DESTELLOS DE LUNA

DESTELLOS DE LUNA

28 de septiembre de 2023 1 Por Ángulo_muerto
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Frank G. Rubio

 

Pioneros de la Ciencia-Ficción japonesa.

Daniel Aguilar

Satori (Gijón 2016)

Destellos de luna de Daniel Aguilar es una introducción enciclopédica al poco conocido, por los lectores españoles, mundo de la Ciencia-Ficción japonesa; abarca desde sus comienzos hasta casi mediados los años sesenta, cuando tuvieron lugar los primeros paseos por el espacio de rusos y norteamericanos.

Libro de exquisita factura estética y técnica, como nos tiene acostumbrados Satori, contiene centenares de ilustraciones escogidas con excelente gusto la mayor parte de ellas en color. El libro incluye también un minucioso índice de películas, con sinopsis, y otro de obras del escritor Juzo Unno (1897-1949), pionero indiscutido de la Ciencia-Ficción en la Tierra del Sol Naciente al cual la dictadura de lo “políticamente correcto” ha mantenido hasta hace poco en un injusto olvido.

Tras su brillante incursión en el género fantástico japonés con sus Susurros de la otra orilla Japón sobrenatural (publicado también por Satori) Daniel Aguilar ha vuelto a probar suerte en solitario. En el pasado fue coautor de numerosos trabajos sobre el cine nipón (Yakuza cinema (2005), Japón en negro (2008) etc.) sin obviar su acertada y dedicada tarea como traductor (Osamu Dazai, Rampo Edogawa, etc.)

Destellos de luna sigue la evolución del fantástico japonés, en su faceta de ficción científica, desde sus orígenes, localizados de manera convencional en 1868: fecha de instauración de la Era Meiji, considerada una “revolución”por los historiadores, donde tuvo lugar el inicio de un proceso de occidentalización del extenso archipiélago dirigido por una fracción de la clase dirigente autóctona triunfante tras una breve guerra civil. Ni qué decir tiene que las raíces son mucho más antiguas y están íntimamente relacionadas con la cosmovisión religiosa de corte animista del sintoísmo, la religión originaria del legendario Cipango. Daniel Aguilar se ocupa de aclararnos, con erudición y estilo inteligible y ameno, estas exóticas cuestiones.

La recepción acelerada y exhaustiva del “corpus” científico y técnico occidental, dirigido desde la cumbre de la pirámide política, provocó un gradual cambio en el “zeitgeist” de las lejanas islas del Extremo Oriente. Julio Verne comenzó a ser traducido en 1878 y el
Frankenstein de Mary Shelley lo sería, a su vez, en 1889. Pero es el siglo XX el momento en que los émulos de los “anticipadores” literarios occidentales alcanzará su cenit.

Uno de los platos fuertes de este libro es la inclusión de tres relatos, traducidos expresamente para este volumen, y por ello absolutamente novedosos, del citado pionero Juzo Unno. “Pulp” nipón de la mejor factura, con elementos marcadamente grotescos y sadomasoquistas, no exento de humor negro de factura surrealista, donde científicos locos perpetradores de insanos experimentos e invasores vegetales, que no vegetarianos, procedentes de Marte, desgranan las más inesperadas y peculiares peripecias.

Esencial en el desarrollo del género fantacientífico nipón, tanto en el plano literario como en el cinematográfico, es el desarrollo compulsivo que tras la Segunda Guerra Mundial tuvieron las tres tecnologías en las que eran pioneros los vencidos alemanes. Energía nuclear, tanto para usos pacíficos como militares (de la que Japón saboreó en 1945 dos primicias); carrera espacial, iniciada con las armas secretas de Von Braun y los primeros ordenadores que, obviamente, fueron utilizados desde el principio para joder al personal; por lo demás devenido ya en esa época, que es la nuestra, en una rama antropológica degradada vinculada al societarismo termita.

En lo que estamos ahora ya, ni te cuento; tampoco te lo va a contar la Ciencia- Ficción, aviso.

Tras 1945 las autoridades de “ocupación” se dedicaron a censurar y destruir gran parte del acervo cultural japonés de las últimas décadas para mejor introducir a los orientales en los misterios sublimes de la democracia de masas, en la que andamos ahora todos bastante apelmazados; los vencidos se acoplaron a ello como pudieron y terminaron realizando sutiles y creativas emulaciones paralelas a las manifestaciones de la cultura dominante. De esta circunstancia surgió el kaiju eiga, el cine de monstruos japonés, del cual la entrañable criatura Godzilla constituye el representante más que destacado.

No voy a sustituir la lectura de este libro con demasiada información, sólo señalar que a partir de 1947 se renueva el panorama literario en la Ciencia-Ficción japonesa con la llegada de un escritor como Shigeru Kayama (1904-1975) y también tiene lugar la aparición del primer manga, obra de Osamu Tezuka (1928-1989), autor del seminal El extraordinario hombre del país subterráneo; Tezuka es en cierto modo el sucesor espiritual de Juzo Unno. Un año productivo este en el que tuvo lugar el “incidente” de Roswell y nacieron la CIA y David Bowie.

En 1953 tendrá lugar la proyección del film norteamericano: El monstruo de los tiempos remotos, dirigido por el ucraniano Eugène Lourié e inspirado en un relato de Ray Bradbury, cuyos efectos especiales corrieron a cargo del mítico Ray Harrihausen. En 1954 la colaboración de tres nipones influidos por esta película engendró el cine de monstruos japonés protagonizado por entidades colosales arcaicas sublimemente devastadoras: el kaiju eiga. Había nacido Japón bajo el terror del monstruo (Gojira) la primera entrega del muy honesto reptilón, Godzilla.

Un productor: Tomoyuki Tanaka; un escritor: Shigeru Kayama y un director: Ishiro Honda junto con especialistas cualificados, tanto en los efectos especiales como en la banda musical, hicieron posible la emergencia de este influyente arquetipo de la cultura de masas. Sólo los imbéciles, numerosísimos en los ambientes intelectuales “serios”, pensaron era una fantasía adecuada “sólo para niños”. Ese mismo año, casualmente como todo para los lerdos, se realizaron pruebas nucleares norteamericanas en el atolón de Bikini que tuvieron, entre otros efectos secundarios, terminar lentamente con la vida de los infelices tripulantes de un atunero japonés. Las delirantes y aterradoras escenas de la destrucción de Tokio contenidas en Gojira, ya un clásico, le valieron ser considerado un seudo film exploitation de mal gusto por la crítica oficial.

Ishiro Honda, con una amplia filmografía, en la que incluyen varias secuelas del telúrico kami, de la que cobrará conocimiento leyendo este libro, realizará en 1963 la excelente Matango, inspirada en un relato de William Hope-Hodgson.

Y ya no continúo el lector encontrará en este libro información, como ya he señalado minuciosa e inteligente, sobre los desarrollos del género fantacientífico nipón desde sus orígenes hasta 1965 tanto en su aspectos fílmicos como literarios.

ZUUL MUTHAFUCKA ZUUL!!!!!!!

No lo digo yo, lo dice Godzilla.