Atargatis

Atargatis

7 de junio de 2020 0 Por Ángulo_muerto
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Frank G. Rubio

 

Paul Weston

Aurora Dorada 2020

 

 

Era todo una mierda pero sentíamos que teníamos que seguir adelante de todos modos…

 

Platón (427-347 aC) en su Carta Séptimaniega a la escritura la posibilidad de expresar un pensamiento riguroso y dice: por eso precisamente cualquier persona seria se guarda de escribir sobre cosas serias para exponerlas a la malevolencia y la incomprensión de los hombres. Mantengamos pues con nosotros siempre presente esta máxima del Divino para mejor cotejar y valorar las cerca de 500 páginas de esta extensa narración que, bajo el subtítulo: Viaje íntimo y mágico entre Oriente y Occidente, ha publicado la editorial Aurora Dorada.Paul Weston es un escritor británico bastante prolífico que ha escrito sobre muy diversos temas vinculados a lo esotérico y lo “oculto”. De su pluma han salido obras sobre: Aleister CrowleyWilliam Blake, Cábala, Tarot, Geografía Sagrada británica y temática ufológica. Este libro puede entenderse como una autobiografía espiritual (o espiritualista) de laberíntica trayectoria, que hace especial hincapié en el período que va de 1990 a 1993. Por cierto que 1992 fue declarado en su momento Annus Horribilis en Gran Bretaña.

El título de la obra no obstante remite a una de las variantes de la Gran Diosa precristiana que sumerios y babilonios conocieron como Inanna o Ishtar, asociada esta última con la figura de la estrella de ocho brazos, y de la que en gran medida son variantes la Afrodita y la Venus de nuestros ancestros griegos y romanos. Esta figura concreta tiene carácter oceánico, de hecho algunas de sus representaciones la muestran con cola de pez, está vinculada a los antiguos fenicios y a los antiguos hebreos y es afín con Astarté y Tanit. Tuvo especial relevancia en su época hasta el punto que Luciano de Samosata (125-181 dC) le dedicó un interesante escrito: De dea siria. Por cierto, de los pocos correctamente redactados (cuando el autor le cita) que podemos encontrar en tan voluminoso trabajo. La portada, diseñada por el propio Weston, muestra una imagen de esta diosa en la que se perciben claras influencias del mazo de cartas creado por Frieda Harris en colaboración con Aleister Crowley (1875-1947) paraEl Libro de ThothEl autor dedica un apéndice a explicar su elaboración al final de la obra.

Weston retrocede en el tiempo para explicarnos su periplo formativo, que él desearía entendiéramos como iniciático, y nos relata como punto de partida su fascinación con el gurú hindú Rajneesh (1931-1990), también conocido como Osho, quien fuera fundador de una compleja organización que impartía la enseñanza de un conjunto de técnicas denominadas “Meditación Dinámica”. De él nos transmite una imagen selectiva e idealizada, pero no por ello inútil. El colapso del experimento utópico, de corte seudo budista, que trató de desarrollar este curioso personaje en el Oregón de comienzos de los años ochenta, tras el fiasco sangriento del experimento del Templo del Pueblo en Guayana, nos sirve como carta de presentación más que significativa del personaje encarnado en esta obra y su milieu.

 

En cierto modo también el libro es una recapitulación adolescente, fundamentada en un Diario Mágico que el autor comenzó a escribir en 1976, de la etapa vital a la que se refieren los eventos narrados. Adolescente, por la actitud y la sensibilidad como están descritos. Por sus páginas desfila una parte significativa de su vida como buscador y mago. La obra, que en gran medida por su naturaleza fuertemente sincronística debería haber tenido una estructura de mosaico más que lineal, es en muchos momentos confusa. Son tantos y tan variados los temas tratados: búsquedas psíquicas grupales en diversos lugares, rituales crowleyanos, investigaciones prácticas sobre Ovnis, ceremonias vinculadas al budismo esotérico tibetano e incluso visiones inducidas con música y drogas variadas son tantas, repito, que generan un aire indeleble infantilizador que en muchos momentos convierte esencialmente la narración, compuesta en gran medida por experiencias místicas vinculadas a lo feérico y lo maravilloso, en esencialmente plana. Sus deficiencias como escritor, al menos en este libro, son patentes.

El texto está repleto de resúmenes de libros y series de televisión, desplazamientos a lugares místicos con amigos y amigas que han participado también con él en diversos trabajos o rituales, afinidades con determinados grupos musicales…Por sus páginas vemos desfilar referencias a El martillo cósmico deRobert Anton Wilson (1932-2007),viajes a Glastonbury o Essex, confidencias torturadas sobre su difícil pero finalmente sublimada vida familiar, asuntos con sus amantes y amigas, que funcionan en gran medida como sacerdotisas (mujeres flotantes y transformaciones licantrópicas), búsqueda de la conversación con su Ángel Guardián y experiencias oníricas o aterradoras vividas en estado de trance. Especialmente destacable aunque caótica, al margen de la influencia decisiva en sus trabajos de la ocultista Dion Fortune (1890-1946) es su exposición del sistema mítico mágico de Kenneth Grant (1924-2011), último secretario y adepto de Crowley,creador de la corriente thelémico tifónica y expositor destacado de los aspectos draconianos del culto a la Diosa.

No hago mías las posiciones de los autocalificados como “escépticos” pero si creo, como lo hacía Houdini (1874-1926), que hay que guardar distancia con los impostores y los deficientes mentales. La Nueva Era es en gran medida un vasto repositorio de estos personajes; a mi me trae completamente sin cuidado que Paolo Coelho haya leído o no a Crowley; cualquiera puede hacerlo. Hace unos años cuando estuve en Londres me acerque a la librería Atlantis que está cerca del British Museum y encontré el local lleno de libros espantosos de corte ginecocéntrico, ilustrados con figuras y colores aberrantes, una señora disfrazada de bruja con gorro picudo deambulaba por la librería introduciendo con ello un aroma de banalidad y cretinismo de muy tóxica intensidad. No tengo estomago para estas cosas, qué se le va a hacer.

Hay momentos en este libro, por ejemplo cuando el autor se plantea si hubo sumerios o babilonios en el Somerset o cuando nos habla de determinadas actitudes del fundador japonés del Reiki, que inducen a la sonrisa o al más cruel de los sarcasmos. Sin obviar su valoración positiva de Whitley Strieber: escritor católico “gurdjiefficado” cuya obra Communion, que ha sido traducida recientemente al castellano, tanto impacto ha tenido entre los aficionados al fenómeno ufológico; impacto intelectualmente deleznable e inquietante. Peor aun teniendo en cuenta que en el pasado el interfecto fuera un buen escritor de género fantástico y terrorífico.

Nos encontramos pues con una manifestación más de esa espiritualidad “occultnik” que tanta repugnancia generaba en Anton LaVey (1930-1997) y que sin duda influyó en la creación de la Iglesia de Satán para, entre otros fines, contrarrestar su nefasta influencia.

La psicoesfera británica y su deriva, no precisamente loable ni seductora, quedan expuestas en este libro con relación a un breve segmento de tiempo, por ello resulta especialmente risible que el autor se permita decir: recomiendo mi forma de trabajar al lector…La yuxtaposición discordante de la arquitectura del mundo moderno sobre los vestigios arcaicos, cosa que llama la atención de Weston en varios momentos de la narración, unida a otra cuestión que también señala de pasada aunque no advierta su trascendencia: a partir del nacimiento de la arqueología moderna es cuando se producen las más descarnadas devastaciones simbólicas y físicas de paisajes, permiten intuir una acción soterrada de resonancia localizada en muy alto gardo, para mí no hay duda de ello, en las prácticas especulativas o mágicas, como queramos llamarlas, de la francmasonería regular británica. Organización en tan mal estado de salud como puedan estarlo la BBC, los pubs o el respeto a los monumentos públicos. Todo por lo demás son signos de la patética y dolorosa culminación del Kali Yuga en la que habitamos. En gran medida estas influencias explican el carácter disperso, fragmentado y cacofónico de este libro que a pesar de todo constituye un interesante documento antropológico sobre nuestro maltratado Zeitgeist.

 

Algo ha salido mal con el arquetipo de Tiamat…