Vísperas de Navidad (un relato de Joaquín Albaicín)

Vísperas de Navidad (un relato de Joaquín Albaicín)

23 de abril de 2021 4 Por Ángulo_muerto
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Memorias de la Comarca de Tentudía1 (IV)

JOAQUÍN ALBAICÍN

Apetecido de una tapa de magro con setas mojada con una caña o un tempranillo, se llegó el embajador de la Rusia zarista donde los Vela. Llovía fuera y sonaba dentro Bonnie M. Desde una mesa de la terraza, cubierta recientemente por un toldo anti covid que había tapado el reloj de la fachada y dejado, pues, sin hora de Tokyo a los habituales, permanecía atento don José María Sánchez a los estampidos de los escopetazos que el campanero, Mario, pegaba regularmente a los estorninos desde la torre de la iglesia.

Entró. Lucía fachenda en la barra Manolo Cotano, maestro jubilado, hombre de peso en la peña flamenca, sesentón de buen ver cuyo cartel era mayor que el de muchos novilleros y matadores, razón por la cual en los dos últimos años, en calidad de aficionado práctico, había toreado y pasaportado en los festivales de Tentudía a casi toda la camada de Contreras, ganadero emergente cuyo debut en Madrid con una novillada de respeto pronosticaban ya los más avezados observadores. Pinchó el embajador el palillo en el magro y estudió de reojo a los demás concurrentes.

Era día de aromas literarios, pues allí, mirándose con mal disimulado recelo, mañaneaban los intelectuales locales. Sorbía el café Paco Zambrano, biógrafo de Porrina, así como del Niño de Badajoz, último bohemio del flamenco extremeño. Mojaba en el suyo los churros Juan Ramírez, autor de un tratado sobre el léxico propio de Fuente de Cantos. Y esperaba su humeante taza Julio Panea, firmante de Fuente de Cantos en la década de los cincuenta, quien en ese momento recordaba los viajes de su padre a Estoril.

-¡Entonces era cuando había que ser antifranquista! -exclamaba – ¡Con Franco vivo!

Y parecía Porrina de Badajoz mirarle con cierta sorna tras sus gafas negras y desde su retrato enmarcado junto al cartel de la zambomba de Salomé Pavón y el del comienzo de la veda de la perdiz en Bienvenida. Allí desayunaba también Javier Viñuelas, el cónsul oficioso de Tíbet en dicha villa, pensando en cómo entrar a Cotano para que aceptara ser incluido en el próximo festejo a celebrarse en ella. Y el nuevo cartero, de quien se decía que había sido escuchado murmurar entre dientes algo así como:

-¡Malditos tibetanos! ¡Quitando el trabajo a los españoles!

Un comentario que había acrecentado las sospechas ya en el aire de que era un agente de Pekín. De cualquier modo, lo que pesaba en el ánimo de todos aquella mañana era la noticia del fallecimiento de George Blake, el superespía soviético que no había superado, allá en su dacha, la noticia del anuncio por la Junta de Extremadura de que, a partir de ese mismo día, todos los bares de Cáceres deberían interrumpir el servicio a las seis de la tarde para reabrir a las ocho. ¡Toda su vida luchando por el proletariado para que a éste se le negara ya hasta el derecho a tomar un vino! Sin duda que se había enterado por el Hoy. Y, antes de cerrarlo, le había sobrevenido el colapso.

Luis El Lobo, corredor de fincas, dueño de una agencia de viajes y principal inversor en una empresa de vestidos de flamenca, lo tenía soberanamente claro:

-La gente que no lee el Hoy dormita en la inopia. Los lectores de El Mundo o El País viven ajenos a la cascada de primicias informativas suministrada por nuestro diario, que se detiene en la letra pequeña de la vida, dándole realce hasta elevarla hasta el merecido estatus de titular.

-Y ahí -apostilló don José María Sánchez- reside el quid del espionaje, en la letra pequeña.

-Así que está claro que Blake leía el Hoy.

Cotano, pinchando un higadito encebollado con el palillo como quien descabella al novillo del triunfo, no quiso pronunciarse al respecto. Quien calla otorga, suele sentenciarse desde antiguo…

Se dijo el embajador al escuchar aquello que, pese a haber ya eliminado a Blake del fichero de potenciales amenazas a la seguridad de la legación, no estaría de más elaborar un informe sobre la capacidad del rotativo pacense para quebrar a los agentes bolcheviques la moral. Aparte de que no sería el primer ni el último peón de la guerra oculta en, contra todo pronóstico, volver algún día de las sombras del Hades…

Apuró la cerveza y se despidió de la parroquia llevándose dos dedos a la altura del gorro de Astrakhan. ¡El ordenador le esperaba!

1 Todas las alusiones a personas reales, incluidas las conocidas por todos en España o el extranjero, son ficticias.