La desigualdad de la igualdad: ensayo sobre el Estado del Malestar

3 de diciembre de 2018 0 Por Ángulo_muerto
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JMM

Resumen: Este artículo postula una emancipación del terrible Leviatán (en lo sucesivo “Papá Estado”) y su horrible herramienta Estado del Malestar de todos los mayores de edad (mental), quedando bajo su tutela únicamente aquellos que necesiten un organismo superior para dictar y dar sentido a sus vidas.

Igualdad

3. f. Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones. [RAE]

Igualdad, ¡ay, la igualdad, la bella igualdad! La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la igualdad de todos los ciudadanos frente a los no ciudadanos, la igualdad de cotizantes y cotizados, de memos y superdotados. La igualdad, ¡ay! La bella igualdad en derechos y obligaciones, la igualdad del voto, ¡sin examen ni rentas, sin nada, por el mero mérito de ser humano! ¡Igualdad, igualdad! Estas líneas son un canto a nuestra igualdad, ¡hermosa, bendita, dichosa igualdad! ¡Viva la masacracia, viva el Estado del Malestar!

VAGO (Cara compungida): ¡Ay de mí! No he estudiado. Ahora no encuentro trabajo. ¿Qué será de mí? ¡Papá Estado! ¡Papá Estado! Una ayudita, dame mi paguita.”

(Entra PAPÁ ESTADO, navaja en mano, apuntando a COTIZANTE)

COTIZANTE: ¡No te apures, no te preocupes! ¡Renta universal, dinero para todos! Para eso trabajo yo: para manteneros a todos.

Eso, sí, eso es la igualdad. La igualdad es yo siembro, tú recoges: yo trabajo, tú no estudias, repites, repites: ¡no te preocupes! ¡Te lo pago, somos iguales! Yo te lo pago. Sácate la ESO: si te afilias a un sindicato o a un partido, quizás te regale hasta la carrera: si no, ayudante de portavoz de un partido de pueblo en la oposición: cuarenta mil euros anuales, tu primer trabajo. ¿Requisitos? Si eres de una minoría discriminada históricamente, mejor, claro. Tomarte en serio la educación no es obligatorio para ti; sin embargo, pagártela sí lo es para mí. Igualdad. Nunca me devolverás el dinero que invertí en tus estudios, aun sin conocerte de nada: ¿no soy un altruista?

Yo no suspendo nunca: “¡no eres igual! ¡A pagar, a pagar, que tu voto vale igual! ¡Sabré yo de política, que hice bachillerato en cuatro años! Las becas, para mí, que lo necesito más: ¿acaso no tengo una media mediocre, normal?” En la masacracia, yo soy igual que tú, y te lo restriego cada mes. “Esta nómina tuya es mía.”

Ahorro y ahorro, tú gastas y gastas, la playita, vacaciones merecidas, foto #aquísufriendo, ¡pues no sufras, no te angusties! Guarda la cartera, que a esta pensión, a estas vacaciones invito yo: tú en Benidorm, ya me quedo yo trabajando por ti, mientras intento ahorrar para mí. ¿Por qué? Porque todos, porque todos somos iguales. Yo trabajo más y más horas, tú siempre ganarás más que yo: pura justicia social. Tu esposa, ni un solo día cotizado: la palmas, el 60% de tu sueldo le pago. ¡Caridad a las viudas, caridad cristiana, en puro siglo XXI!

Yo tengo un piso, tú no: “¡¿y el mío?!”, exclamas, indignado. No te falta razón. Es tu derecho, camarada: si somos iguales, ¿cómo tú no vas a tener uno? Me coges el piso, no me pagas el alquiler (lógico, ¿acaso no es tuyo?), me cambias la cerradura, yo pagando y pagando, tú mamando y mamando: a los meses, te irás al de otro. Papá Estado vendrá con la paguita, al tiempo: “toma, hijo, tu pisito.” ¿Plan Vivienda, lo llaman? Robo Social sonaba mal. Todos somos iguales, ¡viva la igualdad! Ya tienes piso: no te preocupes, ya pago yo mi deuda y la tuya. Desde que aprobaron el programa “Apadrina un Vago”, cada mes pago dos hipotecas: la mía y la del vago que me han asignado.

“Ayudas a las personas en situación de desahucio o lanzamiento de su vivienda habitual. Descripción: Proporcionar a las personas que se encuentren en situación de desahucio de su vivienda habitual una vivienda en régimen de alquiler social.” [www.fomento.gob.es]

Me tocas las narices, insultas a los compañeros. ¿Te echo de clase? ¡No, es ilegal! ¡Enseñanza obligatoria universal! ¡¿A mi hijo?! Mi hijo es muy bueno. Además, seguro que no es el único que molesta. ¡¿Por qué solo a él?! ¡Inspector, inspector! Este alumno ha sacado lo mismo que mi hijo y lo han aprobado. ¿Por qué al mío lo suspenden? ¿No merecen la misma nota? ¿Acaso no son todos iguales? ¡Aprobado, aprobado! ¿Que es un maleducado? ¿Quién es usted para enseñarme cómo educar a mi hijo? Tranquilo, hijo: yo te creo a ti. El título final, claro, para todos igual: ¿para qué incluir la media, para qué diferenciar? Hemos aprobado los dos: ¿acaso no somos iguales? ¿Para qué hacer sangre? ¿¡Separar por niveles?! ¿Qué somos, nazis?

La educación como producto, la sanidad como producto: “recétame 3 de Adiro, que las otras he perdido”, “ponme un 7 en la evaluación; tienes que aguantarme, para algo pagamos”: yo te pago, mis padres te pagan: eres mi empleado, haz lo que te digo.

Igualdad es mi dinero es tu dinero, mi trabajo es tu dinero. ¡Todos somos iguales! Consume mi mierda prefabricada, mis bestsellers, mi fútbol, mi cultura de masas. Haz ricos a los mediocres. Escribe tú un libro que se salga de lo convencional: ¿por qué no haces lo que los demás? Tus gustos me ofenden, eres raro. ¡Policía! ¡Policía! ¡No es igual! ¡Pederasta, criminal! Algo esconde. Si es un niño, no hables con él en el patio; si es banquero, intervenle el banco. Si tiene periódico, no lo leas; si libros, no los compres, ¡es un clasista, desdeña a la masa, se cree diferente! Condena: ostracismo social. Si no te necesitaran para mantenerles, la lapidación sería aún legal.

¡Igualdad, igualdad! Para mí la familia es lo más importante; para ti, el trabajo. ¿Te ascienden porque trabajas más? ¡Es injusto! ¡Machista, xenófobo, fascista, clasista! ¡Explotador, que solo te importa el trabajo! (es por todos sabido que las empresas ganan dinero no por la riqueza que crean, sino por las bajas prolongadas y las reducciones de jornada para cuidar de hijos, padres y demás motivos zoológicos.)

Tienes pájaros en la cabeza. ¿Esfuerzo? ¿Meritocracia? ¿Aristocracia? ¿Sobresalir? ¿Para qué crear algo nuevo, para qué mejorar? Tú y yo siempre seremos iguales, asúmelo, ¿qué gano con ello? ¿Educación de excelencia? Una m*. Educación democrática.

Yo te mantengo: tú hablas, hablas, hablas, no haces nada, ganas millonadas, sabes más bien poco (“y los mediocres gobernarán a los mediocres”), hundes la empresa privada a base de impuestos que van a vuestros inútiles bolsillos llenos de codicia y vacíos de ideas, “¡redistribución de la riqueza!”, vosotros no sabéis nada, vosotros ni siquiera sois legales, vosotros os creéis capaces de legislarme, yo os considero un fraude, pero a pagar, a pagar, nunca hay elecciones donde se voten asientos vacíos, los únicos útiles, los únicos que vale la pena mantener. Hipócritas, inútiles, hipócritas, hipócritas, ladrones, hipócritas, mi dinero no es tuyo: vosotros sí sois todos iguales. Igualdad, la igualdad sí existe en política, igualdad de izquierdas y derechas, igualdad de ausencia de ideales, igualdad de ausencia de escrúpulos, igualdad de mediocridad e inutilidad. Viva la igualdad.

Igualdad es yo estoy toda la vida pagando mi sanidad, yo hago un uso responsable, voy al médico cuando lo necesito: tú, en cambio, vas todos los días porque te quieres mucho y te regalamos la sanidad porque tienes ya 26 años y ni un solo día cotizado.

No te sientes hombre, te pago una vagina; yo, en cambio, no veo tres en un burro, se me caen los dientes a cachos, me pago yo el apaño, ¡productos de lujo, para qué quieres ver, hazte una vagina, hormónate! Todos iguales, hermano. Siempre que tu igualdad esté de moda.

DAR: El DAR sanitario sí que es igualdad. No solo regalo recetas a mis compatriotas españoles que están demasiado ocupados para trabajar: también al inmigrante ilegal con su sueldo en negro que reconoce y firma en un documento que nadie se toma la molestia de leer y tomar medidas. A mí Hacienda me pone multas si defraudo: con el inmigrante ilegal que tiene la cara de firmar su irregularidad, nadie se mete. Eso es igualdad. Pero claro, yo he pagado: ¿puedo operarme antes, al menos? ¿Me atenderán más temprano en urgencias? ¡No, hermano, no, mil veces no! Somos iguales. No seas racista, por favor. (Porque, por supuesto, el problema de todo esto es el color de piel.) Y aun así los que lo aprobasteis os hacéis llamar de derechas: “socialdemócrata” es la palabra, “miserable” es la idea.

“Los ciudadanos considerados como no asegurados o no beneficiarios pueden solicitar en los Centros de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid el alta en el sistema informático. El alta permite conseguir el código DAR (Extranjero no asegurado) o el código TIR (Transeúnte sin permiso de residencia).”

“El alta en el sistema da lugar a los siguientes derechos:

-Asignación de médico y enfermera

-Derivación a especialistas

-Recetas:

-Con Código DAR se obtendrán los mismos descuentos que los ciudadanos con tarjeta sanitaria.

-Con Código TIR tendrán que abonarse íntegramente.”

“Los ciudadanos tienen derecho a recibir atención en cualquier hospital o centro de atención primaria sin que le cobren.” [www.madrid.es]

¡Espera, espera! ¿Que eres ilegal? ¡No se hable más! Renta de inserción. ¿Cuántos hijos traes? Qué vida más dura has tenido, relájate: maldito país de xenófobos, cómo tienes que sufrir: ¡no trabajes! Te mantengo yo: no tengo dinero para mis hijos, ya lo gasto en los tuyos. Tus vástagos no hablan español, pero que estudien con los míos: total, todos sabemos que a la escuela no se va a aprender, sino a presumir de igualdad social. Si podemos, metamos de paso a un niño con necesidades especiales: eso de separar por niveles no es gestionar, es segregar: ¡apartheid! ¿Que tiene un nivel más bajo? No, no: el problema es de los tuyos, que lo tienen más alto. ¡Rebaja el nivel, que mis hijos también tienen derecho a aprobar que los aprueben! Igualdad: igualdad en la mediocridad, igualdad por lo bajo: la mera palabra “superior” nos asusta, no sea que nos pongan un bigote alemán: el ruso habitual, en cambio, no está mal.

¡Ay! De tantos impuestos ya no puedo contratar. Al final son tantas bocas desconocidas que mantener que no puedo pagar a las que tengo en mi empresa. Esto no se sostiene. Esto se va a pique. Espera. ¿He oído “ayudas”? ¡Quizás ahora pueda recuperar los veinte años de impuestos que llevo pagando! No, no soy de ningún sindicato. ¿Extranjero? No, español. No, no tengo ningún concierto con ayuntamientos ni con Comunidad. No, claro que no soy ningún banco, ninguna autopista. No, nunca he trabajado con la Familia Real. Vaya, ¿entonces no? ¿Ni siquiera lo pagado ya? ¿Tengo que mandar a la calle a mis trabajadores? Entiendo. Perdón: pensaba que todos éramos iguales. Ah, se aplica solo en lo público-concertado. Entiendo. Perdone. Desconocía el concepto “capitalismo de amiguetes”. En cambio, Papá Estado nunca pierde. Papá Estado gana todas las loterías; en cada compra, en cada venta, Papá Estado participa, socio sin riesgo; Papá Estado participa de todos beneficios de mi empresa, de ninguna de sus pérdidas.

¡Democracia! ¡Libertad de expresión! ¡Igualdad! ¡Claro que sí! Para todo, menos para expresar ideas antidemocráticas y antiigualitarias, claro.

¡Tengo a nosecuántos en cunetas! ¡Paguita! ¡Injusticia! ¡Desentiérrenlos! ¿Quién, yo? No, no: a mí me los desentierran: usted es el que paga. Claro: esto funciona como todo. Yo a vivir del cuento: usted a pagar, que para eso trabaja. ¿No ve que en algo tengo que estar ocupado, que no he cotizado un solo día y vivo del mamoneo público? El día que muera de verdad el dictador, me tocará currar.

Nos matan, nos están matando. Una guerra encubierta: la estamos perdiendo. ¡Combatamos el odio con amor! Con esa estrategia, ¿qué puede fallar? Cuantos más mueran, cuantos más nos maten, más segura es nuestra victoria. ¿Medidas? De protección a lo sumo, nunca de ataque. ¡A abrazos venceremos al enemigo! [¿Enemigo? ¡Qué denominación más racista! Si todos los países, todas las religiones somos iguales: H-E-R-M-A-N-O-S.] ¿Qué puede salir mal pensando así? 

Me matas a mi hijo, quemas a mi hija: ¡Papá Estado al rescate! “¡Suelta dinero, suéltalo!” Tranquilo, camarada asesino, ya me rasco el bolsillo: aparte de perder a mi prole, tengo que mantenerte. ¡Si no, no se llamaría justicia! Las prisiones, ¡sí, las prisiones! Las prisiones, amigo mío, sí que son igualdad. Yo pierdo el empleo, yo no tengo un duro, yo pierdo mi casa, yo acabo en la calle, yo me muero de hambre por negarme a robar: tú, desde tu celda, desde tu cama, tu seguridad y tus comidas diarias sin sudar por ellas, en unos añitos fuera, quizás varios años cotizados, subsidio posterior asegurado, programa de reinserción de La Caixa: tú, digo, tú, me ves morir a mí, tras una vida de trabajo, en la calle, de frío, de hambre. Eso es justicia. Eso es igualdad. ¡Viva, viva, larga vida al Estado del Malestar!

“un recluso cuesta 1.806 euros de media al estado español. En esa cifra van incluidos todos los gastos que el Ministerio del Interior tiene que desembolsar para que los internos duerman, coman y vivan en condiciones dignas. En concreto, por ejemplo, el concepto incluye la comida, el personal de la cárcel, la limpieza, el material que necesitan, etc.” [El Confidencial]

Conclusión

Igualdad es: unos chupan del bote, otros trabajan; unos reciben, otros pagan; unos exigen, otros tragan; unos matan, otros mantienen. Todos somos iguales, pero unos más que otros.

Delenda res publica

Delenda tauromachia