Entrevista a Ángel Estéban Monje

Entrevista a Ángel Estéban Monje

7 de marzo de 2020 0 Por Ángulo_muerto
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Autor de Holema.

Frank G. Rubio 

FGR: ¿Qué es Holema? ¿Cuánto tiempo has invertido en su escritura?

AEM: Es una novela que pretende especular con el futuro que se nos viene encima recogiendo el testigo de algunos acontecimientos ocurridos en las últimas décadas. Aborda cuestiones como el juego (en muy diversas facetas, ya sea en el videojuego, en la política, en la educación, etc.) y la transformación esencial del ser humano en permanente contacto con unas tecnologías que acechan nuestra mente. Además de ello, a lo largo de sus más de 500 páginas, se emplean muy diversos recursos literarios que anhelan encontrar el lenguaje estético preciso para una sociedad que está en proceso de cambio radical.

   He dedicado más de doce años en escribirla. La he reescrito muchísimas veces hasta que he quedado más o menos satisfecho con una estructura solvente y un tono literariamente provocador, que pudiera persuadir a un lector que busque nuevas maneras de escritura en un género que se ha vuelto muy conservador artísticamente.

 

 FGR: ¿Quién es Ángel Esteban Monje?

 AEM: Soy un profesor de Lengua y Literatura en un instituto madrileño. Compagino mi labor docente con la crítica teatral a través de mi página kritilo.com, a la que llevo dedicado afanosamente los últimos siete años.

FGR: Revisando ayer Stalker (1979) percibí algo que no había sentido con tanta intensidad en su primer visionado: que me encontraba ante una película de ciencia-ficción en estado puro, más que con una supuesta digresión existencialista de corte literario convencional. Creo que en tu novela, encapsulada, hay también una novela de anticipación relacionada con el subgénero distópico y el uso y abuso de las “tecnologías de la enseñanza”, como diría Skinner

AEM: A mí me interesa mucho la cuestión de la verosimilitud cuando se especula acerca de nuestro futuro próximo. Me parece fundamental no desfasar y aceptar ―como ha ocurrido en las últimas décadas― que los avances tecnológicos pueden ser vertiginosos; pero que, en un sentido hegeliano, el espíritu de los tiempos está enhebrado por costumbres, conocimientos, construcciones… que van a seguir ahí. En cuanto a las «tecnologías de la enseñanza», es evidente que una vez hemos colocado en las manos de un niño un teléfono «inteligente», hemos de ser conscientes de que todo su comportamiento va a estar mediatizado por un artefacto encargado de someterlo a un auténtico régimen de castigos y de premios (los diseñadores de smartphones y de aplicaciones tienen muy presentes las enseñanzas de Skinner y de otros conductistas). Ya se detecta cómo los adolescentes viven cada vez más aislados de la realidad social del país. Veremos las consecuencias en los próximos años; pero ya tenemos indicios tenebrosos.

FGR:  Háblanos de referencias o influencias literarias.

AEM: Por un lado, me interesan mucho los escritores que exprimen las palabras al máximo para dotarlas de nuevas significancias, como QuevedoGracián o, más próximo a nosotros, Julián Ríos. Por otra parte, me fascinan las posibilidades estructurales de la novela y la búsqueda constante de nuevos lenguajes que pueden venir de la propia literatura (CervantesSterne, JoyceFaulknerVargas Llosa o Foster Wallace) o de nuestro propio mundo repleto de textos y procedimientos lingüísticos: la publicidad, las redes sociales, los videojuegos, el cine u otras disciplinas literarias como el teatro o el ensayo.

FGR: ¿Entonces:”realistiks” o “epistemales”?

AEM: En la novela, los realistiks son aquellos que se resisten a que el mundo virtual invada toda la experiencia real (vamos camino de ello); porque nos disuade de alcanzar la verdad y nos encajona en una nueva caverna holográfica. Mientras que los epistemales serían ―la mayoría, dentro de los realistiks―, pensadores, intelectuales, aquellos que encuentran la felicidad en el conocimiento. Es decir, SócratesPlatón Aristóteles. Más bien, en el lado contrario, estarían los que apuestan firmemente por ese mundo virtual, hasta el punto de querer vivir eternamente en él. De hecho, uno de los protagonistas anhela pasar su existencia jugando eternamente a un videojuego total.

FGR: Estados de conciencia alterados en lo cotidiano…La cultura es un espíritu que nos sostiene y que a la vez nos esclaviza. La bermis: uno de tus mejores hallazgos…

AEM: La bermis (de la ‘vermis’, gusano en latín) juega a imaginar que en un futuro contengamos algún tipo de microprocesador imbricado en nuestro cerebro ―no tengo dudas de que algo así llegará pronto―. Todos los artefactos culturales que han sustituido creencias muy aferradas como las religiosas, que ha lanzado la posmodernidad y la sociedad de consumo requerirían una permanente descodificación; pero eso supone un esfuerzo que no estamos dispuestos a asumir. Sin cultura no podemos vivir, nos animalizaríamos. Nuestra cultura es complejísima, está atravesada por una cantidad enorme de implicaturas. Cómo no ponerse determinista. Además, si esa cultura viene dirigida por máquinas potentísimas con las que convivimos íntimamente, solo podemos esperar etapas futuras de mayor distorsión y control social. Todo un reto fascinante, seguir luchando por la libertad individual.

FGR: El Juego y el Hades; las «cabezas sin brío» de las que hablaba Homero parecen requerir más que sangre «información»…

AEM: En Holema, aparecen un tipo de jugadores, los coimos, que serían una especie de zombis, de cabezas automatizadas, de esclavos al servicio de otros. Me imagino un futuro de masas y masas de individuos jugando a videojuegos como una escapatoria directa a las preguntas clave del existencialismo, como: ¿por qué no nos suicidamos?, que diría Camus. Se habla mucho del suicidio en la novela. De hecho, se ritualiza espectacularmente para que hiera lo menos posible. La información de la que hablas se nos escapa. Con la posmodernidad, se nos convence de que alcanzar alguna verdad, por muy endeble que sea, es una cuestión relativa. Y, para qué queremos la información, lo que se anhela fervientemente es que se nos diga qué debemos hacer. La libertad es una pesadez, es un cansancio insoportable. Cómo no vender nuestra alma al diablo si así conseguimos que nos teledirijan. Ahí es cuando aparece el gran personaje de la novela: Viyamen. Un Hacedor extraordinario admirado por la mayoría.

FGR: Holema constituye también una reflexión crítica, con formato de novela de anticipación, de numerosos problemas y perplejidades que acarrea el uso de las nuevas tecnologías audiovisuales con relación no sólo a la Enseñanza sino a la Antropología Filosófica…

AEM: Bueno, algunos científicos, con su alta influencia en nuestra sociedad, están especulando como verdaderos aficionados a la ciencia-ficción. Ellos nos están anticipando un futuro; que parece una profecía que debe autocumplirse. Pienso en alguien como Ray Kurzweil. También en todas esas teorías que se engloban en el poshumanismo. Con ese material se puede trabajar literariamente de forma crítica e irónica, incluso, fantasear más que ellos.

FGR: No te limitas a fantasear, tus personajes son portadores de reflexiones y acciones complejas que cuestionan, y promueven, valores morales y referencias metafísicas…hay una inquietud más antropológica y filosófica que social pues la novela se desarrolla en nuestro país en un futuro indeterminado.

AEM: Bien, es que también estoy licenciado en Filosofía, y me parece tan razonable como necesario que una novela contenga unas ideas y unos cuestionamientos interesantes para enfrentarnos al mundo desde una perspectiva artística. Por otro lado, he intentado no nombrar nada de nuestro país; de hecho, podemos pensar en muchos lugares, pues las ciudades cada vez se parecen más en sus ritmos vitales. El tema de los hologramas está muy presente en la obra ―al principio se iba a titular Holografía; pero al final lo cambié, porque pensé que era demasiado evidente y que, además, podía llevar a confusión sobre su contenido―. Me imagino un futuro donde las capas holográficas se sobrepongan a todos los edificios, objetos, personas. La variedad de formas será infinita; pero la sensación de parecido generalizado puede ser impresionante.

FGR: Sin embargo, tu novela se enfoca en gran medida hacia cuestiones pedagógicas que no son ya sólo futuribles, como pueda serlo una futura utilización generalizada de los videojuegos y la realidad virtual en la enseñanza…

AEM: Sí, una parte de la novela tiene que ver con la educación; porque el protagonista es, temporalmente, un profesor y le toca, además, educar a su hijo. Es decir, cada vez hay más distancia entre la teoría y la práctica. Cuesta identificar claramente cómo son hoy los adolescentes o adivinar cómo van a comportarse los niños de los próximos años debido a su cultura y a las influencias que reciben; pues están, en gran medida, ocultas a los ojos de los adultos. Nos están puenteando delante de nuestras narices. Y este es un cambio trascendental. ¿Qué hacer en la situación que estamos viviendo? ¿Qué tipo de educación se le debe dar a un joven? Es una pregunta esta que se lleva realizando durante toda la historia y a la que nos vemos obligados a dar respuesta con cada generación. Pero ahora las generaciones pueden durar tan solo cuatro años.

FGR: Este año se conmemora a Galdós.un novelista, popular y excelente a la vez, que tuvo gran influencia en la conformación del imaginario de nuestro país. En aquellos tiempos la novela configuraba en gran medida la mentalidad colectiva…luego vino el cine. ¿Cómo ves. no sólo a Galdós desde el aquí y ahora sino al género mismo de la novela ya entrados como estamos en el siglo XXI? ¿Sigue funcionando?

AEM: Generalmente se afirma que el siglo XIX fue el siglo de la novela; pero yo creo que para el arte de novelar fue de los peores (junto con el XXI). Quizás a Galdós no se le admire por su técnica literaria ―aunque fue uno de los iniciadores de una especie de monólogo interior, como se puede apreciar en Las novelas de Torquemada, por ejemplo―; sino por cuestiones sociológicas. El género novela ha vivido momentos esplendorosos con Cervantes en el siglo XVII o en el siglo XVIII con Sterne o Diderot; o, claro, con Joyce, KafkaWoolf, Faulkner… Los mejores novelistas de los últimos cincuenta años: William Gaddis, Thomas Pynchon o Foster Wallace, por poner unos cuantos ejemplos, ya se sitúan experimentalmente en un nivel más bajo. Para ser un género que ha sido tan abierto como para dar cabida a todo tipo de textos, para transformarse hasta lo indecible; parece que la cuestión artística se ha abandonado desde los años 70 para acá. Esto nos debe hacer pensar que es un síntoma de qué valor tiene hoy la literatura (algo muy parecido está ocurriendo con la poesía; mientras que el teatro se ha sobrepuesto al texto para devenir en postdrama). Es evidente que la novela puede dar muchísimo juego todavía; pues no paran de crearse lenguajes (muchos de ellos a partir de las tecnologías de la información) que se pueden emplear para crear puntos de vista elocuentes y críticos, estructuras que remitan a un ser humano demediado por el contexto y narradores, si se quiere, interpelados por inteligencias artificiales. Parece que lo único que cuenta es el fetiche absurdo de escribir un libro y de contarle tu vida a unos lectores que pasan de ti.

FGR: “Cualquier movimiento de retorno al tribalismo lleva consigo el ruido de la unión y la fuerza, el peligro de la rebelión armada”. Y sin embargo lo que percibimos es más bien un amansamiento sistemático: la bestia es bestia de ronzal. Elogiado este proceso claro está por estrellas del pensamiento establecido, perros guardianes que diría Nizan, como Pinker Sloterdyk

AEM: No quiero ser catastrofista y volver a cometer el mismo error de juicio y de perspectiva habitual al considerar a las nuevas generaciones como desastrosas. Pero creo que es necesario considerar que con la llegada de internet, con los teléfonos «inteligentes» y con las redes sociales se habilita un cambio de paradigma. Lo podemos detectar en unos usos y costumbres que han cambiado aspectos fundamentales para el desarrollo de una comunidad, de una patria y de una consideración por los derechos de aquellos que viven junto a ti. Te puedo poner el ejemplo de cómo en los bachilleres (debido al número de repetidores, muchos superan los 18 años) apenas encontramos a alumnos que lean algún periódico (desde luego, en digital) o que estén al tanto de noticias que no sean las absolutamente candentes. Hace diez años todavía te encontrabas a algún chaval que leía la prensa que llegaba a casa, ahora ni eso. Ya si entramos en su nivel de comprensión lectora; entonces el amansamiento del que hablas es más que coherente. No saben ni por dónde les va la fiesta y viven en la burbujita de sus familias. Cuando se topan con la realidad, están intelectualmente inermes. No saben qué hacer. Además, están altamente despolitizados (en sentido estricto). Más que tribalismo, sería una desintegración. Están más solos que nunca.

FGR: Hoy se dan dos procesos paralelos: La imaginación sustituida por la imagen…y
la corrupción generalizada del lenguaje… Hemos llegado al caso de un gobierno que trata de forzar a cambiar de criterio, por motivos políticos, a la misma RAE.

AEM:  A mí me parece increíble que se le acuse a la RAE cada dos por tres de los supuestos desafueros de la lengua, de la gramática, del género. La RAE no pinta nada y cada vez es más servicial. Si la RAE en su diccionario no está dispuesta a hacerse cargo de ciertos significados, otra institución o web dejará constancia. Los más ingenuos creen que el lenguaje crea la realidad, que se hace magia con las palabras, que decir ‘ingeniera’ hace que haya más ingenieras. Los más listos saben que cierto lenguaje políticamente correcto con esos eufemismos estúpidos y esos circunloquios vacíos crean cortinas de humo y mucho ruido que evita pensar con claridad. Uno de los principales cometidos de la filosofía, por ejemplo, es concretar los términos; saber de qué estamos hablando precisamente, para no caer en permanentes falacias.

 

FGR: La confusión de lo cósmico con lo comunicacional, la influencia de Hegel

AEM: Es una cuestión muy compleja. Es necesario desentrañar dialécticamente todas las contradicciones históricas de las que proviene nuestra cultura. En este sentido, la comunicación actual con la participación abusiva de las redes sociales, nos aleja totalmente de un devenir que nos aproxime a ese ideal del saber absoluto. Es una tarea, la del conocimiento, que requiere un tiempo y unos hábitos que cada vez menos quieren echarse a la espalda. La distracción es un signo de nuestros tiempos.

FGR: Nuestra sociedad no está precisamente regulada por el juego… el aburrimiento y la depresión se extienden como manchas de aceite sobre ella. Toda esta manía, por ejemplo, de prohibir las casas de juego por la izquierda más sectaria, ¿a qué se debe?

AEM: En la novela, la referencia ineludible es el Homo ludens, de Huizinga ―de hecho, aparece una especie de manifiesto que lo contraviene―. Como en cualquier sociedad, el juego está muy presente. Es cierto, que mucha gente vive en un perpetuo tedio, sobre todo gente mayor y sola. Pero el hálito lúdico está por doquier, y más que nunca. Aplicaciones para ligar, videojuegos por todas partes, gamificación en las escuelas, la extensión del deporte a todas las capas sociales (ahora mismo se está apostando muy fuerte por el deporte femenino) y el juego de la envidia y la comparación a través de Instagram (la red social más utilizada por los adolescentes). La feria de las vanidades. En cuanto a lo de prohibir las casas de juego; desde luego, no veo que sea algo que achacarle a la izquierda ―eso lo dices tú―; en realidad, son los padres (se parece, de alguna manera, a la lucha de esas madres gallegas cuando salían a la calle para intentar que los narcos se largaran). Paradójicamente, parece que hay más manifestaciones para apartar estas salas de los centros educativos, que para luchar por la mejora de un sistema educativo que ahora es cochambroso en algunas zonas. Quiero decir, que donde se están abriendo más salas es en Vallecas y en Usera, distritos con un fracaso escolar impresionante. La lucha contra estas salas es algo concreto, directo. Luchar por una mejor educación para sus hijos es algo demasiado grande y a largo plazo.

FGR: ¿Andas preparando algo?

AEM: Ahora la paternidad y la crítica teatral se están llevando todo mi tiempo. Me dedico a tomar notas para una novela que se enmarque temporalmente en el mismo periodo que Holema. Sería, más que una segunda parte, un paralelo desde otra perspectiva. Quiero hablar del teatro como una experiencia de resistencia a lo virtual, apegada a lo humano. Lo que tengo claro es que, al igual que Holema, será una novela destinada al más absoluto fracaso; porque no pienso ajustarme a ninguno de los parámetros exigidos por las editoriales. Es decir, no voy a perder ni un instante en ganar seguidores en las redes sociales.