Entre comanches

Entre comanches

7 de junio de 2020 0 Por Ángulo_muerto
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Joaquín Albaicín

Me sorprendió, la verdad, la decisión de Netflix de incorporar a su cartelera El resplandor de Kubrick el 1 de junio, cuando ya media España o más había entrado en como mínimo la segunda fase de la desescalada, pues la película era ideal para haber sido programada antes. ¡No en vano su revisión supone una auténtica prueba de fuego para saber quién da y quién no da la talla en una situación de confinamiento!

Lo clásico, afirmaba entre calada y calada Rafael El Gallo en su tertulia sevillana de Los Corales o en la madrileña del Lyon d´Or, es aquello que no se puede hacer mejor. Bailando con lobos o Un hombre llamado caballo son, como El resplandor o El Padrino, clásicos justamente por eso. Y nada más clásico que un piel roja en tiempo de bisontes y con su calumet humeante como el veguero eternamente en labios del Divino Calvo. Y pocos personajes tan ejemplo de saber mantener el tipo en situaciones de aislamiento como el teniente Dunbar, abandonado por sus superiores en territorio indio casi como Robinson Crusoe por las olas del océano un miércoles en el que nada hacía prever que podría llegar a haber un Viernes.

La colección Frontera de Valdemar, consagrada a las joyas literarias ambientadas en el Salvaje Oeste, ha reunido en un solo volumen Baila con lobos de Michael Blake -la novela en que se basa la película de Kevin Costner- y la continuación de esta, El camino sagrado, que nos cuenta qué fue de la vida del teniente tras ser rescatado por sus hermanos sioux -en el relato original, comanches- de quienes un día fueron los suyos y separarse de la tribu para adentrarse con su esposa en los bosques desconocidos del Destino. Estas dos novelas en una llegan a las librerías cuando, por gentileza de los mismos editores, aún llevamos en el paladar el regusto de La última galopada de Thomas Eidson o el Centauros del desierto de Alan Le May. Y, tras la amenísima lectura de estas dos novedades, nos viene a la mente Leonard Peltier, el activista sioux del American Indian Movement condenado a cadena perpetua por el asesinato en 1975 y en el incidente de Oglala, en la reserva de Pine Ridge, de un agente del FBI en un juicio puesto en pie con “pruebas” fabricadas por esta agencia y que lleva ya ni se sabe cuánto entre rejas pese a las peticiones de indulto del Dalai Lama e innumerables personalidades de renombre planetario. Si existe una segunda parte literaria de la ficción épico-étnica que, de la mano de Kevin Costner, ya vimos en el cine, debería de haber también una segunda oportunidad para el piel roja de verdad, el confinado de por vida no en el cine, sino en la vida real, que nos ha hecho llegar desde su celda el mensaje de que: “Si las estrellas tienen un significado, también mi vida debe tenerlo”.

Hay un momento para mí culminante en El camino sagrado, ese en que, mientras se delibera acerca de cómo encarar la previsible invasión del territorio comanche por los blancos, que ya han generalizado sus incursiones mortíferas en el de los cheyennes y los kiowas, Pájaro Gris -Graham Greene en la película- sugiere:

-Ya veremos lo que ocurre.

Es una actitud de lo más juiciosa. Aciertas seguro, pues está claro que algo, sea lo que sea y con independencia de tus actos o tu voluntad, terminará por ocurrir. Y, como no te pronuncias sobre el carácter del futuro acontecimiento, nadie podrá luego cargarte con las culpas de nada.

Entre corte de cabelleras, exterminio por los rostros pálidos de las manadas de bisontes, quemas de ranchos, festines de tasajo, evocaciones de genocidas como Grant, Sherman, Sheridan o Mackenzie, razzias contra rangers y casacas azules lanzadas por los guerreros de Cabello al Viento e invocaciones al Gran Misterio en lo alto del Monte Medicina, lo mejor es plantarse en este infalible oráculo que asevera: “Ya veremos lo que ocurre”.

Y, por supuesto, pese a que la plaga blanca se haya ya extendido sin remedio, no dejar de orar, como Pájaro Guía: “No nos abandones, Misterio. Tus hijos comanches necesitan protección. Apiádate de nosotros, Creador de Todas las Cosas. No nos abandones”. ¡Que así sea!