicos del Nuevo Testamento- ha alcanzado a comienzos del siglo XXI un estadio que conlleva una situación de agregado sin precedentes en lo que se refiere al pasado, presente y futuro. Este “futuro”, descubierto y desarrollado a partir del siglo XVIII, va cambiando de cualidad ante nuestros ojos. Perdiendo cada vez más su encanto como espacio para ensayos de la inteligencia proyectante. El futuro se convierte en protocolo del clima, en tiempo de reembolso y reconversión de la deuda. Las exigencias vetero y neoconservadoras de ascendencia como fuente de futuro ya no pueden ocultar su impotencia. No pueden reconstruirse los navíos en alta mar. Por ello Heidegger, cuando dijo que sólo un dios puede ya salvarnos, quito el suelo bajo los pies del futurismo”.
Toquemos madera no sea que se le ocurra a alguien algún simulacro de Parusía, dotada como está la civilización global de una sensibilidad (sic) y un acopio de técnicas sin precedentes para los efectos especiales; incluso podría hacerse verosímil, con la adecuada y sostenida campaña de marketing, alguna ingeniosa reclamación genealógica relacionada con extraterrestres a lo Daniken. Cosas peores y más increíbles se han intentado, y a veces han tenido éxito, en ese lugar de la desventura humana y la locura que llamamos Historia.
La verdad, creo, tiene futuro, que lo tenga también el hombre es mucho menos claro. Pero no puedo evitar un presentimiento en cuanto a cuál de los dos es más importante. George Steiner.
Germania dixit, jaja…ya, la genealogía de la etnia, antes hiperbórarios que de la tierra hueca, jaja… la culpa fue de Constantino….