El Talón de Hierro: Con un siglo de retraso y una pizca de Fumanchú

El Talón de Hierro: Con un siglo de retraso y una pizca de Fumanchú

3 de octubre de 2021 5 Por Ángulo_muerto
Spread the love

Lecturas totales 3,182 , Lecturas hoy 1 

Frank G. Rubio

Retrogradar la economía supondría muy posiblemente hacer resurgir la subordinación. En ese recodo nos esperaría una terrible complicación. En efecto, la subordinación en su forma normal, como valor, está, para mejor proveer, excluida de nuestra ideología. Sólo podría reintroducirse en forma vergonzosa, patológica, es decir como opresión.

Louis Dumont.

Debo exponer al lector que el material que va a leer tras este breve párrafo expositivo fue escrito antes de que su autor, yo mismo, tuviera conocimiento de la serie de artículos (hasta ahora cinco) que bajo el titulo de Leviathandemia ha publicado Ignacio López Bru en “Kosmos-Polis”. Allá se recogen perfectamente ordenados y de manera coherente los distintos eventos e interpretaciones en pugna sobre las cuestiones que andan llenando, nuestros días y noches, desde final del invierno del 2019 y preliminares. Poco tengo que corregir o añadir a lo que Bru expone, al menos por ahora en los inicios del otoño de 2021. Sobre casi todos los temas que tocaré aquí, relacionados con cuestiones de hecho vinculadas a la pandemia o “plandemia”, encontrará el lector mejor información en esta secuencia de excelentes aportaciones.

Hay que sintetizar las cuestiones centrales antes de iniciar la singladura, en la que invito a seguirme al lector, para que este no se pierda desde el principio en el maremágnum de “informaciones” que los medios de comunicación de masas y los “expertos” derraman todos los días sobre y contra la ciudadanía. Generado sin duda con la finalidad de atemorizar, confundir y compeler a obedecer. El origen y la naturaleza de la enfermedad es sin duda un tema capital. Su atribución a un retrovirus concreto es ya cuestionable y cuestionado. Pensemos en el HIV (SIDA), muy relacionado con todo este asunto, cuya acción supuesta tuvo lugar hace más de treinta años y compartió personajes y problemáticas: Mullis, Montagnier, Fauci, Gallo…Fue acompañado de una autentica niebla mediática, absolutamente politizada, que implicó la pérdida de numerosas vidas humanas y beneficios millonarios para determinadas compañías farmacéuticas. Jamás hasta hoy apareció la vacuna prometida.

Aceptado que la COVID19 está directamente asociada al SARS-CoV-2 habrá que determinar en que medida este retrovirus, que no es una criatura viviente como lo son bacterias y hongos, está o no originado mediante procedimientos artificiales de manipulación realizados en un laboratorio. Ambas cuestiones iniciales, que tienen una respuesta menos sencilla de la que nos proponen los propagandistas de la versión oficial, tienen significativas repercusiones en la búsqueda de terapias adecuadas. El tercer punto a destacar es el como podemos conocer que alguien está afectado o no y la intensidad, carga vírica, de la afectación. Y aquí volvemos a encontrar que las repuestas no son fáciles, ni exentas de controversia. Post mortem podríamos saberlo mediante autopsias, que la OMS recomendó no hacer desde los comienzos de la declaración de pandemia; cuando se han hecho han dejado entrar luz suficiente para que nos estremezcamos por la falta de profesionalidad, lindando la criminalidad, de gran parte de la clase médica global.

Las PCR fueron desaconsejadas como medio de diagnóstico por su propio creador (ya fallecido) y sin embargo continúan siendo el mecanismo decisivo impuesto por las autoridades políticas y sanitarias para detectar los contagiados y cuantificar las muertes. Con esto se ha sellado la posibilidad de cualquier conocimiento verosímil de la evolución de la epidemia. Alemania y Merkel han sido básicos para el fraude.

Una enfermedad con una tasa de mortalidad bajísima, concentrada en las personas de más edad, provoca como reacción institucional abandonarlas a su suerte provocando decenas de miles de muertos sólo en España; no dejar actuar a la inmunidad de grupo y provocar, con la decisión de encerrar en sus casas a los sanos (algo sin precedente en la historia de la medicina), un debilitamiento generalizado de los sistemas inmunitarios individuales.

Confinamientos, PCRs mal diseñadas que detectaban la enfermedad a todo quisque, terapia letal de entubación aplicada por ceporros funcionariales que pueden y deben ser encausados por homicidio, privación de terapias eficaces que existen etc, etc. Todo ello en un contexto similar al de la China comunista, a la que se imitaba servilmente, convirtiéndonos temporalmente en un estado totalitario de facto. Y es que la parte política es esencial para comprender todo lo que hemos vivido y también lo que estamos viviendo y aceptando como normal; que ni es aceptable, ni es una “nueva normalidad”. Nos encontramos con un ataque directo a la población, su vida biológica y sus modos económicos, sociales y culturales de estar en el mundo. Agresión aprobada y llevada a la práctica por las oligarquías que gobiernan en nuestras seudodemocracias.

Hemos iniciado el tránsito, como señala Enzo Penneta, hacia una postdemocracia científica en la cual la política deviene superflua. La emergencia de la Nueva Atlántida requiere miedo inducido y uso sistemático del marketing y la propaganda para mejor llevar a cabo la demolición controlada de las naciones. Son esenciales la destrucción económica y psicológica de los habitantes. Para culminar todo este caos organizado con la propuesta de resolución drástica del asunto mediante unas vacunas, en absoluto probadas lo suficiente, y que nada tienen que ver con lo que sobre estas hemos tenido al uso hasta ahora. En esta fase queda claro que la medicalización de la política, posibilitada por el mal declarado estado de emergencia que hoy sabemos fue ilegal, forma parte de una transformación antropológica planificada siguiendo directivas transhumanistas. Entre las consecuencias más inmediatas está el sacrificio de la libertad personal ante la superchería de la salud sanitaria.

Hemos entrado por fin en la tierra prometida de las mal denominadas “vacunas” y la solución a un problema que, inventado y agravado al máximo por los responsables médicos y políticos, sin embargo continúa lejos de resolverse. Una enfermedad con un muy bajo índice de mortalidad, circunscrito fundamentalmente a un grupo de edad determinado al que curiosamente se ha abandonado a su suerte y para la que existen tratamientos eficaces, ha servido de excusa tras reformular convenientemente la OMS antes el concepto de pandemia para cargarse nuestyras libertades personales. También, como señalan mentes avezadas para realizar una operación de acaparación de capital a determinados grupos financieros, llevando antes necesariamente a la quiebra sectores enteros de la economía. Lo que Jorge S. Castro denomina Operación Acordeón que no es otra cosa, más allá del sentido técnico de este concepto procedente de los entornos empresariales, que un ajuste intenso y a escala global de empresas en un brevísimo espacio de tiempo, manteniendo intacto el capital físico y las infraestructuras del sistema, sin resistencia de la población al desastre económico y social al encontrarse confinada por causa de fuerza mayor, con un coste en vidas, sobre todo ancianos, muy pequeño en relación a la hecatombe económica provocada. Simplemente el primer golpe de Estado mundial.

En realidad es el segundo tras el 11S; siendo preciso recalcar que el modelo de sociedad hacia el que nos dirigen los planificadores de ambos eventos existe ya y es el comunismo chino. País donde los ciudadanos son vigilados de manera continuada por el Estado, en el nombre de la salud política y biológica. En realidad es el país donde se está representando con más fidelidad el guión de lo que Brzezinski llamó en 1970 “sociedad tecnotrónica”.

Los medios de comunicación entretanto, mientras no diga lo contrario me referiré a nuestro país, han generado un ambiente irrespirable donde las incitaciones al miedo y la difusión sistemática de desinformación han constituido la materia prima fundamental de su trabajo. Se ha esquivado todo debate serio sobre la adecuación científica, medica, política o económica de las medidas tomadas. Entre otras: la modificación sustantiva de la Sanidad pública y el modo como provee sus servicios a los ciudadanos. Apuesta donde sustituir lo presencial por lo telemático actúa como entremés.z.

Acabo de ver en red un debate sobre la cuestión de la Covid que pretendía revestirse con el formato de un viejo programa de televisión (La Clave). Entonces, hace ya décadas y en un contexto generalmente de alta divulgación (hoy imposible), se debatían temas de interés muy variados tras proyectarse una película de calidad. El programa tenía mucha audiencia y una clara incidencia en la opinión publica, que aun no había devenido por completo “opinión fabricada”. El director del ente, sabrosa designación, lo suprimió de un plumazo tras no conseguir que el responsable del programa lamiese su mano como un perro. Hoy, una hija de este farsante ya fallecido, ocupa el cargo de ministro de Economía militando casualmente en el mismo partido político que su papi. Hay cosas, como el más abyecto nepotismo, que sin duda permanecen incluso en la “nueva normalidad”. La emisión en red, nada de televisión, permitió a la audiencia contemplar el sonrojante espectáculo que dieron dos partidarios de la versión oficial: la ex ministro de Sanidad, predecesora del infame Illa, y el flamante Presidente del Colegio de Médicos de Madrid. Ambos representantes de la “medicina” oficial, ante la avalancha de datos y el deseo de confrontar opiniones para iluminar cuestiones clave provistas por sus tres “adversarios”, todos ellos también médicos, tomaron las del Villadiego tras una hora escasa de dimes y diretes abyectos; dejando claro con sus balbuceos, sus apelaciones a la autoridad de la comunidad científica y sus nada loables propuestas propagandísticas, el tipo humano que ejerce el poder en España hoy. La partitocracia y la sociedad civil que le es proclive son ejemplo manifiesto de la corrupción intelectual más absoluta. El partido de los “cien años de honradez”, sobre cuyos desmanes podría escribirse una enciclopedia, anda gestionando con una impericia notable que roza lo grotesco y reconocida mundialmente esta crisis sintética.

Y es que, como señala Matthew Crawford en How science has been corrupted: “uno de los rasgos más sorprendentes de la actualidad, para cualquiera que siga de cerca la política, es que cada vez estamos más gobernados por tácticas de miedo que parecen haber sido inventadas para ganarse la aprobación de un público que se ha vuelto escéptico ante las instituciones construidas sobre la acción de los llamados expertos. Y esto ocurre en muchos ámbitos. Los desafíos políticos de los críticos, presentados con hechos y argumentos, que ofrecen una imagen del mundo que compite con la consensuada, no se responden de una manera amistosa, sino con la denuncia. De este modo las amenazas epistémicas a la autoridad institucional se resuelven en conflictos morales entre personas buenas y malas”1.

Una ciencia reduccionista al servicio de la industria farmacéutica, como señala la doctora María José Albarracín, ha resultado esencial para imponer este escenario. Las discusiones estriban ahora consecuentemente en si se impone manu militari la vacuna, que no es tal sino una serie de procedimientos de terapia génica no testados suficientemente, y si se adscribe a la ciudadanía un “pasaporte Covid” de curso forzoso que sería necesario presentar para poder ejercer numerosas actividades económicas y sociales. Una ampliación e intensificación del confinamiento pero por otros medios, también el punto de partida para establecer una sociedad de castas basada en criterios biométricos legitimada por determinadas decisiones “científicas” y políticas arbitrarias. Nos encontramos en la primera fase de algo que si no es detenido por la ciudadanía, o por una mano fuerte, puede convertirse en una tiranía de corte tecnotrónico como lo es ya la China comunista con su vigilancia exhaustiva y su crédito social. En el caso de España con la sintonía filantrópica, emitida a toda potencia por los medios de comunicación oficiales, de “salvar vidas” y “reforzar nuestro sistema sanitario”. Sistema que como hemos señalado está siendo dinamitado de manera consciente, como lo están siendo el educativo y el inmunitario. Los poderes transformativos de la pandemia: otra anormalidad que quiere normalizarse. Estar gobernados por los ricos tiene sus consecuencias.

El 11 de septiembre del 2001 sonó para los oídos avisados el pistoletazo de salida que pondría en marcha profundos cambios sociales y políticos con la puesta en juego de muy duras medidas antiterroristas de ámbito internacional. Hoy ya más que a la vista tras la “caída de Kabul”. El punto de partida: unos acontecimientos diseñados a gran escala que fueron representados en Nueva York y otros lugares, aparentemente siguiendo un guión de película de serie B. Elemento clave en esta estrategia para hacer Historia desde el tablero de dibujo, para verter luego la lluvia tóxica resultante sobre las mentes humanas desde la televisión, es el papel creciente que tienen en la opinión pública los medios de comunicación de masas. Desde hace décadas los actores que ofertan en este sector son pocos, de ámbito internacional y organizados de manera corporativa; son pues personajes representativos y muy significados del capitalismo de gerentes; la variante hoy dominante del “capitalismo de amigos”. El opio catódico y digital tiene Amos.

La penetración en los “media” de los servicios secretos, en Estados Unidos la CIA lleva décadas haciendo uso sistemático de la prensa para difundir su versión de los hechos o desinformar, ha sido normalizada en la sociedad global. No olvidamos la secuela, para uso de europeos, que le cupo a España el horror de sufrir en propia carne el 11M de 2004; acontecimiento sintético de factura muy posiblemente local del que aún no se ha resuelto la autoría intelectual. Todos mintieron entonces: desde la política, la prensa y las agencia de seguridad. Y siguen haciéndolo.

Pocos y cada vez peores en la cúpula de las sociedades, como sabemos por lo que a nuestra Historia toca por Elvira Roca Barea, no es fenómeno reciente. Lo que resulta más actual es la capacidad creciente que tienen estas minorías nada selectas de imponer su voluntad a grandes masas de población. Como señalaba James Frazer: los sueños de la magia un día serán las realidades despiertas de la Ciencia. Y el mundo seguirá deslizándose a velocidad acelerada hacia su destrucción por la montaña rusa del Kali Yuga.

Las guerras y la comunicación son aquí y ahora, junto con el fisco, los poderes visibles de la clase dirigente; aunque haya otros menos perceptibles bajo la superficie. La Utopía ha derivado sin solución de continuidad al “hombre máquina” desde la “ciudad perfecta”. Para entender la locura de la Covid, como acertadamente ha clasificado este fenómeno Sibel Edmonds, que ha tenido lugar diecinueve años después de los acontecimientos de las Torres gemelas neoyorquinas, y formarnos una imagen global que permita integrar los detalles, es preciso tener en cuenta las políticas mediáticas que se han seguido en los distintos países para difundir el simulacro. Tanto en el 2001 como ahora. Y obviamente detectar a quienes benefician estas fantasmagorías que tienen como finalidad el dominio mental. Un elemento básico de esta transformación antropológica en marcha lo da la confluencia entre el capitalismo de los monopolios y el colectivismo marxista; este adopta hoy la forma de la China comunista que pocos meses después del 11S fue aceptada como miembro de pleno derecho en la Organización Mundial de Comercio.

La apatía generalizada y los enfrentamientos artificiales forjados desde los gobiernos no son nuevos, como no lo es la corrupción que era el modo de hacer política en la etapa en que el despotismo ilustrado gestionaba la Europa del siglo XVIII. Podemos decir sin temor que nos encontramos, sobre todo en las sociedades que se dicen democráticas, en una era de la inacción muy costosamente fabricada; en gran medida un experimento sociológico. En realidad llevamos transitando desde hace años, desde comienzos del siglo XXI, hacia “nuevas realidades” que no son otra cosa que la institucionalización sibilina del bloqueo a todo cambio auténtico en las sociedades y la concentración de poder en unas pocas manos. El “estado profundo”, modo rimbombante de calificar a los sujetos que llevan la fontanería de la “razón de estado”, y las grandes corporaciones financieras e industriales han tomado el mando. Algunos autores hablaban ya a finales del siglo XX de la “revolución de las elites”.

Cuando fueron adoptadas las creencias de una secta de piojosos, como religión oficial del Imperio romano, este no era ya más que una ingente maquinaria burocrática en declive al servicio de una élite decadente muy limitada numéricamente. Hoy se habla de deriva hacia la sociedad líquida, de Inteligencias Artificiales, de posthumanismo… En realidad hay una manifiesta aversión a la materia, a la sexualidad y a la alimentación que posibilita la vida, legitimada por seudoideologías vinculadas remota o directamente a movimientos de raíces “gnósticas” ya periclitados. No otra cosa es el reformateo de estas doctrinas por la teosofía decimonónica, íntimamente ligada a la generación del feminismo contemporáneo y obviamente sin conexión alguna con la Teosofía esotérica.

La crisis provocada por la Covid, iniciada oficialmente a finales de 2019 con origen en la China comunista, afectada entonces por un peligroso y generalizado movimiento insurreccional en Hong Kong, ha sido la ocasión escogida para poner en marcha un proyecto al que calificar de totalitario y utópico no puede resultar en modo alguno inadecuado. La hoja de ruta a grosso modo, supuestamente metapolítica y establecida mucho antes por otros sujetos de naturaleza también perecedera, es el Estado Mundial. Desmantelar los Estados Unidos de América es parte del plan, de ahí la caída de Trump. Si pudiéramos convertir en imágenes resumidas la historia de Occidente de los últimos trescientos años y la proyectáramos al revés, tendríamos una visualización de lo que lleva teniendo lugar desde hace décadas en nuestro mundo presuntamente liberal y democrático. Estamos retornando de modo paulatino a las condiciones del Absolutismo dieciochesco que precedió las revoluciones americana y francesa. Como todo retorno en la Historia no puede disimular un aire grotesco y sórdido de cul de sac.

La Unión Europea se ha descompuesto por completo ante la llegada del simulacro pandémico, abandonando el problema a la competencia de los estados nacionales. Reacción tardía, burocratismo, desabastecimiento… así como exaltación ritual de la sanidad publica y ocultación y manipulación de datos, han sido rasgos característicos de su reacción. Francia y Alemania por poner un ejemplo prohibieron la exportación a otros países, España entre ellos, de suministros clave. La “utopía verde” de nuestra plutocracia, rasgo definitorio de las actuales políticas de la Unión Europea, es nuestra distopía. Sin obviar las relaciones económicas privilegiadas que Alemania tiene con China, una cuestión aparte.

En 2018, en la revista The Atlantic, Henry Kissinger publicó un artículo que no tuvo demasiada resonancia pero que tiene una importancia capital para mejor comprender los acontecimientos que tuvieron su inicio el 11S de 2001 y que culminan con la crisis de la Covid. El artículo, titulado significativamente How the Enlightenment Ends avanza la idea que del mismo modo que la Imprenta alumbró en el siglo XV la Edad de la Razón, el desarrollo de las Inteligencias Artificiales que ha desbancado ya al hombre en los juegos de ajedrez y del Go, implica su cierre o cancelación. De la razón analítica que reemplazó a través del conocimiento empírico la fe y la liturgia hemos pasado a la acumulación y manipulación de datos como fundamento del ámbito decisional. El carácter personal del conocimiento humano se desvanece y los individuos mismos se transforman en datos. La información amenaza con imponerse a la sabiduría y poner punto final a la introspección y la creatividad; nuestras maquinas no están reguladas por normas filosóficas ni éticas. El mundo digital haciendo hincapié en la velocidad inhibe casi por completo la reflexión. Delirios seudofilosóficos, como las prédicas lacanianas sobre la disolución del sujeto o la “inexistencia de la Mujer”, encuentran en los desarrollos transhumanistas una inquietante correspondencia simbólica. ¿Dónde está Jung cuando más se le necesita? ¿quizá en los estudios de televisión tan similares por lo demás a la sala de pilotos de los platillos?

 

Entramos en una etapa de fines no cognoscibles, de opacidad creciente y hermetismo. Emerge una sociedad fragmentada donde son esenciales para mantener un mínimo de estructura los valores modelados por el micro grupo y el consenso, la introspección pasa a un penúltimo lugar. El impacto de Internet en política desplaza el foco hacia propósitos especializados, agravios y ofensas. Lo posthumano, afianzado en una atmósfera de profunda inhumanidad desde el 2020, sale al escenario; maestros cantores de una mediocridad intelectual difícil de asimilar lo despliegan como ideología normativa desde organismos estatales y universidades, estas últimas en clara decadencia y en gran medida patrocinadas por los grandes consorcios financieros y tecnológicos. De la automatización que constituía un medio pasamos a la Inteligencia Artificial, con cuya presencia y tutoría se determinarán en escenarios futuros los fines. Del hombre inauténtico que confrontaban Heidegger y Bataille a finales de los años cuarenta del siglo pasado, antes de la gran matanza, al enjambre cibernetico de matiz insectoidal entreverado con una noósfera digital fecalizada.

Así se comprenden mejor las aberraciones que pretende imponer Castells en la Educación o el incentivo continuado a los enfrentamientos entre la ciudadanía que, ideologización mediante, propone desde los mass media la clase dirigente. Continuamente se da salida mediática a simulacros basados en performances callejeras; el modus operandi de la Izquierda posmoderna española con cuyo concurso la Oligarquía adicta a la agenda 2030 desgobierna ya nuestro país. Misión: destruir desde dentro las naciones y sus culturas, configurando identidades fluidas que puedan ser integradas masivamente mediante 5G en un rebaño electromagnético de conectados. El pasado, todo lo pasado, es ya un estorbo.

Las Inteligencias Artificiales, continúo con el agudo análisis de este pensador europeo aclimatado en los Estados Unidos, cometerán errores más rápidos y de mayor magnitud que los seres humanos. ¿Quien sabe me pregunto si gran parte de la estrategia anti Covid no está siendo dictada, como lo han sido las concepciones sobre el “calentamiento global”, por algorítmicas configuraciones desarrolladas por supercomputadoras?

Aumenta la transparencia conforme disminuye la competencia humana sobre numerosas materias, que pasan ya a ser desarrolladas por las computadoras, y sin embargo el mundo se va haciendo cada vez más misterioso. Cambian el pensamiento humano y los valores por la confrontación, dependencia y la cada vez más cercana fusión con las máquinas. El modo de jugar de estas criaturas sintéticas al ajedrez o al go, dotadas de capacidades ingentes de acumulación de información y de datos procedentes de comportamientos virtuales en escenarios que no nos cuentan o siquiera saben ya los decisores, se basa en continuos ajustes marginales en los algoritmos que generan movimientos y procedimientos impensables. Somos testigos indirectos de consecuencias decisionales tomadas con el concurso de entes que funcionan mediante procesos extra conceptuales de aprendizaje, cuyo impacto sobre nuestro pensamiento nos es desconocido cuando no inconcebible. Vivimos eso sí en un horizonte de aceleración decisional permanente, con lo que ello conlleva de crecimiento en incertidumbre, ambigüedad e indeterminación.

Sintetizando: la Ilustración y su concepción de la razón, incubada durante la Reforma, difundió determinadas innovaciones de pensamiento mediante el concurso de una nueva tecnología: la Imprenta. Hoy otra tecnología dominante toma el relevo y busca una filosofía guía. O quizá más bien un usuario adecuado, transformable ad hoc. Identidades fluidas, repito, para la entronización de “mamá automática”: el mundo avieso y oscuro de Metrópolis, residenciado en lo digital.

 

La infiltración pertinaz en la información alternativa, que aún surge con cierto grado de espontaneidad a la contra de la propaganda oficial: cada día más unidireccional e inverosímil (no sólo sobre la pandemia sino prácticamente sobre cualquier otra cuestión), la infiltración, repito, en este campo de numerosos desinformadores procedentes de ámbitos relacionados con las agencias de seguridad, los movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales, ha generado un auténtico pandemónium en la vivencia comunicativa relacionada con la pandemia.

Aplaudir y cantar “resistiré” han sido algunas de las ridículas reacciones que gran parte de la población española ha adoptado, ante el estupor general provocado por las medidas gubernamentales; medidas extremas que han convertido durante meses en fenómenos inasequibles las realidades cotidianas más básicas a millones de personas confinadas en sus hogares. Todo ello acompañado de una propaganda incesante, vacía y mecánica, que ha utilizado como vehículo privilegiado la televisión; acompañada, no podía ser de otra manera, por el uso sistemático de los recursos propios del Estado Policial. “Plandemia” pues, como destaca Cristina Martín Jiménez, en la que incluso presuntos medios alternativos difunden la versión oficial y donde se polariza, politiza y desune sin escrúpulo. Mientras tanto, voces de fondo inyectadas subliminalmente en la cacofonía dominante, sugieren que “nos ha faltado un liderazgo mundial para poner orden” (Baños Bajo)

 

Nos encontramos, como reza el título de un libro que aporta muy diversas colaboraciones críticas con lo que esta pasando y que por ello encuentra dificultades para poder llegar al publico, con el engaño más grande en la historia de la salud. La manipulación continua de los datos desde los primeros momentos de la declaración injustificada del estado de emergencia, que disfrazó un estado de excepción, junto con la exaltación ritual festiva y grotesca de la Sanidad pública que se ha mostrado como un auténtico fiasco en su funcionamiento, son dos aspectos significativos del proceso. La nuda existencia biológica como ha señalado Giorgio Agamben ha sustituido durante el confinamiento a la ciudadanía. Fernando Genovés se ha referido a ello con precisión sintética en un libro excelente como: “Totalitarismo pandémico en la era de la globalización”.

Un oscuro profesor de negocios que preside desde los años 70 un foro de plutócratas internacionales, y que anda obsesionado con insertar chips en el cerebro a la gente para mejorar su funcionamiento, conchabado entre otros con un vendedor de software exitoso que ha invertido cantidades ingentes en bioingeniería y en la industria farmacéutica, han saltado a la palestra como cónsules de un proto Estado Global. Es muy probable así lo percibo con la información que voy deglutiendo e integrando que nos hallemos ante una conspiración de dimensiones planetarias. Acabo de leer un documento sobre el capitalismo inclusivo elaborado a “cuatro manos” recientemente por los Rothschild y el papa Francisco. Pues aquí lo tienen.

El nihilismo en el que vive sumergida hasta el cuello la sociedad occidental desde que en el siglo XX se dio vía libre a los más aterradores conflictos bélicos que ha conocido la Historia, al menos la conocida, ha dado paso a finales del siglo pasado a la corriente de pensamiento y acción transhumanista; algo más que un desarrollo tecnocrático y con el que está descaradamente relacionada la actual “plandemia”. Nos encontramos con un muy posible intento de alterar el genoma humano y de destruir el sistema inmunitario natural. La politización de las estrategias anti Covid coinciden con los proyectos de cambio social acelerado, diseñados no sólo por las elites anglosajonas sino también por las europeas y la ruso-china. La defenestración mediante agitación, violencia y fraude electoral del Presidente Trump, repito, forma parte de este escenario.

España no va nada bien, de hecho posiblemente sea el país al que más devastadoramente ha afectado la crisis, en gran medida por la insolvencia y mala fe de sus gobernantes. Su clase dirigente, de una mediocridad y potencial de rapiña ilimitado, busca la desorientación de los gobernados y carece de cualesquiera capacidad de gestión digna de ese nombre. Estamos gobernados por criminales, criminales cuyas conexiones con el narcotráfico comienzan a salir a la luz no solo en Galicia. Criminales en las posiciones más altas del Estado y la sociedad civil. Pensemos en el asunto escandaloso de la permanencia en España de Hugo Carvajal, antiguo dirigente de los servicios de Inteligencia de la tiranía chavista protegido por nuestro CNI.

En cualquier caso es a través del Estado Terapéutico como se está operando en nuestro país la metamorfosis de la nuestra seudodemocracia en totalitarismo.

El intento de encontrar un modo de planetariedad viable, como afirma la plúmbea retórica del imperialismo ecologista, tan cara a las clases dirigentes occidentales actuales y que tiene como punto de partida institucional las actividades del Club de Roma (1968) y el texto seminal para la ideología verde, inspirado en predicciones computerizadas fallidas, que conocemos como Los limites del crecimiento (1972), ha continuado difundiendo “in crescendo” su mensaje; convirtiéndose junto con las tesis sobre el supuesto” calentamiento global” en el “leitmotiv” político y económico dominante de nuestras sufridas sociedades.

Las consecuencias son más graves de lo que parece: hoy se habla ya descaradamente de “cuestionar el rol de lo humano y detener la catástrofe en curso”, de “giro planetario” y de “terraformación”. La crisis ecológica exagerada y distorsionada al máximo es el fulcro desde donde se nos quieren imponer innovaciones capciosas como la Cuarta Revolución Industrial o el Gran Reinicio con su Nueva Normalidad. Al ser humano concreto se le percibe como factor de trastorno ecológico y como vector de contagio. Si una raza extraterrestre numéricamente reducida, procedente del espacio exterior, o generada en un laboratorio, quisiera apoderarse de todo recurriría a esta estrategia: pactar con los “poderes terrenales” como los llamaba Anthony Burguess, y reducir con su colaboración a la los habitantes del planeta a la abyecta condición de neomujiks.

Una pandemia virtual para un virus en gran medida virtual, curiosamente provisto de realidad fantasmagórica y digital unos meses antes mediante un juego de guerra o una simulación, como queramos llamarla, denominada Evento 201. Un virus de origen más que probablemente artificial procedente de China comunista y que ha sido combatido siguiendo su ejemplo mediante salvajes confinamientos y la más aberrante y falaz propaganda. En cierta manera durante unos meses nos hemos convertido en una sociedad totalitaria, como la de este despreciable país que es considerado por el papa actual como un modelo a imitar.

Conforme se van disponiendo las piezas en el tablero para una confrontación bélica de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia con China va asumiéndose como oficial el criterio, demonizado al principio de manera sistemática por la prensa, de que la epidemia podía tener origen no natural. La OMS, financiada en gran medida por la industria farmacéutica privada occidental y por China comunista, fue una de las grandes soportes de los confinamientos exportados por el gobierno de Pekín a numerosos países; entre ellos la mayor parte de los europeos. También de la versión zoonótica sobre el origen.

El origen es artificial. Una hipótesis señala que seguramente ocurrió un escape procedente de un laboratorio de alta seguridad donde se investigaba una vacuna para neutralizar el posible uso armamentístico de virus mutados. Luc Montagnier (premio Príncipe de Asturias 2000 y premio Nobel 2008), Joseph Tritto (Presidente de la Academia Mundial de Biomedicina) y Peter Chumakov entre otros afirman esto. Como lo hizo desde el principio, siendo uno de los primeros en cuestionar lo que acabaría convertido en dogma oficial el teniente coronel israelí Dany Shoham; un especialista cualificado en armas biológicas procedente del entorno de los servicios de Inteligencia. La doctora Li-Meng Yan, que consiguió huir de Hong Kong en abril de 2020 y llegar a los Estados Unidos, ha dejado claro en tres documentos, el último datado el 2 de agosto del presente año y en el que responde a sus críticos entre los que se encuentra el impresentable Robert Gallo) que el virus más allá de ser producto de una investigación realizada con la técnica de la ganancia de función, prohibida por el presidente Obama en 2014 y reactivada por el doctor Fauci en 2017, es un arma biológica y que con ese fin fue utilizada.

La desinformación científica y mediática hizo lo imposible para desacreditar las teorías del origen artificial del virus desencadenante de la epidemia, en España el asunto adquirió el tono de la blasfemia, a pesar que era la conjetura más razonable por encontrarse en Wuhan un laboratorio biológico de alta seguridad y haber mostrado los comunistas en diversas ocasiones una tendencia a no respetar las normas de seguridad más básicas. Recomiendo, y voy terminando, la lectura de los artículos citados al comienzo de Bru, indispensables por aportar una síntesis muy completa; también el libro de Peter Breggin: COVID-19 and the Global Predators: We Are the Prey que verá la luz el 30 de septiembre y donde se contiene información de primera linea sobre la vinculación china con Fauci en la fabricación de la plandemia.

Me atrevo a proponer una tesis especulativa sobre las motivaciones de la vacuna, fruto de esa cooperación clandestina entre círculos sino-americanos que han planeado y desencadenado la actual crisis, tomando como referencia al politólogo rumano Radu-Golban que está publicando artículos interesantísimos sobre las raíces metapolíticas del proceso que vivimos. No duda en conectarlo en cierto modo con el viejo nazismo, cuidadosamente reactivado a través del biopoder farmacomédico y las estrategias de los grandes grupos financieros y tecnológicos globalistas cuya referencia son Davos y el Gran Reinicio de Klaus Schwab.

La restricción interesada del nazismo a racismo ha permitido que su auténtica filosofía, un biologismo eugenista estricto iniciado y desarrollado a la par en Inglaterra y los Estados Unidos, auspiciado en gran medida por las grandes empresas del sector químico y farmacéutico, haya retornado en silencio. Si hubiéramos de realizar un juicio a los personajes que hoy están participando en este funesto y letal simulacro no necesitaríamos un banquillo, como ocurrió en Nuremberg con el proceso de los doctores, sino un estadio. La agenda eugenésica de armonía con la naturaleza, reducción demográfica y del consumo, acompañada de medicalización generalizada de la población, encaja perfectamente con no demasiado viejas prácticas totalitarias.

En Schwab encontramos no sólo un discurso tecnocrático que linda con la ciencia-ficción sino elementos ideológicos ocultistas obvios. No en vano Paulo Coelho calificó a este “doctor del mundo” como “un verdadero alquimista”. Sus fantasías tecnológicas y sus propuestas utópicas se parecen demasiado a la antropotecnia bolchevique y su objetivo confeso de creación del “hombre nuevo”. Aquello que Popper calificaba de “tecnología social utópica” ha sido puesto en marcha contra nosotros. Mas que con un fascismo estaríamos frente a un ocultismo camuflado de tecnociencia: ingeniería genética, Inteligencia Artificial, comunicación directa de un cerebro a otro, desarrollo de un nuevo lenguaje y transhumanismo como herramientas para reconfigurar al ser humano y apadrinar la regeneración salvífica del planeta. La idea de consolidar las estructuras de poder para traer la utopía, no otra cosa han implicado los confinamientos, le acercan a las ramas más degeneradas y politizadas de la masonería.

Radu-Golban en un articulo no casualmente titulado: A modem for eco-conscious superhumans? nos recuerda una publicación del año 2002: un extenso volumen con decenas de colaboraciones de expertos de las más variadas disciplinas: Converging Technologies for Improving Human Performance…donde se entremezclan especialidades como nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información y ciencias cognitivas. Aquí aparecen ya objetivos bastante insanos, sea todo dicho, pero postulados de manera entusiasta: como la fusión entre el hombre y la maquina: edificando puentes. La vacuna antipandémica como resolución de los problemas globales, anunciada también por la Fundación Rockefeller en el 2010 estaba ya en el aire.

Y aquí les dejo mientras en la lejanía se hace notar el ruido de otro volcán recién despertado. ¿Tan imaginario como lo son la enfermedad y las vacunas que están trayendo con “Inyecciones de convergencia biodigital” todo esto a la “realidad”?

Son los Pretendientes aquellos con quienes nos enfrentamos, aún no es el capitán Nemo…