LA BESTIA DE GÉVAUDAN

LA BESTIA DE GÉVAUDAN

30 de marzo de 2022 6 Por Ángulo_muerto
Spread the love

Lecturas totales 2,834 , Lecturas hoy 1 

Abel Chevalley

La biblioteca del laberinto S.L.

(Miraflores de la Sierra, 2021)

Frank G. Rubio

Entre la “crónica de sucesos” y la “historia de las costumbres” fluye ante nuestros ojos este texto inmenso en el que se mezclan la ficción y la realidad. Sin ello es imposible acercarse a la verdad, en el mundo sublunar, en los días finales del Kali Yuga… Publicado en 1936, tres años después de la muerte de su autor, narra de manera novelada una serie de acontecimientos atroces. Despedazar y devorar humanos aunque sea parcialmente, bien sea que algunos de ellos tengan tierna edad, merece este calificativo en nuestra cultura; incluso cuando las coordenadas espaciales y temporales de los hechos los sitúen en una zona geográfica de la Occitania, con una superficie ligeramente menor que la de la provincia de Madrid, unas cuantas décadas antes de la revolución francesa…Aún no había sido desmembrada Francia en “departamentos” y el espacio no había sido “geometrizado” por los agrimensores de la guillotina. De ahí, quizá, lo borroso de los acontecimientos que llegan a nosotros envueltos en una atmósfera de sortilegio, a fuer de la precisión de este texto no exento de poesía. Es conveniente recalcar la intensa atención que le prestaron las publicaciones periódicas de la época (Gazette de France, Courrier dÁvignon) lo cual no aclaró obviamente nada a los coetáneos. Quizá todo lo contrario, como descubrirá el lector atento.

A mediados de junio de 1764 aparece muerta una joven campesina de 14 años, cerca de un pueblo cercano a los limites entre Ardèche y Lozère. Lo más interesante de este caso concreto, dado que diversos investigadores han dado cuenta que los crímenes (vamos a llamarlos convencionalmente así) se habían iniciado ya antes, en 1763, es que la victima había sido enterrada… sin sacramento, habiendo sido asesinada por la Bestia feroz.

Tres años de muertes y mutilaciones a veces diarias, otras cada mes o cada semana, jalonan la vida de los habitantes de una zona geográfica extensa aunque apartada. Supervivientes, testigos, los saberes de los autóctonos…atribuirán a un lobo peculiar, la Bête, los espantosos acontecimientos. No obstante no falta quien señale sensatamente que algunas de estas muertes horribles pudieran haber sido crímenes hábilmente camuflados. Poca cosa más humana que el crimen y la época no conocía por entonces métodos adecuados de investigación policial.

Los lobos eran temidos en Francia y aunque su número era sensiblemente menor que el de la canalla humana con la que compartían ecotopo, los encuentros entre ambas formas de vida se saldaban muchas veces con el fallecimiento y canibalización de las bestias de cinco dedos. ¿He dicho “canibalización”? He dicho. Permanecían aun lejanos en el tiempo los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y las insensatas teorías ecologistas y científicas actuales. Los lobos eran fundamentalmente temidos y despertaban aversión. No se buscaba con ellos hermandad alguna como ahora, signo de los tiempos sin duda más que homenaje consciente a San Francisco de Asís, y no era fácil para los habitantes de la zona, que practicaban el pastoreo entre las montañas, confundirlos con otra cosa que con lo que eran. Los testigos y supervivientes hablaban siempre de un lobo peculiar, tan peculiar que cuando recitaban sus características resultaba ser “otra cosa” muy posiblemente. Demasiado tímido, con frecuencia en posición erecta, inmune a balas y heridas…Y esta incógnita, junto con los horrores imaginarios que toda muerte sangrienta depara a los animales de rebaño, es otro de los enigmas que explora este libro notable y fascinante.

En 1763 terminó la Guerra de los Siete Años, la primera guerra global, que dio cumplida cuenta del primer imperio colonial francés. En 1764 murió Madame de Pompadour (1721-1764). Plutón entraba en el medio cielo de la carta natal de Luis XV (1710-1774) y con todo mi desprecio, por las almas seculares y republicanas, señalar que lo que era malo para el Rey era malo para Francia. Como se vería 33 años más tarde, aproximadamente. No se vivía en el mejor de los mundos posibles, como había aseverado el muy superficial Voltaire (1694-1778) y había mostrado claramente en 1755 el terremoto de Lisboa. Los acontecimientos de Gèvaudan formaban parte sin duda de esta secuencia inquietante e inapelable de signos y portentos que para la dinastía de la Flor de Lis culminarán afortunadamente, aunque de modo provisional, con la derrota de Napoleón (1769-1821) y la entrada de los ejércitos del zar Alejandro I (1801-1825) en París.

Una fuerte concentración de monumentos megalíticos en esta región, que Carlomagno (742/747?-814) había denominado “gabalitanus pagus” y que había formado parte de las posesiones del reino de Aragón con Jaime I (1208-1276), que se la vendería a San Luís (1214-1270), se hallaba diseminada sobre esta tierra arcaica; plena por entonces de iglesias y castillos y que luego será uno de los enclaves más inexpugnables de la Resistencia francesa. ¿Pudo tener algo que ver la tierra misma como influencia? Algo de esto se insinúa en este libro, lleno de horrores y maravillas, que escruta el pasado con mirada de halcón.

No es cuestión narrar ahora, de manera imperfecta, lo que el lector hallará mas que bien expuesto entre sus páginas en una experiencia que le predigo satisfactoria y trepidante. La edición es excelente, con una buena traducción, incluyendo numerosas y muy logradas ilustraciones antiguas. Va acompañada de un Prólogo minucioso de Olivier y Laetitia Marchal que pondrá en antecedentes a los lectores sobre preliminares y hechos posteriores básicos relacionados con la Bestia.

Al arquetipo de las Victima, representado por los más débiles (mujeres y niños, aunque hubo también algún que otro adulto dotado de falo), y al de la Bestia, supuesta su conformación lupina (individual, colectiva, exótica, incluso domesticada o guiada…), hay que añadir el de su némesis: el Cazador. Preste atención el lector a la curiosa sucesión de “expertos” enviados para acabar con la triste y abundante acumulación de muertes, mutilaciones y encuentros desasosegantes en bosques y caminos desolados. Dragones, el Arcabucero Real, cazarrecompensas varios, miles de vecinos colaborando y rastreando zonas ingentes…incluso clanes ambiguos de imitadores de Diana a los que una versión cinematográfica contemporánea (Le Pacte des Loups. Dir: Cristopher Gans. France 2001) convierte en una sociedad secreta, desfilan por sus paginas en representación de este arquetipo. Hoy desdeñado y hostigado por una sociedad gazmoña y enferma consciente de la humanidad, sin duda vicaria y “en construcción”…del babuino.

Abel Chevalley (1868-1933) conocedor de la lengua inglesa, a la que dedicó parte de su vida como docente, fue diplomático y ocupó puestos oficiales en Pretoria, Noruega y el Caúcaso. En este ultimo lugar, durante los años 20, conoce de primera mano la revolución rusa en una etapa especialmente conflictiva: la disputa por el dominio de Georgia entre bolcheviques y socialistas.

Me niego, y con ello me repito, a destripar la trama narrada por un presunto antepasado del autor pero no puedo evitar citar un par de anécdotas a las que podemos calificar de “bibliográficas”.

Como ejemplo de visión sectaria del evento, expuesta con la osada vulgaridad ramplona a la que nos tienen acostumbrados nuestras “charos” patrias, escasamente alfabetizadas a pesar de haber pasado muchas de ellas por la universidad, es interesante (e insoportable) la lectura del artículo de Ana Morillas Cobo que encuentra en el fenómeno nada más y nada menos que “violencia machista encubierta”. En cuanto al artículo de Wikipedia en castellano señalar que, al menos en algunas de sus partes, incrusta traducciones automatizadas escasamente revisadas que distorsionan gravemente la experiencia lectora. Este asunto algorítmico y traicionero comienza a ser preocupante; es denunciado sólo por lo bajini para no ofender a “camaradas” de la profesión. Hemos encontrado.o nos han comunicado, rastros de tan descarada y abyecta práctica en algún libro de Alan Moore (Jerusalén) y alguna biografía exhaustiva reciente sobre Aleister Crowley.

La Bestia ha nacido

de todo lo que somos…