Flamencas de armas tomar

Flamencas de armas tomar

8 de octubre de 2021 0 Por Ángulo_muerto
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JOAQUÍN ALBAICÍN

Mi héroe de juventud fue el comandante Ahmad Shah Masud, El León de Panjshir, que durante años presentara fiera batalla tanto a los soviéticos como a los talibán. De ahí que, desde principios de septiembre, no dejara de sentirme fascinado por el hecho de que, transcurridos veinte años de su asesinato, el nombre de Masud, cuya personalidad tanto me subyugara, volviera a aparecer, junto con el del valle de sus legendarios combates, por doquier en los medios de comunicación como si aún siguiese vivo. Pero más aún me sorprendió asistir una madrugada en Fuente de Cantos, en la propia terraza de mi casa, a una conversación mantenida en torno a dos gin tonic y en la que Salomé Pavón estaba comentando a la clarinetista Esther Rodríguez Viñuelas su idea de promover una gala benéfica en favor de las familias afghanas acogidas en Extremadura en calidad de refugiados.

Sentí casi como si Fuente de Cantos se hubiera convertido en una de esas atalayas desde las que, en el Hindu Kush, la guerrilla del hijo de Masud resiste la ofensiva talibán. Sólo me faltaba que el León de Panjshir tocara a la puerta. Y me serví un whisky, claro.

Se trataba, escuché, de que todas las artistas participantes en la gala fuesen mujeres, por cuanto era de esperar -y rápidamente se habían conocido muestras de ello- que la existencia cotidiana de las afghanas se fuese a ver especialmente reducida a situaciones opresivas en extremo. Había que sumar, por supuesto, como integrantes a título virtual del elenco a Los Makarines, que accedieron generosamente a que su tema Madre Tierra oficiara como mascarón de proa de la velada. Por otra parte, el flamenco se presentaba como vehículo ideal para materializar esa ayuda, pues hablábamos de un país donde el poder ha sido tomado por una secta cuyos escuadrones, en sus visitas de casa en casa en busca de eventuales opositores a los que formular una advertencia, lo primero que comprueban es si en esa vivienda hay discos o instrumentos musicales, que proceden de inmediato a destruir. Dicho en corto: la música y el baile están prohibidos. En el Afghanistán de hoy, guardar bajo tu cama dos ametralladoras pesadas y diez granadas de mano no es cosa que preocupe a nadie, pero tener un laúd sobre el sofá te puede costar muy caro.

Al amanecer, todo empezó a fluir. Las principales flamencas de Extremadura ofrecieron su participación desinteresada y, si alguna faltó en el cartel, fue sólo por cuestiones de tiempo, compromisos personales ineludibles o haberse enterado tarde. También las instituciones (la Diputación de Badajoz, la Consejería de Cultura, el CEMART y el Ministerio de Igualdad) así como los ayuntamientos de Badajoz, Almendralejo, Fuente de Cantos, Bienvenida, Llerena y Monesterio, la peña flamenca de Fuente de Cantos o empresas privadas (Stac Árt Diseño de Ángel Cabezón, Asun Solís Distribuciones, Tesela Comunicación y Javier Pardo con LEKO) hicieron piña, aportando cada uno lo que bien pudo, de modo que el Teatro López de Ayala fue puesto en un tiempo record a disposición de las bautizadas como Mujeres Flamencas Extremeñas.

Al final y bajo la dirección artística de Salomé Pavón… veintisiete mujeres para un memorable 27 de septiembre, casi víspera de la festividad de los Santos Arcángeles. Ese día, al tiempo que, de camino al teatro, escuchábamos a Javier Rodríguez Viñuelas historias de la Plaza Alta y de la batalla de La Albuera y pasábamos junto a la estatua de Porrina y el graffiti de Bambino, manifestaciones de mujeres recorrían las calles de distintas ciudades afghanas y grupos de opositores se alzaban en armas en varias provincias para sumarse a la resistencia encabezada desde los riscos del Panjshir por Ahmad Masud, vástago del León.

Por aquí, por el frente pacense y en tiempos tan difíciles para la música en directo, vino el López de Ayala a registrar un lleno hasta la bandera, debiendo lamentarse sólo la caída a última hora del cartel -muy a su pesar y por razones ajenas a su voluntad- de Esther Merino, recentísima triunfadora en Madrid, Cristina Delgado y Carolina La Chispa, ya en la calle sus tientos en el disco de Radio Abisinia. Presentaron Laura Zahínos, directora del programa Entre Palos y Quejíos de Canal Extremadura Radio, y Mehrad Alizadeh, de la Fundación CEPAIM, encargada de canalizar hacia las familias afghanas el producto de la taquilla.

Desde que se alzó el telón con las flamencas cantando el manifiesto de Los Makarines y sugiriendo tantas cosas y tantas lágrimas negras con el aleteo de sus velos, la emoción se patentizó y palpitó como comprimida en un puño en el pecho del público, haciendo estremecer como uno solo los corazones de la totalidad de los presentes. A partir de ahí, todo fue in crescendo. Los ecos por siguiriyas y los cantes de fragua al compás del martillo sobre un yunque recuperado de una fragua abandonada de Bienvenida pusieron simbólicamente de manifiesto lo luctuoso de la situación por que atraviesa a día de hoy y en su propio país la mujer afghana. El baile por alegrías espolvoreó la semilla de la esperanza. Y la entraña del fandango y el sabroso compás de la soleá sirvieron de puente de transición hacia una exuberante fiesta por bulerías y tangos envuelta por un colorido flamenco que recordaba, desde luego, mucho más a la indumentaria tradicional de las afghanas que el sayón con perfiles de mortaja que pretende imponer la ignorancia de los talibán.

Procede subrayar que hablamos de artistas que en muchos casos no habían actuado nunca juntas y a las que, dependiendo de su lugar de residencia, no siempre resultaba fácil desplazarse, pues de ningún modo nos hallábamos ante una producción con un millonario promotor detrás. De ahí que lo primero que sorprenda sea el hecho de que con sólo un par de días de ensayo haya logrado ponerse en pie con tanto gusto y de modo tan coherente, llamativo, emotivo y bien hilado, con tanta seriedad escénica, un espectáculo a cuyo formato una compañía estable, incluidos sus técnicos de luces y sonido, no deja de dedicar al menos un mes de preparación.

Bajo la dirección artística de Salomé Pavón, decíamos, salieron a darlo todo al escenario como cantaoras ella misma, La Kaíta, Celia Romero, Nane Ramos, Nuria Clavería, Celeste Montes, Pilar La Ratita, Miriam Cantero, Tamara Alegre y Vicky González. Y entusiasmaron, lo mismo que al baile Carmen La Parreña, Fuensanta Blanco, Zaira Santos, Eva Soto, Manuela Sánchez y Pilar García. Las guitarras sonaron con enjundia en manos de Sara Castro, Inma Morales y Mercedes Luján. Soplaron virtuosas la trompeta Jessica Estévez, el clarinete Esther Rodríguez Viñuelas y la flauta Ostalinda Suárez, que en breve presenta en el mismo escenario espectáculo propio. La viola nos deleitó en manos de Rosa Escobar. Y de Madrid llegó la vibrante percusión de Noelia La Negri. Las improvisadas e inesperadas patadas por bulerías de ésta y Ostalinda acabaron de poner al rojo vivo un escenario hacía rato en incandescencia.

A tenor del resultado artístico y de contaduría, no es de descartar que tan acertado como elegante y aclamado montaje pueda verse próximamente en otras ciudades. También salimos del teatro con la impresión de que esta gala va a marcar en ciertos respectos un antes y un después en el ambiente flamenco de Extremadura, al menos por cuanto ha supuesto un inyección de ilusión en las artistas en ella participantes y extendido la sensación de que a base de pasión, decisión y verdad por delante se pueden hacer muchas cosas. Y también, por supuesto, con la de que ciertamente la vida es sueño. Aserto que sí, ya lo sabemos, tiene varias lecturas, pero que después de lo visto en el López de Ayala a las Mujeres Flamencas Extremeñas, nos suena más realista que nunca.