Cuentos del Tercer Mundo
31 de enero de 2022Lecturas totales 1,145 , Lecturas hoy 1
Joaquín Albaicín
Justo cierro el periódico en el que he leído que la fiscalía de Manhattan declaró ayer inocentes del asesinato de Malcolm X a los condenados hace ya cincuenta y seis años por aquel acto criminal y me viene a la cabeza, por eso de la época, otro cadáver icónico de entonces al que Ben Fountain ha dedicado un relato –Encuentros fugaces con el Ché Guevara– que da título al libro de narraciones cortas que le ha publicado Sexto Piso.
El Ché da mucho juego literario, porque uno casi lo siente o imagina como un personaje de videojuego, dando sin cesar vueltas en círculo de acá para allá, esquivando por enésima vez la misma bala, encendiendo eternamente el mismo puro a medio fumar, acostándose y no acostándose con Tamara Bunke, llegando un día sí y otro también a callejones sin salida en las sierras y junglas de Bolivia… Esa supervivencia mítica suya en el imaginario de muchos es, de hecho, la razón de ser y la música de fondo del relato.
El libro de cuentos, aparecido en 2006 en las librerías de Estados Unidos, fue el primero de Fountain y también es el primero suyo que leemos. Nos gustaría que no fuera el último, pues, si cabe hablar de personas reales que se han convertido en personajes de ficción, también es larga la lista de caracteres de novela –Long John Silver, Ivanhoe, Dorian Gray…- a los que sentimos como vivos y dignos, pues, de pasar a la Historia como si hubiesen caminado sobre la Tierra en calidad de individuos de carne y hueso. Valga de ejemplo Vessel, ese pianista decimonónico a quien los franceses tienen por alemán y los alemanes consideran judío y que, por su parte, no siente pertenecer a más mundo que el de la música. Nacido con dos dedos anulares en su mano diestra, el puñado de páginas que le dedica el escritor de Carolina del Norte deja a uno ganoso de saber más de sus andanzas. En cualquier caso, su historia y la de su heredera espiritual -tan de ficción que parecen reales- sirven a Fountain para desgranar como quien ordena las notas de una sinfonía perdida un descriptivo mapa de la xenofobia.
Otro personaje cuyo grado de realidad resulta dudoso es la amante sobrenatural de cuya existencia, de regreso de Haití tras participar en la Operación Defender la Democracia y abrazar el culto vudú, da cuenta a su mujer un soldado, con la consecuencia de que, impaciente por poder disfrutar de la pasión marital tras meses de guardarle ausencias, ha de apechar la Penélope con que, dos días a la semana, su marido “duerma” con dicha beldad del mundo sutil. Aunque se la describe como rubia, hemos imaginado a la perpleja esposa con los rasgos de Elise Schaap, la Danielle de Undercover (titulada Operación Éxtasis en la parrilla española de Netflix). Al fin y al cabo, los estadounidenses no dejan de descender de herejes holandeses y alemanes.
Hay en los relatos de Fountain mucha ambientación haitiana e inspirada en general por ese Tercer Mundo donde viven emboscados dictadores, guerrillas, la CIA, traficantes de armas… Ese al que viajan estudiantes y periodistas ignorantes de cómo funciona el mundo y del que los soldados vuelven al hogar con experiencias sobrenaturales y demás cacaos mentales cosidos al petate y al alma… Y es que los revolucionarios pueden ostentar nombres de guerra que recuerdan a la horchata de chufa, pero lo normal es que, en un pronto, te lancen una ráfaga de balas o te cercenen una oreja. Atesoran, en fin, sustancia literaria. Encuentros, pues, estos de Fountain, fugaces pero con molla.