Un verano en el norte: apuntes.

Un verano en el norte: apuntes.

30 de noviembre de 2015 0 Por Ángulo_muerto
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Javier Gaspar Pardo

Leí este invierno La Vida Breve de Josep Pla en una edición de Destino que incluye sus Diarios de los años 55, 56 y 64. El “punto de vista con boina andante” como al parecer le llamaba Vázquez Montalbán. Eran unos breves fogonazos en los que el escritor apuntaba todo lo que había leído, comido y bebido cada jornada, sazonado con un recurrente parte meteorológico con los vientos como protagonistas. Día tras día durante dos años distantes entre si casi una década. Del Garbino a la Tramuntana, del champagne al Penedés, de La Vanguardia al New Yorker. Latigazos secos y bellos. Pasión de devoto quizás.

Hace años hice algo parecido sobre el mes canidiense (de Canido, en la Ría de Vigo) pero más con la finalidad de recordarlo todo en septiembre, a lo Funes el memorioso, que de dotarlo del menor contenido literario. Este agosto de 2015, inducido por el maestro de los diaristas patrios, me propongo volver a las andadas y conservar en formol este verano norteño, en principio uno mas, no especialmente diferente. O quizás, sí.

Día 31: viaje sin tráfico, sorpresa. Tras el horno de este julio madrileño, nos recibe la ría de Vigo con 24 grados, con sol y viento norte. Caos. El montaje de la casona tras el largo invierno, es tarea titánica; sin Gil, epopéyica. Isabel se arrefaja y desarrolla una intensidad instaladora admirable. Nos recuperamos con unas nécoras caballo que F había reservado pero que su gastroenteritis le impidió disfrutar. Noche complicada por la ingesta desmesurada de cervezas artesanas y destilados.

Dia1: empieza el “verano” y se mantiene el norte limpio y cristalino. Debut ciclista hasta Xan de Brito tranquilo y relajado y vuelta por casa de Ferran. Clásico entre los clásicos. Promesas de reventar la bicicleta nueva. En la prensa comienza la andanza quijotesca a la manera de Azorín que el País ha encargado a Llamazares. Anoto una reseña de los diarios de Jünger. La referencia a los sueños narrados me incita a buscarlo. Empiezo el PinillaVerdes Valles que protagonizará el verano lector. Sigo deslumbrado por Las Ciegas Hormigas; y a quienes se lo recomendé, también. Todavía embotado por los líos en la fábrica, me propongo reflexionar sobre ellos. El mes no anuncia mucha exigencia laboral. A diferencia de los dos últimos veranos con agobiante presión fabril. Cerramos jornada con unos estupendos percebes en La Machina y un whisky en el muro, sobre la playa, el mítico muro de Canido, con A. La luna llena nos impide disfrutar del cielo estrellado en su plenitud. Al día siguiente leería un artículo tremendo de Sacks, en sus últimos coletazos de vida de una lucidez apabullante; cuenta que mirando el cielo en una noche estrellada tomó consciencia de la inminencia y fatalidad de su muerte que ya vislumbra cercana, inmediata. La infinitud del campo visual nocturno le colocó de bruces contra la evidente finitud de su vida, tan próxima. Y cuenta que deseó morir contemplando el apabullante paisaje nocturno.

Día 2: amanece fresco y nublado. Aniversario de boda. El 35. Le regalo a Isa un traje y un chal de Loro Piana. Bingo. Luego el viento del NO iría limpiando el día. Estreno ciclista de Cinco Pinitos con R fuerte y exigente. Me lleva a rastras por primera vez en su vida. ¿Está él mejor o estoy yo peor? Desisto de seguir su rueda y le persigo a 10 metros. Hasta el muro final en el que mi mejor técnica, o quizás mi fuelle escondido, me permiten dejarle atrás. Son casi 20 años de distancia. La tarde deliciosa, aprovechando que los visitantes de fin de semana parten y los de casa se van al mar. Paz y lectura. La prensa dominical, sin desperdicio. Además del Sacks citado, un artículo muy bueno sobre Joma que mando rápido a Javier hijo, otro de Guillermo de la Dehesa sobre el paro, Krugman sobre la crisis de la bolsa china, Vidal Foch, Ignacio, sobre el azar del que me avisa y glosa Alvaro hermano y uno ultimo sobre el fundador de Tesla donde J quiere invertir. Tras la prensa, me abalanzo a tomar el Pinilla: adictivo sin duda. De momento diría que una maravillosa mezcla de Gabo y Faulkner. No puedo dejar de pensar en el artículo de Sacks: sabe que le quedan solo meses de vida, si no semanas y espera ansioso cada mes elScience y el Nature para no perderse las últimas novedades en el mundo de la ciencia. Para ver si llega a tiempo a encontrar la respuesta a la “pregunta definitiva”. ¿Por qué la Consciencia? ¿Cómo? ¿De dónde? ¿Resultado solo de la evolución? Luego se enfrenta serenamente a su inmediata finitud contemplando el infinito de la una noche estrellada. Admirable, emocionante. Despedimos el día con O y M emocionados por la próxima boda de su hijo. M mal, francamente mal. Nos defrauda una carne sabrosa pero perpetrada en un italiano agradable. Me duermo con Pinilla, en plena abducción. !Qué narrador!.

Día 3: lunes. Sin noticias de Gurb, es decir placidez. Amanece fresco y nublado, día muy gallego. Me voy solo a subir el Alba. Una hora y cuarto de paz, de sosiego, de tranquilidad y de esfuerzo. En la subida ni un solo vehículo, ni coche ni bici ni nada. Llego arriba eufórico. Las vistas desde lo alto del monte son inigualables. Toda la Ría de Vigo, la de Bayona a la izquierda, la de Aldán enfrente y la de Pontevedra detrás. Se vislumbra San Xenxo y el panorama lo cierran las omnipresentes Islas Cíes. He dado vueltas en la cabeza a muchas cosas mientras pedaleaba. A la fábrica, a Sacks y su artículo, a mis hijos, su presente y su futuro. ¡Cuánto da de sí una plácida ascensión! El descenso gozando a tumba abierta, como si esquiara.

Luego la casona empieza a poblarse de visitantes, hija incluida. Leo a Ana Siñeriz en El País y su homenaje al gazpacho Gras. Le escribo un watsup para que se lo haga saber a los homenajeados. Reseña apetecible del último Bryson que buscaré. Desde su Breve Historia de Casi Todo, le sigo como un fanático. Las moscas interrumpen la lectura siestil, será el tiempo nublado que las atrae. Me solazo recordando la ascensión solitaria y gozosa de esta mañana, ensimismado en mis pensamientos, disfrutando mientras sudaba. Una belleza, que diría Espinós. Marta me llama preocupada por su marido al limite de estrés. Ha trabajado bien pero se ha neurotizado un poco. Necesita el descanso estival. Paula me trae el Naipaul que pedí. Para desengrasar de Pinilla. Llega Fer a quien los 5 kg perdidos por la enfermedad le han dejado demacrado e irreconocible. Cenamos en Nigrán, solo regular salvo un tinto riojano Finca Valpiedra que salva el tono anodino del sitio y de la comida.

Dia 4: amanece limpio y fresco. Parece viento del Norte pero no, es NO. Paula se suma a la ruta ciclista con F y conmigo. Sube despacio pero sólida Monteferro y se queda orgullosa de la hazaña. Luego trepó hasta la fuente por Sayanes para sudar un poco. El periódico no trae nada reseñable ni de noticias ni de artículos. Solo la convocatoria de las plebiscitarias catalanas. ¡A divertirse tocan!. Sigue una tarde brillante y luminosa de marea alta y nos proponemos sacar la tabla de padel surf. De momento el debut agosteño ha sido idílico; bicicleta matutina seguida de baño y tarde entera dedicada a la lectura. Luego cena y muro. Expectativas colmadas. La llegada de cada vez más niños y más perros, turba la paz. ¡Cómo sería esta casa solo habitada por adultos y sin animales! El Nirvana. Entre ruidos, gritos y llantos acometo el muy apetecible Capturar la Luz, Zajonc. Tengo que esforzarme por dejar los Valles de lado porque me tienen trastornado. Dice Zajonc, que los griegos no tenían una palabra para referirse a los colores azul o verde. El mar era vinoso o broncíneo pero nunca era azul. Cena familiar en el Marítimo. Unas cigalas frescas, fresquísimas, parecían recién sacadas de la mar, arruinadas por una lubina miserable de piscifactoría. No hubo muro.

Día 5: amanece nublado bochornoso con viento de Travesía. Mal viento y día gris. Subimos a Xan de Brito, y de ahí, sin F, al Alba. Primera parte a plato y dura. Segunda plácida y relajada. Bonita subida. Tarde lectora con el Zajonc. Luego en casa Briones vemos al Madrid. Vulgar aunque estos partidos de agosto nada enseñan. Discusión con los asistentes sobre las religiones monoteístas. Defiendo que por definición el monoteísmo es intransigente. Abogo por el politeísmo. Los tertulianos no saben si hablo en serio o en broma. Yo sí se que lo hago muy en serio. O ningún Dios o muchos. Pero solo Uno, no.

De allí pasamos a la corrupción. Nada especialmente interesante. Lo de siempre: ¿somos más o menos corruptos que los países de nuestro entorno? ¿los ingleses, los franceses o los alemanes, son igual de corruptos que nosotros.? ¿por qué jugamos la liga de los brasileños, los italianos y los griegos y no la de los daneses o los noruegos.? División de opiniones.

Día 6: vuelve el NO y trae niebla. Me fallan los socios y me subo solo Cinco Pinitos dos veces, la segunda por detrás. Me siento en plena forma. Luego más pinitos pero con la tabla de padel surf, peleando por mantener el equilibrio. A la tarde más bici con A.C, y luego cena en el portugués de Nigrán que nos recomendó Olga. El periódico sigue igual de anodino y falto de interés. Nada reseñable. Decepción con la ruta quijotesca de Llamazares. Un tostón. Veo que El Mundo ha tenido similar iniciativa. En El Mundo, precisamente, leo una entrevista a Dabiz ( así lo escriben) Muñoz, el chef de moda. Cuenta que abre en otoño un restaurante en Londres y que estuvo a punto de cerrar Diverxo antes de conseguir la tercera estrella. Habla de que nada sería sin Abraham García y cuenta que su ídolo es Aduriz. Interesante aunque recuerdo que en nuestra visita a su restaurante pasó como un disparo entre las mesas sin saludar a nadie salvo a unos amigos. Y nos pareció mal. Sigo devorando los Verdes Valles salteándolos con el Capturar la Luz. En el portugués un bacalao como solo los primos atlánticos saben preparar, alegrado con un discreto vino del Douro. Precio imbatible pero, éramos la única mesa junto con una juvenil pareja que disfrutaron poniendo la oreja a nuestras anécdotas y risotadas. No pueden salirles los números al matrimonio portugués si un jueves de agosto somos los únicos comensales. Despedimos el día en la kermesse de los jueves en el Marítimo, un clásico del agosto canidiense. Es la oportunidad de encontrar a los clásicos veraneantes, quienes solo allí se dejan ver.

Día 7: el viento del Norte se enseñorea de la Ría y anuncia que ha venido para  quedarse un par de días al menos. No deja que la temperatura supere los 22 grados. Tiñe la mar de borregos blancos y espumosos y la pinta de verdeazul. Precisamente los colores que los griegos no querían o no sabían ver reflejados en los dominios poseidonios. La playa, desde el muro, se ve desierta cuando el sol empieza su descenso hacia las Islas Cíes. Solo un par de atrevidos nadadores, un grupo de niños que juegan con una cometa y los habituales saltimbanquis que utilizan una boya semienterrada como improvisado trampolín. El viento del Norte lo acerca todo, lo empuja hacia uno, como si durante la noche algún genio travieso hubiera reducido de tamaño la Ría. La torre de Toraya parece estar a tiro de piedra. Desde que leí a Domingo Villar, Ojos de Agua, que sitúa en ese edificio la primera muerte de su primera novela, lo veo con otros ojos; con algo menos de inquina. Me he traído, en el  carromato de las lecturas veraniegas el segundo, La Playa de los Ahogados que, al parecer, no es sino Playa América.

Por la mañana subimos a Cinco Pinitos, bajamos por el monte a Xan de Brito y acabamos escalando el Alba de nuevo. Volvimos a casa por los Pazos y por la antigua carretera del tranvía, luchando contra el ventarrón de nariz, que hace las veces de muro infranqueable. Organizamos una de las jornadas cumbres del verano: el “etapone”. Un grupo de ciclistas llega a La Guardia por la costa, recorriendo unos 40 km. Otro lo hace subiendo desde Bayona el puerto de La Groba, descendiendo al Rosal y desde allí rematando con la corta, 3 km pero explosiva subida al Monte Tecla. Luego ambos grupos y los conductores de coches con porta bicicletas celebran el “etapone” paladeando los legendarios lumbrigantes de La Guardia. Lo malo es que lo hemos cerrado para el 12 y la previsión anuncia la llegada de un frente el 11 y el 12. Con lluvia, claro. Veremos si cambiamos la fecha o nos arriesgamos. Víspera de viaje relámpago a Madrid Toledo para una boda de hijo de amigos. El Horror con mayúsculas, como decía Conrad. A la noche, bien abrigados del viento inclemente que no cae ni con la bajamar, atacamos de nuevo en la terraza del Rey Pescador sus célebres nécoras caballo. O nécoras-toro, más acertadamente. Únicas en su especie. Luego en la cama, la manta se revela imprescindible.

Día 8: se cierra el telón de la primera semana agosteña. El Norte remite algo pero no pasaremos de 25 grados. Al menos en Vigo aunque el tuerto se va a Madrid, de boda y en viaje relámpago de 24 horas. Remato las 100 páginas que me faltan del Pinilla e intento hacerme con el tomo dos. Pero mi librería favorita cierra las tardes de los sábados en agosto. Desolación. ¿Dónde conseguiré metadona para el mono? Han sido 7 días de abducción, esperando el momento para sumergirme en la maravillosa saga de los Baskardos y los Altumes, con la iluminada y fanática Cristina Oiandia y su vaskismo paranoico, con ese extraordinario personaje más de Gabo que de Galdós que es Ella, ( recordando la mítica She, de Rider Haggard)  alcanzando el súmmum con la delirante cacería de llamas, y con el insólito naufragio del barco capitaneado por el hijo imbécil de Camilo, de los hombres del hierro a los de la madera, el despertar, aquí sí Galdós, de la aparición de los socialistas en las minas; en fin, un torrente de personajes y de historias entrecruzadas con habilidad. Y con belleza. Solo en Ferlosio pero en libros y décadas diferentes había encontrado un escritor que se sintiera tan cómodo alternando el realismo social con el realismo mágico. Pero en Pinilla, hibridados en una misma obra. A la noche, desde el cigarral donde se celebra la boda, la vista de Toledo antes de ponerse el sol pone muy difícil encontrar el calificativo adecuado sin caer en la cursilería. Así que mejor dejarlo así: vista de Toledo desde lo alto antes de la puesta de sol. Vislumbro al fondo, tras el Alcázar, la Academia de la fiel infantería, y me transporto al otoño 1977, a lo que durante 4 meses fue mi casa. Tras esquivar a un par de pesados clásicos de boda empeñados en contar su vida, emprendemos tarde, ya avanzada la madrugada, el largo regreso a Madrid.

Día 9: Madrid. Agradables 22 grados a media mañana. Visita al padre. Preocupado con sus pruebas médicas y enjaulado sin poder bañarse ni jugar al golf. La temperatura, mucho más agradable que la del julio infernal. Tras comer volamos de vuelta a Vigo donde nos reciben 30 grados y el cielo teñido de humo. Al parecer un incendio desde la vereda portuguesa del Miño es el culpable de los bellos colores rojizos que muestra el sol tras atravesar la capa de humo y cenizas. La legendaria puesta del sol tras las Cíes hoy resplandece con un falso rojo incendiado. Cenamos en un Durán venido a menos tras la marcha de Mauro. Erramos seriamente al pedir un arroz con almejas. Repetir cien veces: arroz solo en Levante; justo el día que había leído sobre el famoso arroz con caracoles y conejo de Paco Gandía. Error monumental. Luego tratamos de tirar de muro aprovechando la luna menguante pero la calima producida por el incendio oculta las estrellas, que apenas se pueden identificar. Hace calor hasta las 2 de la madrugada por primera vez en este mes de agosto.

Día 10: amanece todavía cálido y brumoso, rescoldos del incendio. Se anuncia mal tiempo para la semana. Nos vamos a la Groba para reconocer el terreno antes del “etapone”. Siguen las dudas sobre la llegada del frente. Al parecer lloverá el miércoles, el día fijado para la marcha ciclo turista. Dejamos abajo Bayona infestada de veraneantes y la subida, 11 km y 650 metros de desnivel, se muestra plácida, templada y solitaria. Algunos nos ahorramos la clásica parada de reagrupamiento a la mitad y enfilamos el puerto de un tirón. Arriba el aire esta limpio pero las, por lo habitual, majestuosas vistas, están cegadas por una bruma calimosa abajo en la ría. Desde Bayona cada uno afronta la vuelta a casa a su aire. La tarde muestra la Ría teñida de cúmulos deshilachados pero todavía con sol y calor. Es el anuncio del cambio de tiempo. En la prensa leo que se cumplen 50 años de la publicación de las Crónicas Marcianasde Bradbury. Me propongo la relectura. Me divierto con daguerrotipo de Vicent, como los que escribía en Hermano Lobo (¿o era en Por Favor?) dedicado a Pedro Sánchez . Espléndido. Un par de entrevistas a mi amigo el recién nombrado ministro de Educación y Deporte, en las que reconoce no saber nada de educación. Claro. Lo suyo es Europa. No se entiende el nombramiento. Aunque tan poco como él sabía Wert y la organizó parda. Las clásicas fotos de Mariano en bermudas mostrando su talante deportivo andarín. Son como aquellas de Anita Obregón, que no fallaban para anunciar el comienzo de cada verano, año tras año. Un artículo interesante de un tal Bradford Delong denunciando que con Grecia se están incurriendo en los mismos errores que en el 29; que solo el gasto e inversión pública pueden tirar del PIB y que la súper austeridad lleva al país cada vez más al fondo del pozo. Hoy nadie duda que la deuda griega es insostenible y que nunca se pagará. Pero eso se aplica a otras también, como la española. Los constitucionalistas del PSOE abogan por reconocer en la nueva constitución el “hecho diferencial” catalán. Pero claro, no solo el catalán. También el vasco y probablemente el gallego y luego el balear, o el canario, el valenciano o el aragonés. Pasaría como con los Estatutos. Que todos quieren ser como los cerdos deAnimal Farm: no basta con ser iguales, sino que unos quieren ser más iguales que otros. No sé si esto aplacará las ansias independentistas catalanas. Me temo que no; pero hará un desastre en el resto del país. Ese tipo de blindajes constitucionales, véase lo de los Fueros vascos y navarros, se convierten en losas insoportables. Ya lo he escrito muchas veces: pregúnteseles si quieren seguir o no con nosotros. Si es que sí, que sigan como los demás. Si es que no, allanémosles la salida.

Día 11: La Ria se despierta embrumada. A duras penas se vislumbra el sol y el viento del NO refresca el ambiente. Trepo con la bici en solitario hasta Cinco Pinitos. En la cumbre no hay nubes, solo cielo azul, pero la vista de la Ría desde arriba esta difuminada, envuelta en la neblina. Bajas y dudas para el ” etapone”. Logística complicada. Hay  que organizar transporte de vuelta para las 14 bicicletas participantes.

En la prensa encuentro un artículo interesante, datando el origen del lenguaje antes de la separación de los homínidos y los simios. Parece que han descubierto un protolenguaje entre los bononos bebés semejante al de los nuestros (de los bebés, se entiende). Esta Teoría situaría el origen del lenguaje hace unos seis millones de años. El misterio del lenguaje esta intrínsecamente unido al “misterio por antonomasia”, la aparición de la consciencia. Sin lenguaje no hay consciencia y parece intuitivamente razonable que primero surge el lenguaje, algunos animales lo han desarrollado, y luego la consciencia. Y no parece, hasta donde hoy sabemos, que ninguna especie de nuestro planeta, salvo homo sapiens sapiens, haya sido capaz de generar consciencia. Sí, ya sé que hay otras preguntas tan fundamentales: cómo se origina el universo, cómo la vida, porqué hay algo en vez de no haber nada. Pero la que más me ha desasosegado desde siempre es entender cómo la evolución darwinista, la selección natural, fue capaz de que surgiera la consciencia en una especie y solo en una, arrancando desde la primera arqueo bacteria. Y cómo lo hizo. Los ojos, los oídos, el corazón, cuesta entenderlos pero están (más o menos) explicados desde un planteamiento darwinista. Pero, ¿y la consciencia? Volvemos al clásico El Azar y la Necesidad . Monod, a Gould, a Dawkins. Una vez más, a lo de siempre. Javier me copia un reportaje sobre el descubrimiento de una sustancia cristalina que permitiría respirar bajo el agua, extrayendo el oxigeno. Impresionante. ¿Bucearemos en el futuro aspirando ese respirador cristalino?.

Acabo el Zajonc. Parecía mejor de lo que fue. Algún fogonazo anecdótico interesante, como la escuela de Gundishapur donde el rey Khurso I dio refugio a los sabios de la academia ateniense cuando Justiniano les expulsó; se convirtió en el s. VI en un foco cultural, inigualable dice el autor, y me sorprendo por mi ignorancia. Luego un recorrido bien escrito a través de la historia (científica y artística) de la luz, interesante el bosquejo de Faraday, para acabar con el clásico (incomprensible o quizás mejor ininteligible) teorema de la teoría cuántica y la dualidad onda-partícula. Es tan contra-intuitivo, que resulta mejor renunciar a aprehenderlo. Me llega el tomo 2 de los Verdes Valles y lo recibo como el mejor de los regalos. Como el drogadicto su dosis o el alcohólico su copa. Cenamos en O Roso los clásicos pimientos y tomates, camarones y pescados de la Ría. Luego, pese a las nubes que nos impidieron disfrutar de las Perseidas, sesión de muro para rematar la jornada.

Día 12: la jornada del “etapone” se presenta como las innumerables páginas web meteorologicas anunciaban: por la mañana, nublado y amenazador. Cruzamos dedos; luego se revelaría inútil el gesto. Partimos 13 ciclistas trotando hasta Bayona todos juntos. Allí nos dividimos: cuatro por el monte, el resto por la costa. En Bayona quería lucir el sol aunque no muy convencido. Acometer las primeras rampas de La Groba y empezar a llover fue todo uno. Los del monte llegamos ateridos de frío a la cima. Lluvia, viento del Sur y niebla. Alguno de los ciclistas que se había hecho con material de primera calidad para arrasar, echó pie a tierra. El descenso fue aún peor, luchando contra el viento y la falta de visibilidad. Entre los costeiros, también hubo deserciones por el frío y la lluvia. Luego todo se olvidó en Olga ante los míticos bogavantes de La Guardia. Promesa colectiva de no probar ningún otro restaurante en futuras ediciones del etapone. La exigencia de la jornada me impide leer más allá de la prensa diaria. Carente de interés. Luego acabamos en el Náutico de Panjón, sí, donde transcurre la acción de la segunda novela de VillarLa Playa de los Ahogados. Canta y toca el hijo artista de unos buenos amigos y aprovechamos para reunirnos con ellos. La gran noche delas Perseidas, queda en nada. Lluvia inclemente y frío otoñal. Así es Galicia, a veces, en agosto. En otras latitudes las habrán disfrutado, aquí no hubo rastro de las fugaces fugaces.

Día 13: Invernalia. Hoy llegó, no el otoño sino el mismísimo invierno. Esta noche pasada llovió a mares. Océanos. Al mediodía, cielo negro y 15 grados. Desolación entre los veraneantes. Esta Galicia nuestra es única. Votos para emigrar. A mí, mucho no me importa. Mas bien nada. Mientras no diluvie, se puede ir en bici; y para leer y cenar con los amigos, el tiempo no cuenta.

Leo que el hijo del concejal que se suicidó en la cárcel acusado de matar a su mujer ha denunciado a Instituciones Penitenciarias porque no funcionó el protocolo anti suicidios. Yo creo que si mató a su mujer efectivamente, el suicidio era una salida lógica para evitar cargar con la culpa eterna. ¿Por qué impedírselo? ¿Por qué recriminar a quienes no lo hicieron? ¿Alguien puede castigarle con cargar con esa culpa año tras año?. Antes o después se hubiera suicidado. El derecho al suicidio no debiera ser discutible. Cada uno debería ser dueño de poner o no fin a su vida. No comprendo la reacción del hijo. Sí su pena y su amargura, pero no su denuncia. Su padre se encontró con su destino, que inexorablemente le esperaba, como la muerte al viajero que viajó desde Basora a Bagdad para escapar de ella. Por la tarde deja de llover y me doy una vuelta en bici por el territorio donde transcurre La Playa de los Ahogados. Monteferro, la playa de Las Madorras y Panjón. Es un lujo leer una novela y a las dos horas recorrer el lugar del crimen. Buscar la cala donde apareció el bote del asesino, descubrir en la falda del monte la casa del arquitecto racionalista donde vive uno de los sospechosos, tratar de intuir desde el mirador dónde estaría la piedra de las lubinas. Hoy mismo había acabado la novela y la conclusión es que lo más interesante es la geografía (para quien la conoce), la gastronomía, el detective y algunos de los personajes. La trama, más floja. Total que, su finalización me deja hueco lector para volver a la “droga dura”; aunque, entre Baskardos y Altubes, me reservaré espacio para Intemperie que siempre me dio pereza atacar. Aprovechando que esta por aquí, le daré una oportunidad.

Día 14: mitad de mes ya, qué velocidad de crucero más espantosa y sigue el invierno anticipado. No pasamos de 18 grados. Hoy es jornada complicada en la casona. Viene un inmenso gentío con motivo del aniversario de la muerte del suegro. Hasta sesenta y tantos. Misa, arroz a banda, queimada y cánticos componen el ceremonial año tras año, desde hace casi ya 20. Luego mañana, desayuno y almuerzo y después de comer, se marcharán casi todos y recuperaremos el ritmo habitual. El día fresco y nublado es ideal para la bicicleta. Subimos al monte y bajamos a Xandebrito. Luego baño marino bajo las nubes. Por la tarde leo Intemperie,de Carrasco. Mal hice en evitarlo. Es magnífico, nuevo, fresco y original. Lo más Mc Cormack que he leído en español. Por la sequedad de la narración, por la violencia implícita al principio, desatada al final, por el trazo de los tres personajes, por ese toque de novela de iniciación y de frontera tan típico del americano. Pero Carrasco no copia a Mc Cormack sino que bebe de él. Con un lenguaje castellano viejo; o mejor intemporal. No hay nombres solo el Chico, el Viejo y el Alguacil. No hay un espacio geográfico identificado, solo intuído; no hay ubicación temporal, pudiera haber ocurrido en cualquier momento de los últimos 150 años. Un lujo de nuestra novelística. Y yo rehuyéndolo tanto tiempo. No ha sido el primero ni será el último error lector. Me pasó con Cohen, con Pinilla. En fin, con muchos otros. Al final la lluvia respetó los fastos y la noche, aunque encapotada, aguantó.

Día 15: sigue la casona abarrotada de visitantes y el tiempo nublado y fresco. Frío para ser algo más precisos. Huyo al monte con la bicicleta en busca de paz y sosiego. En la tradicional carrera náutica desde Toraya hasta la playa de Fuchiños gana uno de los sobrinos con solo 12 años a todo tipo de expertos y musculosos nadadores. Jubilo entre los AN Por la tarde comienza el éxodo de los visitantes mientras sigue lloviendo. Un grupo de jazz de Nueva Orleans actúa por la noche en el Náutico de Panjón. Antes visitamos a Pol en su Mar Salada y nos deleita con las mejores lubinas del verano. Al horno. Dignas del mítico Tira do Cordel de Finisterre. Luego el jazz. Sorpresa monumental. Un clarinete, una trompeta, un banjo, un oboe, un saxo y una chica oriental con el trombón. Una voz amarga y aguardentosa como vocalista. Mirando al fondo las luces de Bayona, escuchar al insólito grupo de NO, allí en Panjón, fue un lujo. Un momento mágico. Casi dos horas de actuación en una noche sorprendentemente templada. Luego en casa por primera vez en el mes noche limpia y tachonada de estrellas. Sin luna. Nos deleitamos contemplando el triángulo de verano: Vega, Altair, Deneb refulgiendo por encima de todas las demás. Si. Fue la noche del verano.

Día 16: Domingo. Mitad de mes. Dos semanas consumidas. Sigue el tiempo frío y lluvioso. Los ánimos de los veraneantes decaen. El tópico “el verano fue en julio” que empezó como run-run, se convierte en clamor. No se habla de otra cosa. En el estanco, en el club Marítimo, paseando por el muelle, allá donde encuentres un conocido, ya sabes de antemano que el comentario será: ¡qué asco de tiempo, que semana horrible, que mes de agosto de horror!. Pones cara de póker solidario y asientes. Es mejor que decirles que a ti te da lo mismo, evitas polemizar.

Aunque llovizna coges la bici con chubasquero, claro, y te vas al monte donde se ve más bien poco, cosas de la niebla, pero se respira bien. Huele a frescor, a eucalipto, a pinada, a bosque. Tenebroso pero bosque. Inanimado y solitario. Al mediodía despedimos a J que vuelve al trabajo tras fin de semana exprés. Buscamos y encontramos la merluza del Marítimo, para los locales, insuperable. Para los foráneos, también. Luego aprovechamos la ventana de buen tiempo (es un decir) para bajar a la playa, jugar al voley y darnos un baño. El agua está caliente. Krugman contaba hoy que si la segunda economía mundial, China, está en manos de unos tipos que se creen que pueden controlar las bolsas y los mercados a golpe de decreto ley, estamos aviados. Y tiene razón. Algo así escribí yo desde mi ignorancia hace unos días. Es de sentido común. Recomiendo Intemperie a algunos amigos lectores. Buenos amigos y buenos lectores. Aprovechamos el final del día para planear la escapada de dos días a Portugal, a un parque natural o nacional cerca de Guimaraes y Vila Real. Cerramos la jornada visitando de nuevo el italiano de Nigran con unas pizzas memorables. Nadie es italiano en el restaurante, claro, ni el dueño ni el encargado ni los cocineros ni los camareros. Sigue lloviendo aunque el consenso en el mercado (el de los pronosticadores) es que se trata del principio del final de los frentes que han barrido la Ría durante esta semana.

Día 17: En efecto, como coincidían todos los pronósticos, las altas presiones toman el mando. Luce el sol abajo en la Ría, aunque mirando al monte, todavía queda alguna nube rezagada, enroscada en las cumbres. El buen humor entre los veraneantes es consecuencia directa del cambio barométrico. Agarramos coche y carro de bicis y nos llegamos hasta Xandebrito. Allí desembarcamos y rodamos para calentar hasta acometer las primeras rampas del Gallineiro. Duras, flanqueadas por un mar de helechos y protegidas por pinos. El asfalto se torna pista de tierra y los rayos de sol se filtran entre los árboles, resaltando los mil tonos de verde, como la canción de los Paisajes de Catamarca. El objetivo era coronar el Aloia pero el tiempo se nos echa encima y a 5 km de la cumbre nos damos la vuelta, un tanto apesadumbrados. Nos conminamos a repetir, hasta arriba, la próxima vez. La tarde iluminada de sol aunque refrescada por el viento del NO (pronúnciese nuroeste) invita a salir a pasear por la Ría en lancha. Vemos bancos de delfines, arroaces o golfiños en gallego. Al parecer este año han decidido trasladar su hogar Ría adentro. Discuten los lugareños si esa decisión es causada por haber mucho pescado en la Ría o si los delfines tienen la culpa, por su voracidad, de que haya mucha menos pesca. Ahí queda la polémica. Leo a Sampedro en El País hablar de los sueños y de cómo los expertos, colocando electrodos en los pacientes que hacen de conejos de Indias, concluyen que el movimiento y la excitaciones neuronales son los mismos durante la vigilia y en el sueño. De donde deduce el articulista que por eso los sueños son tan parecidos a la experiencia vigil y no tan surrealistas como a veces se pintan. Dice que lo que hacen, los sueños, es concluir lo que el cerebro dejó pendiente durante el día. No puedo disentir más. El sueño es puro surrealismo, pura falta y ausencia de lógica vigil, desaparecen las reglas del juego del día y los mecanismos causa – efecto que conocemos despiertos. No es un continuar la tarea del día. Es algo así como recrear distorsionadamente y en un espacio tiempo con reglas propias, las obsesiones, los anhelos, las preocupaciones, las filias y las fobias del período vigil. Todo ese complejo emocional que singulariza nuestra consciencia, se desparrama, rezuma por la noche con unas claves y unas pautas distintas pero con un mismo sustrato. Nunca somos más nosotros que cuando soñamos. Estudiando y analizando nuestros sueños, aprendemos a conocernos mejor. Me desintoxico de Pinilla con El Mundo de Homero. Libro que encuentro con trasunto homérico, libro que compro. La Ilíada y la Odisea son unas de mis muchas lecturas compulsivas, de mis obsesiones favoritas. Cena en casa y lectura hasta que se me cae el libro de las manos. Noche agitada de sueños. Una vez más tengo un sueño lúcido. Estoy metido en un lío espantoso, una historia de asesinatos y chantajes, me encuentro perdido, sé que me cazaran indefectiblemente y que será mi final. Angustiado, solo me queda una solución, una llave mágica: ¿no será esto un sueño, me digo? Era la única salida que me quedaba y en efecto, el recurso resulta efectivo. Me despierto alborozado. Sí, era un sueño.

Día 18: Amanece brillante, soleado, luminoso y con viento fresco del Norte. La mar blanca de borregos que el viento y las olas dibujan. Pedaleo con Paula hasta Panxon. En las zonas de umbría hace fresco. La lectura de la prensa produce náusea. Rato y los 40 millones facturados a Bankia por dos agencias de publicidad que antes de su llegada no giraban ni 150.000 €. Parece que desviaban comisiones a sus sociedades patrimoniales. Se ve que no tenía bastante con su sueldo de Presidente y sus tarjetas. Cospedal, siempre Cospedal, ordena a los consejeros del Tribunal de Cuentas nombrados por el PP reelegir al Presidente del organismo. Son todos ellos réplicas de Don Angel Siseñor. Sí, ese presidente reelegido es el mismo que ha convertido a la institución en el Dorado del nepotismo. Y responden a las críticas alegando que no tiene nada de raro que cuñados, sobrinos, esposas y hasta amigos del colegio pueblen los despachos. Después, el veto al cantante judío por no apoyar explícitamente el Estado Palestino, promovido por Compromís y grupos afines. Asco de país. A la tarde navegamos hasta la Isla Sur (en las Cíes) para pasar la noche en casa de un amigo de un amigo, propietario de una de las dos únicas viviendas que allí existen. Es uno de esos raros paraísos que todavía permanecen intactos en su virginidad. Hoy sería imposible de construir. La casa está ubicada encima de la playa, mirando al fondo de la Ría. En la isla Sur, de nombre oficial San Martiño. La casa de nuestro amigo es confortable y acogedora. Al parecer se la compró a su suegro quien se la había comprado a su vez a uno de los implicados en el caso de los aceites de Redondela. Uno de los escasos escándalos que durante el franquismo salieron a la luz. Desembarcamos con dificultad con la mar embravecida por el viento frío del Norte. No hay rastro de nubes. Paco, así se llama el anfitrión, nos preparó un arroz con conejo. Nos habíamos bañado al anochecer. El agua estaba sorprendentemente templada. Molestamos con nuestro paseo a los cientos de gaviotas que retozaban por la playa. Muchas de ellas, polluelos. El arroz estaba como si lo hubiéramos comido en Levante. A la noche el festival de estrellas era un espectáculo obsceno, difícil de repetir ante la ausencia total de contaminación lumínica. Habíamos hablado con Paco de la historia de las islas, de los monasterios medievales, de su presente y de la lucha por su preservación, de los visones que, liberados por los ecologistas, nadaron hasta aquí y conquistaron el trono de la fauna, acabando con ratas y conejos, de la falta de medios, de la afluencia de barcos y de muchas cosas más mientras apurábamos las botellas de Pesquera que como agradecimiento por su hospitalidad le habíamos traído. Nos esperaba una amanecida solitaria con playa privada y planeamos hacer una excursión hasta la orilla oceánica. Nos dieron las tantas acabando el vino y saltando a los destilados. La noche en un sofá fue solo discreta, pero todo lo demás lo compensó con creces.

 

 

Día 19: Tras noche con un aire y tufo toledano, el despertar fue mágico y me hizo olvidar el incómodo duermevela. Nadie en la playa, ningún barco todavía, mañana resplandeciente, el viento de retirada. Hice mi tabla de ejercicios gimnásticos en la playa. Nunca lo había hecho en un escenario tan solitario y único. Luego un baño en el agua transparente y un café. Excursión al muelle para subir al faro y mañana de baños y arena. Paco había encargado a unos pescadores percebes, nécoras y sargos para hacer un guiso (con los sargos, claro) con las patatas de su huerto. Leemos que el cura D´Ors, de quien ayer hablábamos, ha sido tachado de hereje por dos obispos por decir que la misa hoy parece una obra de Beckett. Por la sacralización de un ritual, imagino, muy alejado de su significado original, aunque es un tema que me resulta muy ajeno. Me aburrió D´Ors y su meditación pero que le tachen de hereje los obispos, le enaltece. Volveré a leerlo. La noche anterior había empezado a leer a Naipaul y su primer libro sobre la India de 1964, Un Área de Oscuridad. Pinta estupendo aunque recuerdo varios intentos fracasados de entrar al de Trinidad. Veremos si a la tercera es la buena o si me pasa como con Pessoa: que llevo seis o siete intentos sin éxito. Ángel, el marinero que tiene Paco de ayuda nos oye hablar de la Santa Compaña y nos dice: “Yo la he visto. Varias veces”. Nos cuenta que una noche, el diminuto patio de su casa lo galoparon decenas de caballos, sin jinete; al día siguiente supo que su vecina había muerto durante la noche. En otra ocasión, siguió contando, volviendo de una romería, ya de madrugada, un penetrante olor a cera y un murmullo incesante de rezos le obligaron, aterrorizado, a refugiarse en la cuneta; cuando llego a casa de su tía con quien vivía, había fallecido. Concluyó: “Me crucé con la Santa Compaña que había recogido ya su alma.” Bueno, es la Galicia mágica y eterna. Y seguimos hablando con Ángel de las ánimas y los difuntos mientras dábamos cuenta de los percebes con un helado vino de Godello. El viento norte era ya una brisa agradable cuando llegamos a los cafés.

De anochecida, embarcamos con dificultad ya que Eolo decidió visitarnos con renovadas ínfulas y navegamos de vuelta a Canido con viento de popa mientras el sol caía limpio y recortado justo en la mitad de la Isla Norte. La noche de estrellas nos amarró al muro hasta pasadas las 3 de la madrugada.

Día 20: A media mañana de un día azul turquesa y sin rastro de viento, salimos hacia Portugal, alParque Pedras Salgadas. En el grupo algunas protestas por abandonar la Ría en el “día del verano”. El lugar está ubicado a media hora de la patria del portuguesismo, Guimaraes. Una antigua estación termal de finales del siglo XIX rehabilitada por Siza. Nos alojamos en unas cabañas “ecológicas”, dicen. La temperatura trepa hasta los 35 grados. Después de un agosto norteño y frío, volvemos a los calores matritenses. Tras una frugal colación y siesta, damos una vuelta en bici por uno de los tres itinerarios recomendados, el más corto y liviano. A la noche, cenamos en un pueblecito, Teloes, en una casa particular donde preparan bajo comanda un menú digno de las bodas de Camacho. Cinco entrantes, dos sopas, bacalao en dos modalidades, cerdo mechado y ternera. Como colofón un festival de postres. Sin palabras. Solos los doce viajeros en un comedor privado sin más comensales. 25 € por persona. De remate cafés y destilados a go-go. Así es el país hermano, un lujo cercano y desconocido. Ultimamos la fumada en la terraza de las cabañas echando de menos la última copa y dormimos, el tuerto al menos, de un tirón.

Día 21: Nos preparamos para la ruta ciclista con un copioso desayuno portugués. Quesos de la tierra, buen café y bollería artesanal. A las 11 el grupo viajero se reparte; unos se dedican al spa, otros al turismo y los más deportistas a la ruta ciclista. Elegimos un itinerario que recorre 12 km del camino de Santiago portugués y nos lleva hasta el majestuoso Hotel Vidago. Construido en 1901 y reformado también por Siza en 2006, la llegada a la fachada principal es impactante. Nos dejan hacer un recorrido por los salones y comedores pese a nuestro atuendo ciclo turista y, tras hidratarnos, proseguimos ruta de vuelta trepando hasta la collada por la antigua vía del tren. Es un incómodo pedregal durante 3 o 4 km pero coronamos con relativa comodidad y nos lanzamos hacia el hotel en busca del baño y la cerveza, en espera de la siesta tras una liviana ensalada. Luego volveríamos al Vidago Palace para cenar. Sigo con Naipaul y su viaje a India. Si, en esta ocasión, con este libro, me ha enganchado. Debo reconocerlo. Duermo una siesta estival mientras pienso que es ya la penúltima. El lunes y Madrid están a la vuelta de la esquina y ya no habrá más siestas. Antes de anochecer todo el grupo se traslada en coche al hotel Vidago. Queríamos disfrutar de sus jardines con la luz del día. Tras un gin tónic de calentamiento, cenamos en el espectacular y gigantesco comedor art deco bajo la batuta del chef Rui Paula. Un gran y poderoso vino del Douro apoya una carta de categoría. Solo los postres desmerecen. Un saxofonista a nuestras espaldas contribuye a trasladarnos a un escenario de los años 40, cuando al parecer en plena Guerra Mundial el Gran Hotel disfrutó de sus momentos de mayor esplendor y gloria . Envalentonados por una balada de Jobim, pura bossa nova, las seis parejas saltamos a bailar “agarrados” junto al del saxo, haciendo las delicias de los comensales que nos sacan fotos con sus móviles. Tras la cena, tomando unos licores en la terraza se avizoraba el anunciado cambio de tiempo, la borrasca otoñal en ciernes. Luego, en la cabaña, se me cayó de las manos el Naipaul, ya cerca de las tres de la madrugada.

 Día 22: Despertamos con un día todavía soleado aunque ya más fresco. Tras el desayuno iniciamos la ruta de vuelta a España, a nuestra Ría. Nos recibe una tromba de agua y 17 grados. Vamos, lo suyo en este verano báltico salvo un par de días de engañoso oasis de calidez y apariencia veraniega. No nos consuela en exceso leer que el desplome térmico ha afectado a casi toda la península. Leo que murió Chirbes. Nunca le cogí el punto. Crematorio me gustó a secas, sin exclamaciones; En la Orilla, parecido. Es obvio que escribía bien pero no me llegó, pese a intentarlo. Hay escritores que uno reconoce que deben ser buenos porque la crítica y los premios de forma unánime lo proclaman y que pese a intentarlo, no consiguen apasionar, ni tan siquiera gustar mucho. Me pasa por ejemplo con Modiano, con Le Clezio, con Saramago, con Sebald o con el mismo Chirbes. Los tres primeros, premios Nobel nada menos. Pero ninguno de ellos he conseguido que me guste mucho su obra, que me llegue. Los leo, sí, pero casi como queriendo acabar pronto sus libros. Los gustos literarios son en general muy personales y desde luego caprichosos. Yo, como casi cualquier lector feroz y voraz, tengo mis mitos, mis devociones. Por citar una lista corta, Cohen, Bellow, Roth, Mc Carthy, el Vargas de los sesenta, Mutis, Piglia, Benet, Druon. Muy diferentes entre sí pero, para mí, todos reverenciosamente colocados en el sancta santorumChirbes nunca conseguí, como decía, subirlo a la peana. Aprovechando un resquicio en el frente, agarro la bici para casi despedirme del monte por este año. Hacemos una ruta bonita subiendo a Cinco Pinitos por detrás. Luego, cena liviana tras los fastos gastronómicos lusos y a la cama con Pinilla a quien había dejado descansar los últimos días.

Día 23: Llegó el último día del verano. Ya estaba mentalmente preparado por lo que no me dio bajonazo. Tres semanas son muchas semanas, más que suficiente, y la fábrica requiere atención y cariño. La mañana se presenta mejor de lo anunciado. Encapotada y con viento Sur pero con lluvia ligera e intermitente. Visto el panorama agarramos las máquinas y me voy con Antonio al faro de Monteferro que, aventuramos, debe estar fiero y venteado. Tras serpentear por los caminos umbríos de eucaliptos, alcanzamos la meta. En los últimos metros el huracán encañonado casi nos tumba. El espectáculo desde el faro con la mar embravecida por el temporal del Sur es fascinante. Trepamos a unas peñas y nos agarramos para no caer, tal es la fiereza del temporal del Sur. Divisamos alguna de las calas donde Villar hundió el barco del crimen. Volvemos rodeando la península junto a las antiguas casamatas y los herrumbrosos cañones apuntando al mar. A la vuelta llevo a I y a P a despedirme con un aperitivo de crustáceos y moluscos en el Rey Pescador. Al volver a casa se desata la tempestad y se vuelan todas las pérgolas del jardín sin que el termómetro supere los 15 grados. Día invernal pero de invierno duro y riguroso. Vamos, la tónica de este agosto norteño que casi no nos ha dado tregua. El desastre de toldos rasgados y pérgolas destrozadas es tenebroso. Pero a las dos horas luce el sol mientras vemos a Bolt ganar una vez más sus 100 metros lisos. Leo una reseña periodística sobre la invitación a Pomet como uno de los dos únicos pintores españoles a la Exposición de Bansky. Su galerista dice que tras haberle despreciado Arco, es un triunfo dulce. Lo reseño porque hace un par de años compramos para la fábrica dos espléndidos cuadros suyos. Es un pintor que a G y a mí nos encanta con su iconoclastia un tanto surrealista y nos divierte y reconforta su éxito. Mientras sesteo viendo la primera etapa de montaña de la Vuelta, leo sobre un escritor colombiano que se suicidó a los 25 años, Andrés Caicedo. Me apunto el nombre con la intención de comprar su única novela, cuyo primer ejemplar editado le llegó a casa el día que decidió matarse. Me llama la atención que entre sus obras de referencia citaba la obra de Vargas de los sesenta y en especial Los Cachorros. Es curioso que cuando hace dos años decidí releer al primer Vargas y su Trinidad de los sesenta, Conversación en La CatedralLa Ciudad y los Perros La Casa Verde, se me escaparon Los Cachorros, leídos en los ochenta de primeras junto con toda su obra. Hago propósito de re – lectura de esta novelita breve del peruano porque pertenece a su etapa más brillante. Luego, salvo algún destello menor, se ve que había agotado el pozo mágico. Subo al aeropuerto mientras pienso en Vargas y en Caicedo y en Pomet; luce un sol vengativo tras la hecatombe de hoy y desde la carretera dedico una última mirada a la Ría y a las Islas Cíes. En la radio truenan ya los goles de la Liga que hoy comienza. Y con ella, acaba este verano norteño, tan ciclista y tan lector.