La casa que construyó Jack

La casa que construyó Jack

7 de diciembre de 2018 0 Por Ángulo_muerto
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Frank G. Rubio

 

Todo lo que está oculto será revelado y lo que está escondido saldrá también a la luz.

Lucas 12:2

 

 

SOMBRA

(Pros…)

 

    The talk is what sinks the movie… Steve Pond.

   

Tras su salida de tono en Cannes en el 2011, donde fuera calificado de persona non grata por afirmar “en broma” ser un nazi(1), Lars Trier ha vuelto para mejor quedarse trayendo consigo ocho años después, a la misma ciudad francesa y en el mismo certamen, su nueva película promocionada con los mismos signos de identidad que le configuran en el mercado cinematográfico como mercancía especial: la provocación y el ultraje. Algo que con razón Tim Grierson ha cuestionado, señalando lúcidamente en la critica correspondiente que abusamos como espectadores o críticos de la hospitalidad que otorgamos a determinados artistas. Suponiendo que este personaje bufonesco, apreciado paradójicamente por los mismos idiotas bien pensantes que degustan esas bazofias “políticamente correctas” que anegan las pantallas europeas, sea un artista y no otra cosa. Podríamos avanzar, medio en serio y medio en broma, que nos encontramos con un Pedro Almodovar con inquietudes metafísicas más bien oscuras.

   Las vicisitudes de un asesino en serie a lo largo de 12 años ambientadas en los setenta en los Estados Unidos (2), expuestas vía muy gráficas descripciones de muertes violentas y mutilaciones de mujeres, niños y hombres mostradas de un modo especialmente repulsivo, sobrepasando con mucho y no por el volumen de vísceras o los litros derramados las convenciones del Gore, constituyen la materia prima de su obra; todo ello hecho aún mas repelente por, como señala Steve Pond, el conocimiento que el director tiene de su audiencia a la que gusta, y está ampliamente capacitado para ello por su gran pericia con lo icónico, hacer sentir lo peor posible. Estas vicisitudes, repito, descompuestas en cinco “incidentes”, vehiculan una supuesta alegoría sobre la propia deriva fílmica creativa del director danés. Proyecto pues muy ambicioso que abarca 250 minutos que en principio debían articularse en el formato de una serie televisiva. Hay mucho de auto-reflexión y de castigo en La casa que construyó Jack, el último recae fundamentalmente sobre el espectador. Porque estos componentes que hemos evocado frugalmente si no están insertos en algún tipo de trama estructurada y orientados en algún sentido, o varios, lamentándolo mucho por la mayoría de los usuarios de estos objetos de deseo que tanto los necesitan (como el heroinómano requiere su dosis), no estaremos ante otra cosa que un producto de consumo masivo fallido investido con las excrecencias formales del anti arte. Mucho escándalo pero menos que cero nueces.

   Jack mata impulsado por un torbellino interior, asemejando esta dinámica letal al proceso creativo de un director propulsado muchas veces por la depresión y la necesidad de impresionar al espectador. Encarnado con puntillosa eficacia por Matt Dillon, dedica gran parte de la película, sigo con la descripción que da a grandes rasgos el crítico anteriormente citado, a intentar justificar sus muestras de salvajismo y crueldad calificándolas melifluamente de “arte”; trata de inculcárselo al espectador mediante conversaciones con un personaje misterioso oculto, agazapado a la manera de un psicoanalista clásico, del cual solo escucharemos la voz hasta la etapa final en que se revelará como Bruno Ganz. El actor que casualmente diera vida a Hitler en El hundimiento y cuyo personaje, a pesar de darse a sí mismo el nombre de Verge y aparentar habilitar a un peculiar “Virgilio”, pudiera muy bien encarnar al diablo mismo probablemente. La arquitectura gótica, algunas pinturas clásicas (destacando la obra de Delacroix que describe un fragmento del infierno de Dante), monólogos filosóficos en frecuencia opiácea o una grabación redundante de un feismo espeluznante de Glenn Gould tocando a Bach, funcionan como funcionan los textos hoy con las artes plásticas contemporáneas donde la falta de pudor (Fuerza), habilidad (Sabiduría) y potencial creativo del artista (Belleza) tratan de ser compensados por citas filosóficas traídas a mano como traen al horizonte de lo real los Niños de San Ildefonso los números premiados de la Lotería Nacional. El postureo y la malversación, incapaces de producir otra cosa que fealdad, son la moneda de cambio en el agónico mundo artístico de la etapa final de Babilonia. La crepuscular impostura posmoderna sigue emitiendo sin descanso su lobotomizadora concepción del universo, del discurso y del arte y esta película presuntamente rupturista, producto de la mente de un ególatra que no de un genio, abunda en sus estériles e inarmónicas disposiciones. Al otro lado espectadores presuntamente selectos narcotizados por algo aún más abyecto que lo que engancha a la multitud amorfa global, que sacia su vacío existencial en el fútbol o la tele basura mas inmunda, el postureo cultural: forma absolutamente distorsionada de “la distinción”.

   El fracaso del protagonista en construir su casa física, y con ello devenir humano mediante el habitar, es alegoría de la incapacidad del mismo Trier para elaborar una película de serie B “a la americana” en condiciones para lo que sí da la impresión, completamente falsa como todo en este “autor”, de estar cualificado. Que quede claro que no hay nada de peyorativo en señalar esto, no es la serie B un cine menor en manera alguna sino todo lo contrario… más bien quizá sea en gran medida un ultimo espacio, en declive como todo, donde poder seguir haciendo algo similar al cine original. Pues en estos 250 minutos de metraje hay una potencial buena comedia de humor negro de 90 minutos, quizá 93, pero el nihilismo de su director, que ya ha dejado claro que no piensa en el publico cuando hace sus filmes sino solo en sí mismo, hace imposible esta meritoria tarea. 

   Epatar o afrentar, según el grado de intensidad del estimulo utilizado, es desde hace más de un siglo un lugar común en el quehacer artístico de muchos, tanto en la cultura minoritaria como en la de masas; recordemos que en el contexto de preparación, postulación y acompañamiento de movimientos políticos de corte utópico de sesgo milenarista, totalitarismos varios, que cosecharon por lo demás un significativo fracaso durante el siglo XX, numerosos “hacedores” se uncieron a carros que resultaron volcados en los vertiginosos vericuetos del circuito histórico de su tiempo. Distingamos al experimentador del sicofante, aunque a veces compartan una misma alma y cuerpo. La palabra “vanguardia” me repugna por la grotesca y deforme conformación de la mayor parte de sus protagonistas y sus amargos frutos. Si monumentum requires circumspice

 

A lesson sadly teaching, to your cost,

That Arquitecture noble Art is lost,

SUSTANCIA

(…pect)

 

En el arte no se buscan respuestas, se encuentran secretos…

 

   El titulo remite, entre otras cosas de las que nos ocuparemos en breve, a una rima infantil tradicional del mismo nombre. Una prostituta se la canta a una pequeña en El elemento del crimen (1984), su primer film, que giraba también en torno a una serie de asesinatos (en este caso de niñas) y a la confrontación inquietante y mortífera de contrarios en una sola persona; todo ello tras un minucioso y tenebroso proceso de investigación que tenía como escenario una Europa sumida en la más completa descomposición. Ahora, 34 años después de 1984, el locus fílmico es la Norteamérica de los años setenta. La casa que construyó Jack reaparece como titulo de su última obra, con la que se cierra sin duda una etapa en el cine de este director. El mismo Trier recalca que no habrá más películas (sic).

   En 1989 en el cómic de DC, Doom Patrol, en la etapa de Grant Morrison aparece en los números 23 y 24 un personaje denominado Red Jack en el que se combinan Dios y Jack “el destripador”. El numero 24 tiene como titulo The House That Jack Builtsu fecha de aparición 1989.

   En 1996 se publica la novela de Graham Masterton, un meritorio artesano del genero terrorífico, con el mismo título. Un matrimonio que adquiere una casa para vivir tranquilamente lejos de la ciudad se encuentra metido en un grave problema por estar esta encantada. El nombre de la mansión: Valhalla.

   En 1817 y con autor “anónimo” se publica en Londres: The Revealer of Secrets or The House That Jack BuiltLibro extraño, bien escrito y melodioso, donde la palabra duende la toma una casa que nos habla de sus distintos ocupantes; muy posiblemente un tratado de filosofía francmasónica avanzado, oculto bajo una clave literaria hermética. En él se habla, entre otras muchas cosas, de Jack: el valiente muchacho del folklore británico, contemporáneo del rey Arturo y experto matador de gigantes.

   Podríamos eternizarnos con esto pero no lo haremos.

   El quinto incidente, sin duda el más interesante desde el punto de vista estético por constituir una peculiar ilustración cinematográfica de la catábasis, descenso ad inferos, que el director modula desde la estética presunta del Infierno de Dante, es algo aparte dentro del film. Desafortunadamente llega al final, tras más de dos horas de sufrir la falta de conexión emocional con los personajes y también con los espectadores, junto con la ausencia de mesura propia de los ególatras. Ambos defectos convierten este film, lleno de ideas brillantes sumergidas en una magma proceloso de baba fafniriana, en algo extremadamente tedioso.

   En la cámara frigorífica sita en la calle Pros(Pect) residencia Jack los cadáveres de sus víctimas, a los que taxidermiza y evacúa de toda Forma. Una puerta que nunca ha sido capaz de abrir, un sello mágico, en la etapa final donde se entrega un asesinato colectivo que implicará su propia desaparición, acabará mostrándole su secreto. Esa cámara oculta albergará su casa de carne, estancia sita en lo invisible, portal o grado supremo de los Misterios de la Devastación que de manera nada consciente practica y donde, finalmente, se encontrará cara a cara con Verge que hasta entonces sólo había sido una voz interior. Un portal al inframundo por el que descenderá guiado por este peculiar avatar de Virgilio y donde nos lleva también a nosotros.

   Mientras escribo este articulo, los decisores ventrílocuos del culto ctónico autóctono, imponen una hiperdosis del anestésico TANATOL (3) sobre la población…utilizando en este caso, como en Alcasser, la televisión: ¡Se sienten, coño!

   Haber hecho o estar haciendo hincapié en los mensajes secretos, que diría Soublette, no significa no estar atento a otras cuestiones como pueda ser la idea que este señor, y el movimiento DOGMA 95 donde andaba integrado, proponían. DOGMA 95 difundía el alejamiento de los modos tradicionales de contar las historias en el cine, tratando de insuflar “realidad” en los filmes utilizando los esquemas propios del documental. Todo lo que huela a “género” o a Hollywood ha de ser estigmatizado. Se trata de huir de los supuestos limites impuestos por el cine comercial. Se busca imbuir la mecánica fílmica con los atributos de lo terrible, lo directo y lo misterioso. Buscando generar en el espectador temor y temblor.

   La maestria de este  modo de entender la narración cinematográfica encarnó, entre otros personajes, en Leni Riefenstahl. Con la coartada de exponer el subconsciente colectivo Trier practica de manera subrepticia el nada noble arte de la propaganda. Los elementos de carácter cuasi documental están distribuidos a lo largo y ancho del film pero mas allá de la representación está el sentido por mucho que les repela a él y a su hermano gemelo: el bufón Zižek; otro profesional del nihilismo que difunde sus delirios en el espacio de la Filosofía, que la ignorancia supina del consumidor cultural actual le ha atribuido como monopolio.

Amor: cero, se habla en la película de si es posible o no hacer arte sin amor (Eros)…él afirma que sí: acumulando iconos. Sexo consecuentemente: menos uno…salvo, se supone (?), de corte homosexual masculino y puede que ni eso… Y ya, para terminar, como estamos recalcando ¿cine?… poco y en formato de documental de garrafa seudo intelectual inspirado en la  groupie de Hitler, buscando pervertir sin ambages la serie B norteamericana.

   Allí donde se cruzan la glorificación del victimismo y la ideología del fascismo, en el espacio nihilista donde sólo el dolor y la finitud dan cuenta del ser humano, ahí esta Trier; a Zižek lo arrojamos ya sin contemplaciones, como lastre, por la borda ya que al contrario que Jack no se va sumir en las profundidades para emerger en el celuloide digital; como asevera Mr Sofisticado en la última escena de su película.

   La trama es lo que importa y el buen uso que se de a la presencia femenina, alegoría de Otra Presencia, como energía y como símbolo; cosa que no puede entender en manera alguna este demente condenado por los siglos de los siglos a trabajar en el medio al que pertenece: la televisión. La profanación de los ritmos cósmicos a los que están unidos los recursos artísticos y la reconducción de lo orgánico a la taxidermia constituyen un nada saludable ejercicio de nihilismo y de anti arte. Hoy asumido por gran parte de los selectos”.

   Otro ejemplo de esta técnica deconstructiva: la reformulación de Suspiria por el infame Guadagnino.

   TANATOL para todos, esos son los poderes de esta escuela de demencia.

 

Pero los hechos evidentes a menudo escapan a la penetración de aquellos que desearían tener todas las cosas envueltas en el misterio, hasta que estén a mano para retirar el velo y hacer visible su oscuridad.

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1. Cualquiera que contemple con un mínimo de atención sus películas: El elemento del crimen (1984) o Europa (1991)  habría descubierto esto mismo sin demasiado esfuerzo.

2.  País que, como buen admirador de Hitler, le merece un odio especial que ha mostrado abiertamente en numerosas ocasiones y obras; odio que es compartido por numerosos izquierdistas o progresistas, como queráis llamarles, que adoran sus películas. Obviamente no coincide aparentemente con la sensibilidad del nazismo surgido en los años 20 y vencido en la Segunda Guerra Mundial. Como dije ya en otro lugar: el nazismo volverá encubierto tras la socialdemocracia, como surgió ya en su momento. Tanto la República de Weimar entonces, como la Unión Europea hoy, constituyen el huevo de la serpiente. En aquellos tiempos el prodigio adquirió forma en gran medida mediante la oscuridad visible convocada por el cine; ahora, en un inmediato futuro, el fenómeno terminal se materializará desde las fantasmagorías en ciernes de la realidad virtual y el enjambramiento termita, que de manera aún muy primitiva, potencian las redes sociales.

3. TOTALÁN, Julen y el pozo de la Corona.