TÓMATE OTRO CAFÉ
4 de agosto de 2022Lecturas totales 1,098 , Lecturas hoy 1
Francia Íñiguez
Varios amigos y conocidos me han pedido últimamente más información sobre No te suicides… todavía. Me preguntaron, entre otras cosas, si tras el carnaval de 2020 y 2021 sigo sosteniendo lo que cuento en el libro. Como yo no soy articulista y no sabía muy bien por dónde empezar, he utilizado estas preguntas como base para escribir esta reseña. Surgió además el reto de realizar una entrevista audiovisual; una idea que en un primer momento me hizo sentir bastante incómoda, pero que luego decidí aceptar con el mayor entusiasmo posible, precisamente porque en dar pasos así consiste el auténtico crecimiento… y lo que yo misma predico. No te suicides… todavía no sólo es un ensayo sobre el suicidio: también es una reflexión sobre lo que implica una vida plena.
La mayoría nos quejamos de la vida, de lo que la vida nos hace. Está claro que hablamos de “la vida” refiriéndonos a lo poquito que percibimos de ella en nuestro entorno inmediato, enfocados obsesivamente en nuestros sesgos personales; nunca a la miríada milagrosa de posibilidades que un planeta entero puede ofrecer. Y sin embargo cuando se nos ocurre una idea hacia el cambio nos entra la flojera, nos da miedo, vergüenza, o simplemente pereza. No quería ser yo un ejemplo más de esto.
Hoy más que nunca hacen falta personas que se quiten las barreras autoimpuestas para ser ellos mismos. Durante estos dos últimos años, un grandísimo porcentaje de la población mundial se ha sentido sola. Sola, en todos los sentidos en los que alguien se puede sentir solo. Especialmente aquellos que no digerían bien las medidas impuestas a la fuerza sin una explicación o un debate coherentes. Qué ironía tan atroz: millones de personas sintiendo lo mismo, que se sienten solas. Yo no hago muchas incursiones fuera de mi micromundo, pero mis amigos empezaron a contarme que a raíz de la fiesta las tasas de suicidio se habían disparado. Tocando otra pregunta que también me hacen mucho, suelo bromear diciendo “no me suicido por no contradecir al libro”. No, es broma. No he vuelto a tener ese pensamiento sostenido en el tiempo lo suficiente, aunque sí he tenido momentos en los que me planteaba si no podía ser una solución más digna que algunas barbaridades que nos ha tocado vivir. No para mí, desde luego, pero podía entender por qué otras personas no eran capaces de ver la luz al final del túnel.
Lo que yo haría si fuera el caso, sería elegir la peor barbaridad que en conciencia desearía hacer desaparecer, la más accesible, y plantearme un reto: a partir de hoy me voy a dar un año para ayudar a cambiar esto y dejar el mundo más limpio de lo que está ahora. Si después de un año intentándolo de veras no he cambiado nada o ha ido a peor… es buen momento para tomarse otro café. Tal y como yo lo veo hoy en día esa opción es más divertida que decidir desde qué barranco me tiro. Y al fin y al cabo, si estás con un pie ya en el barranco… ¿qué pierdes? Antes de irme yo abriría la caja de Pandora. Y ya que me pongo, invocaría a Thor. Y de paso les echaría un buen bistec a los perros de Tindalos.
Podría parecer que los problemas que azotan el mundo hoy son muy distintos de los de antes, y que hoy tenemos más razones para ir a la salida de emergencia. Puede incluso parecer que los problemas de hoy no se pueden solucionar por mucho que uno cambie desde dentro, pero no es cierto. Lo que no ha cambiado es la falta de imaginación y de libertad con que nos permitimos buscar soluciones. Me encanta eso que encontré en un cuento de Jorge Bucay, de que hay puertas que están cerradas porque nadie las ha abierto y otras que siguen abiertas porque a nadie se le ha ocurrido cerrarlas. A día de hoy no cambiaría nada sustancial del libro, aún consciente de que no es una obra para todos los gustos. Aunque por mí habría escrito 50.000 veces “si te quieres ir, perfecto, pero antes, prueba a atreverte a eso a lo que nunca te atreviste”.
Impecable!!
Cualquier otra palabra, estaría de más.
Abrazos, my dear